sábado, 22 de febrero de 2014

Federico Campbell y Rafa Saavedra

22/Febrero/2014
Laberinto
Heriberto Yépez

Hace unos meses murió Rafa Saavedra, el escritor de Tijuana técnicamente más innovador. Hace una semana murió Federico Campbell, el escritor tijuanense más respetado nacionalmente. Diré sus semejanzas y diferencias.

Federico nació en 1941; Rafa, en 1967. La obra de Federico se amplió en títulos y circulación hasta final de siglo. Federico y Rafa, a pesar de la diferencia de edad, fueron lecturas simultáneas para muchos e influencias ineludibles para la literatura fronteriza en los noventa. Sus textos circulaban a la par.

En ambos, la figura del padre fue fundamental. Federico lo dejó claro en sus libros; en los de Rafa, su padre no aparece. Pero su forma de pensar e incluso parte de la forma literaria de Rafa era su papá.

Rafa y Federico eran melancólicos y soñadores. Los textos de Rafa alternaban crestas de ánimo eufórico y descensos tecnopoéticos. Federico, por su parte, escribía ensayística inquisitiva pero no desesperada. Solo su narrativa es regida por la nostalgia.

Federico escribía a partir de la memoria; Rafa, en el presente.

La prosa de Rafa es auditiva; la de Federico, visual.

Federico hacía personajes; Rafa, atmósferas.

Ambos cultivaban bien el relato y la bitácora. Eran hombres de cuadernos.

Federico fue muy autobiográfico; Rafa lo parece siempre pero pocas veces lo era realmente.

Los mejores libros de Federico son Pretexta o el cronista enmascarado; Tijuanenses y La clave morse. Los mejores de Rafa, Esto no es una salida. Postcards de ocio y odio; Buten Smileys y Lejos del noise.

Ambos, por supuesto, son indisociables de Tijuana. Para Federico, Tijuana era su edad temprana; para Rafa, Tijuana era anoche.

Federico escribía mucho a partir del pasado histórico y personal; Rafa desde el encuentro nocturno con los otros.

A Federico le gustaba escribir con claridad, ir al grano; a Rafa, le gustaba escribir codificando, influido por la programación.

Federico amaba la máquina de escribir; Rafa, la computadora.

A Federico lo encontrabas en La Condesa; a Rafa, en la Sexta.

Federico era un gran conocedor de literatura y amaba a Rulfo. Su último acto intelectual fue una conferencia en Tijuana sobre Rulfo. (Ahí quizá pescó la influenza).

Rafa era un gran lector. Pero Rulfo y la literatura mexicana no eran centrales en su vida. En Rafa era más importante Morrisey, mogollón de blogs y revistas.
Federico y Rafa, lo sé, se leyeron poco. Eran dos mundos distintos.

Federico nació en una época en que había que ir a la Ciudad de México para ser escritor; Rafa en otra en que para escribir había que quedarse en Tijuana. Ambos fueron hijos de ciertos momentos.

Esos momentos, Federico los recordaba; Rafa, los remezclaba.

Muchos ahora hacen literatura en Tijuana o sobre Tijuana o, peor aún, usan a Tijuana o a la literatura. Rafa y Federico nos hacen mucha falta.

La literatura de Tijuana es una ciudad fantasma.

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