sábado, 20 de noviembre de 2010

La Contrarrevolución mexicana

20/Noviembre/2010
Laberinto
Heriberto Yépez

La Revolución mexicana fracasó. Su fallo no fue económico o político sino ético, cultural.

En 1920, Vasconcelos decía: “La primera y más importante de las revoluciones es la que ha de operarse dentro de nosotros mismos”. Pero el propio Vasconcelos murió hecho un fascista.

La vía vasconcelosa —rebelde a reaccionario— también la siguió la Revolución mexicana.

Abortamos la educación. Los contenidos del sistema escolar promovieron inopia y maniqueísmo en los estudiantes mexicanos; y su forma, acendró el autoritarismo.

El maestro mexicano es trasmisor de la demagogia, valemadrismo y co-dependencia nacionales. Elba Esther es el vivo retrato del deterioro del inconsciente mexicano.

Todos hablamos de la Revolución de 1910. Pero no de la Contrarrevolución mexicana que 1910 avivó.

La contrarrevolución es la negación, consciente e inconsciente, a un cambio hondo de estructura, tanto psíquica como social. La contrarrevolución es el rechazo a la urgencia de una renovación.

El pasado en México es el Paraíso.

El artículo primero de la contrarrevolución indica que el mexicano no debe cambiar. El Otro —español, indio, gringo, el otro género u otra clase— es el Malo. Ellos son los que quieren —¡oh, no!— cambiarnos.

Lo mejor es conservar la forma de ser, la Tradición, las Costumbres, ¡Nosotros, los que resistimos a todo!

Régimen y cultura popular post-revolucionarias son conservadoras, nacionalistas, moralistas e idealizadoras de la “identidad” mexicana. El Pueblo o la Madre, donde unos proyectan sus autoengaños, como otros los proyectan en Jesús o el Mercado.

Otras responsables: la Iglesia y Televisa. Ambas instancias educaron más al mexicano del siglo XX que la SEP.

Televisa, por supuesto, quiere negarlo. Pero Televisa vive de aplaudir lo retro-mexicano. Su chiste, su machismo, su virgencita, su populismo.

Es un error creer que el centro de la educación es la escuela. La educación ocurre sobre todo fuera de ella.

La gran fuerza contrarrevolucionaria mexicana es la familia. La familia mexicana se encargó de cerrar la oportunidad de democracia y educación que se abrió en el confuso periodo post-revolucionario. El Partido de la Revolución Institucional es el estado existencial de estar partidos entre ser revolucionarios o ser institucionales.

Ya somos una democracia sin adjetivos. Sobre todo los adjetivos “confiable” o “real”.

El verdadero régimen que detuvo el progreso social fue la mexicanidad, nuestra gran religión.

La mexicanidad es una serie de identidades defensivas y una entidad nebulosa —pero que innegablemente opera en este territorio— que temió las consecuencias psico-históricas del estallido. Saboteó la revolución de esta sociedad.

Gracias a la (contra) Revolución, por sufragio afectivo, la mexicanidad se reeligió.

No hay comentarios: