sábado, 4 de diciembre de 2010

¿Alguien extrañará a las humanidades?

4/Diciembre/2010
Laberinto
Heriberto Yépez

Un fantasma recorre a las universidades: el réquiem de las Humanidades.

La prestigiosa Universidad Estatal de Nueva York —SUNY, sus siglas en inglés— anunció el cierre de los departamentos de Teatro, Clásicos, estudios franceses, rusos e italianos.

El presidente de SUNY, en Albany, argumenta que debido a la crisis económica y a la poca demanda de estos programas académicos no ha quedado más alternativa que cancelarlos en todos sus niveles.

La discusión en Estados Unidos gira en torno a la “inutilidad” social o económica de las Humanidades que, se alega, no preparan a los estudiantes para puestos laborales en el “mundo real” ni contribuyen al avance práctico de un país.

Se dice que los programas de ciencia dentro de las universidades, por ejemplo, no sólo innovan la forma en que vivimos sino que, además, llevan dinero a las universidades, mientras que las Humanidades cuestan.

Los defensores de las Humanidades recuerdan que las universidades no pueden funcionar como empresas. Y aunque no producen nada práctico —fuera de análisis de textos o fenómenos culturales— las Humanidades ennoblecen: generan mejores ciudadanos, personas más integrales.

Este argumento, sin embargo, es bastante dudoso. ¿Los egresados de Humanidades realmente son seres humanos más completos que los de otros programas académicos? Lo dudo bastante.

No hay base científica para pensar que participar de la temática humanista modifica sustancialmente la forma de ser de una persona. Además, las Humanidades ni siquiera son ya misas laicas, aunque el Humanismo se lo propuso.

En el siglo XX la doctrina humanista —que no tenía más método que hablar, escuchar, escribir o leer: ilustrarse— fue desacreditaba por el propio avance —desde el marxismo hasta la deconstrucción— de la teoría.

Hoy las Humanidades están en un profundo problema. Corren el riesgo de ir saliendo, una por una, de muchas universidades.

Una de sus defensas más sólidas es que sirven de memoria, de aparato para conservar información cultural.

Ese argumento, sin embargo, identifica a las Humanidades con el pasado.

Independientemente de la crisis económica que acelera la salida de las Humanidades de ciertas universidades, el debate no puede descartarse.

No digo que las Humanidades deban abandonarse. Pero los argumentos contra su enseñanza-aprendizaje no deben ignorarse. Tienen base lógica, aunque esto encabrite a los humanistas.

¿Debemos conservar las Humanidades a toda costa? Según la Universidad Estatal de Nueva York, no. Otras universidades probablemente sigan esa ruta.

Los argumentos a su favor parecen puramente nostálgicos y, en cierto modo, dogmáticos. Más vale que las Humanidades vayan preparando una mejor defensa.

Por ahora, ya encabezan la lista de especies académicas en peligro de extinción.

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