jueves, 14 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa

14/Octubre/2010
El Universal
Élmer Mendoza

Es peruano y español y un tenaz organizador del tiempo y de los sueños; con la música por dentro, nos trajo la fiesta el jueves 7 de octubre de 2010 con su premio Nobel de Literatura. “¡Cuatro! Dijo el Jaguar”. Y fue revivir los años y activar las emociones y las fibras del cuerpo como en aquella época cuando nos sentíamos nacidos para las sorpresas. Pobre Pichulita Cuéllar.

No hay semana que El Feroz y yo no hablemos de él, de su capacidad de mantener su creatividad y su inventiva. De su manera de jugar con las estructuras narrativas y trascenderse a sí mismo. De su forma tan escurridiza de enriquecer su alma viajera lejos de los cepillos de dientes y los alimentos con colesterol. “Jijunagrandísimas, balbuceó Lituma sintiendo que iba a vomitar”. Dicen que son tres mil personajes los que se mueven por Canudos. Tres mil y uno agregando a Xavier Velasco, que irrumpió por la calle principal en una moto negra porque no había anaranjadas. También había leído a Euclides da Cunha.

“Buscó la novela total, la novela imposible”, insiste El Feroz; López Cuadras reflexiona: Para mí que lo consiguió, pongo por ejemplo La casa verde y Conversación en la catedral, esas novelas son otra cosa. Si tuviera que elegir un capítulo genial, me quedaría con el primero de La fiesta del chivo, los provoco. Siempre que empiezo a escribir una novela, leo Conversaciónen la catedral, confiesa Padura que bebe jugo de tomate con hielo. ¿Saben cuántas veces he leído La Guerra del fin del mundo? Interroga Velasco. Todas, mi niño, sonríe Anna María Rodríguez, que consiguió felicitar a Mario Vargas Llosa por teléfono cuando casi sucumbía a su felicidad. Nuestros ojos brillan. Hay cosas que se comparten para siempre. En Nueva York llevan casi siete cervezas y tratamos de alcanzarlos.

El 11 de agosto de 1966, en una conferencia pronunciada en la universidad de Montevideo, Vargas Llosa expresó dos cosas que me encantan: una: “La novela me parece a mí una forma superior de la literatura”; dos: “la novela es una representación verbal de la realidad”. Por supuesto que siempre le han sobrado razones para demostrar estas declaraciones; lo mismo cuando se ocupa de Tirant lo Blanc considerada por Cervantes, “el mejor libro del mundo” y para él un ejemplo de lo que es la literatura mayor. Ahora ya sabemos que uno de sus pasatiempos es la convivencia con los grandes libros: Cien años de soledad, Madame Bobary, la obra de José María Arguedas, de Juan Carlos Onetti y con sí mismo.

“Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor”. Está bien, más no negarás que para ternura Elogio de la madrastra, es única: “El día que cumplió cuarenta años, doña Lucrecia…”. Sí, ¿saben que cuando leí La tía Julia y el escribidor me sentí traumado? Pero si así naciste. Yo me clavé con Pantaleón y las visitadoras. Yo con Los cuadernos de don Rigoberto, ese viejo estaba pesado. Báilamela suavecito. Le gustan ciertas mujeres. Pero no le agrada ir lejos, a otro pueblo y eso. También se relame con el ceviche. Yo me quedo con Las travesuras de la niña mala.

Es un hombre de fe. Si no fuera un hombre de fe no escribiría con el ritmo que lo hace. Tampoco leería como si no fuera escritor. Camina en las mañanas. ¿Arequipa está cerca del Amazonas? Nació en 1936. Oí que reconoce que el Perú es para él como una enfermedad incurable. Es que vivió en Lima. También en Londres, Barcelona y Madrid. Xavier iba en un taxi cuando se enteró. Pérez-Reverte rumbo a la Academia esperando que fuera la una de la tarde. Anna María en el teléfono. Leonor y yo conversando sobre la portada de mi nueva novela. Bailamela suavecito.

A mí la de Gaugin no me gustó. Ni a mí. A mí me gustan las tahitianas. Yo lo leo todo y todo me gusta. Porque tienes el gusto atrofiado. Los buenos escritores son los únicos que se atreven a todo. Su teatro tampoco me gusta. ¿Qué tal la actriz que lo acompañó en Guadalajara? Quiero su número de celular. Además, él está fuerte, si debe viajar creo que lo hará sin problemas. ¿Crees que se anime a venir a Culiacán? ¿Por qué no? ¿Y si se queda? Voy a releer Lituma en los andes. Yo voy a esperar la del celta. Yo no, me volveré a atracar con La guerra. Y yo con Conversación. Fina estampa, caballero.

Ahora parece que todos los días se llaman Mario; recuerdan a un hombre sonriente, a un escritor pensativo y peinado, a un elevador para breves conversaciones. Marito lo llama Beatriz de Moura que le sabe tantas cosas y está tan contenta. También le apodan Zavalita. Nosotros le decimos Vargas Llosa y vamos a seguir brindando, seguros de que Antonio Méndez le abrirá su librería como siempre.

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