15/Febrero/2014
Laberinto
Armando González Torres
Pocos
autores han sido tan fieles a sus pulsiones y emociones de juventud como
Octavio Paz. El joven Paz es un exaltado creyente en la religión del amor, lo
aprecia y lo padece, lo vive en sus romances adolescentes, lo asimila en sus
lecturas y, sobre todo, lo incorpora en su temprana cosmovisión intelectual. Paz
inserta al amor en su poesía, en su poética, en su pensamiento literario e,
incluso, en su política, pues el pensador agudo y realista que llegó a ser
nunca abandona al atrevido utopista que sueña con infundir la emoción y la
razón amorosa en la vida pública. La concepción amorosa de Paz nunca se queda
estática: el joven escritor abreva primariamente del romanticismo y de D.H.
Lawrence; luego descubre en el surrealismo una auténtica revelación, pues
implica un experimento radical de hacer del amor loco una guía vital; encuentra
más tarde en Sade o Fourier dos modelos distintos de república amorosa y
erótica, y simpatiza con las rebeliones juveniles de los años sesenta en parte
por su reivindicación del sentimiento amoroso y el placer. La subversión
transformadora del amor está presente en toda su obra y es uno de los secretos
de la sorprendente lozanía de su escritura.
Esta larga querencia, sin
embargo, demora en culminar en libro y, casi a sus ochenta años, Paz publica su
homenaje literario al amor, La llama doble. En este libro, traza las
distinciones entre sexo erotismo y amor. Para Paz, mientras el sexo es una
fuerza de vida, una expresión básica del instinto animal de conservación, el erotismo
extrae al sexo del objetivo meramente biológico y suele ser invención de los
sentidos y del intelecto, pero el amor es todavía más: es fascinación por el
alma, elección de una persona única y apuesta por la libertad de ambas. El amor,
según Paz, expresa lo paradójico de lo humano, pues mezcla la atracción
involuntaria con la libertad de elegir, la fatalidad del enamoramiento con la
voluntad de enamorarse. El amor resulta una forma del deseo, el juicio y la
inteligencia que eleva la libertad de elección por encima de los
condicionamientos sociales. No obstante, para Paz, en la época contemporánea,
el erotismo y el amor entran en declive: la ideología y el mercado hacen de
ellos una divisa política, un engranaje de la economía o un fetiche comercial, lo
que legitima la libertad corporal pero empobrece la dimensión espiritual. Paz
llama a recuperar el amor como un instrumento de emancipación individual y
colectiva, como una forma de restituir a la persona por encima de los
imperativos anónimos del mercado o de la razón de Estado y hace de la reivindicación
del amor una reivindicación de la cultura y del humanismo. La llama doble
es un libro conmovedor por sus argumentos y, también, por la imagen de su
hechura: el octogenario escritor que, mediante la evocación intelectual,
recupera la juventud y restaura ese sentimiento adolescente que muere por
atisbar otra mirada definitiva, accidental,
elegida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario