sábado, 2 de octubre de 2010

Dime qué pseudónimo usas

2/Octubre/2010
Laberinto
Heriberto Yépez

En los premios literarios, el concursante debe ocultar su nombre.

En México hay dos tipos primordiales de pseudónimo literario: el jocoso y el heterodoxo.

Para ejemplo, la lista de pseudónimos del II Premio Internacional Letras del Bicentenario: Zapatitos Rojos; Jarín Fonz; Alicia Adora; Esa vez Bonifacio; Eleya de Llerena; Doña Pepa, la costilla de Hidalgo; El gancho rubio; El otro Wakefield; Su perrillo; Polifemo y El Charro Beltrán.

El monto de estos premios fue 25 mil dólares para primeros lugares; 15 mil para segundos y 5 mil para terceros. Con todo y dineral, los ganadores preferirían que su pseudónimo fuese ocultado. Todo pseudónimo es indigno.

Empero, prensa e institutos, o creen que el pseudónimo es una información relevantísima y por eso la publican, o la difunden para humillar a los literatos: que el mundo conozca tu pseudónimo literatoso es peor que ser desenmascarado en la Arena México.

Todo escritor sabe que el pseudónimo es ridículo. Muchas veces para ofuscar ese ridículo, paradójicamente, recurre al paroxismo. Por eso los pseudónimos chistosones.

En mi caso he firmado como “El Pato Lógico” que, concluí, tras años de abisal meditación, ¡era pseudónimo perfecto! Asegura que mantengas tu anonimato, jamás ganando.

Un mal pseudónimo puede arruinar tu carrera literaria. Si has concursado y dedicado horas a pensar qué pseudónimo usar, no eres paranoico. Título, índice y pseudónimo son los tres criterios reales de los jurados.

La otra tendencia dominante —poner un nombre algo raro, foráneo, irreal, digamos, Katrina Petrovskova— se debe a que la pseudonimia causa regresión psicológica, devuelve a la infancia, casi a los cuentos de hadas.

No sólo debido a que inventar nombres es un juego infantil muy común sino porque despierta la ilusión de ganar. Concursar infantiliza.

Una ceremonia de premiación literaria es como una asamblea escolar, donde, para colmo, anuncian tu bochornoso pseudónimo por un micrófono.

El pretexto burocrático del pseudónimo es proteger la identidad del concursante (evitar prejuicios en los jurados); la razón verdadera, aniñar escritores.

¿Qué es un pseudónimo literario? Un contrato involuntario entre la sociedad y el escritor, a través del cual los escritores revelan su alter ego.

Ya dicho esto, las dos tendencias de la pseudonimia literaria quedan explicadas: la personalidad secreta de los escritores mexicanos corresponde a la de bufones o soñadores.

En el futuro, algún ducho hermeneuta descifrará el significado cabal de los pseudónimos (que almacenan información acerca de la imagen interna y el lugar que ocupan los intelectuales en las sociedades).

Pero, por supuesto, esta investigación indispensable no es un vericueto que pueda acometer alguien que hasta hace unos minutos se apodaba El Pato Lógico.

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