domingo, 25 de agosto de 2013

Una revolución conservadora

25/Agosto/2013
Confabulario
Héctor Orestes Aguilar

* Horas antes de emprender la escritura de estas líneas, al ver la película Tras la puerta, entendí algunas de las justas razones para abordar la complicada tarea que me aguardaba. En esa imperdible cinta de István Szabó, filmada en el para mí entrañable segundo distrito de Budapest, se habla de la memoria, sus traumas y sus falsificaciones; de secretos; de gatos, de muchos gatos que llevan una existencia clandestina; y de la rehabilitación de una escritora excluida.

* Tengo la extraña sensación y a un tiempo la certeza total de que rendir homenaje a Los recuerdos del porvenir no es sólo un acto literario sino también un rito de rehabilitación pública. La vindicación de una figura polémica que aún no recibe un examen crítico a la altura de sus contradicciones humanas y culturales.

* Por un lado es bien sabido que Los recuerdos del porvenir es ya una obra consagrada como objeto de estudio por la academia literaria internacional y que ocupa, al menos nominalmente, un lugar canónico en la historia de nuestra narrativa. Nadie duda al tratarla como una de las principales novelas mexicanas modernas.

* Esto no ha garantizado que sea una obra atendida por los lectores contemporáneos ni que cuente con la difusión correspondiente a una pieza referencial. ¿Por qué no ha sido posible dotar a Los recuerdos del porvenir de una recepción masiva como la de las obras de Juan Rulfo o los así llamados “cuatro grandes” novelistas del Boom narrativo latinoamericano de los años sesenta? ¿Por qué no hay una sola escritora que goce de una recepción semejante? ¿En realidad hubo una estigmatización de género, una exclusión machista en contra de Garro y otras de sus colegas del siglo XX en el momento en que aparecieron sus obras maestras? Pienso ahora en Josefina Vicens e Inés Arredondo. ¿Por qué sucedió lo mismo a otras escritoras latinoamericanas caracteriológicamente cercanas a Elena Garro, de Silvina Ocampo a María Luisa Bombal? Hay que razonar muy bien las respuestas a estas preguntas para comprender por qué el caso Elena Garro sigue siendo tan electrizante, tan conmovedor.

* Esto no ha garantizado que sea una obra atendida por los lectores contemporáneos ni que cuente con la difusión correspondiente a una pieza referencial. ¿Por qué no ha sido posible dotar a Los recuerdos del porvenir de una recepción masiva como la de las obras de Juan Rulfo o los así llamados “cuatro grandes” novelistas del Boom narrativo latinoamericano de los años sesenta? ¿Por qué no hay una sola escritora que goce de una recepción semejante? ¿En realidad hubo una estigmatización de género, una exclusión machista en contra de Garro y otras de sus colegas del siglo XX en el momento en que aparecieron sus obras maestras? Pienso ahora en Josefina Vicens e Inés Arredondo. ¿Por qué sucedió lo mismo a otras escritoras latinoamericanas caracteriológicamente cercanas a Elena Garro, de Silvina Ocampo a María Luisa Bombal? Hay que razonar muy bien las respuestas a estas preguntas para comprender por qué el caso Elena Garro sigue siendo tan electrizante, tan conmovedor.

* Me incomoda utilizar la palabra rehabilitación porque esta es una noción característica del socialismo real, más exactamente del discurso de los países socialistas durante la época postestalinista, y eso me lleva a pensar que en nuestra sociedad literaria impera un régimen de inclusión/exclusión mucho más ideologizado o politizado de lo que parece. Para todos resultará obvio que los escritores y sus obras tienen ciclos de vigencia, y aun produciendo libros perdurables y cardinales como Los recuerdos del porvenir los autores están sujetos a periodos de caducidad, mucho más ahora cuando para la canonización literaria ya no imperan necesaria ni únicamente criterios estéticos sino simple y llanamente las reglas de rotación del mercado.

* No obstante, en nuestra sociedad literaria abundan casos en que no sólo es necesario sino imprescindible rehabilitar a ciertas obras y ciertos escritores para devolverles la combatividad que de suyo deberían tener, pues se encuentran canonizados en ediciones críticas, en monumentales obras completas y en antologías. Lo que no garantiza nada: me cuestiono y pregunto abiertamente si narradores cruciales como Martín Luis Guzmán, José Revueltas y Rosario Castellanos cuentan hoy con el favor de los lectores, el seguimiento crítico y la recepción natural que se merecen. Dejo abiertas esta pregunta y esta conclusión: es lógico que, en una escena literaria donde los ciclos de legibilidad van acortándose cada vez más, recurramos sistemáticamente a los homenajes públicos para llamar la atención sobre autores referenciales y vigentes (y muchas veces vivos, lo que es aun peor) desplazados de la memoria colectiva y de la recepción mediática con toda impunidad.

* El caso Elena Garro y sus Recuerdos del porvenir revisten aspectos muy precisos que agudizan este fenómeno de exclusión. La novelista fue una figura escandalosamente incómoda y escurridiza para la historia literaria y la crítica cultural.

* Voy a permitirme citar un prolongado fragmento de un ensayo de José Carlos Castañeda, a quien considero uno de los críticos más lúcidos de la obra de Elena Garro de mi generación y quien en su lectura aborda dos temas que me parecen los más pertinentes para leerla hoy: la relación de la autora con la modernidad y el tema de su identidad política. Ambos asuntos se vinculan y fusionan con el tema más pertinente para mí en su proceso de rehabilitación: ¿cómo entender a Elena Garro políticamente, cómo situarla en el panorama de las ideas en México?

* “Elena Garro –escribe Castañeda— es la narradora de nuestra iniciación en la modernidad. Registra el choque cultural que significa una revolución que toma por asalto fundamentalmente a la mentalidad rural. Para el campesino, la lucha revolucionaria simboliza una resistencia frontal al progreso de la vida moderna, pues el desarrollo de las prácticas urbanas profetiza su derrota como clase y como cultura de apego a la tierra. En sus inicios, Garro narra la desaparición de esta cultura de la tierra, tratando de recuperar sus orígenes mitológicos y sus costumbres mágicas. Los recuerdos del porvenir es una novela sobre la destrucción del Edén y el eclipse de la inocencia. Es una réplica en prosa de un poema de López Velarde: “El retorno maléfico”. A partir de la relectura de la rebelión cristera, Garro evoca la historia de la expulsión del paraíso. Recreada como la subversión del Edén, que se calla tras la mutilación de la memoria. Esta evocación de la infancia secuestrada por la guerra profundiza esa íntima tristeza reaccionaria, que observa con escepticismo el espíritu liberal del siglo XIX.”

* Estoy cierto de que ninguna otra noción de la historia cultural y política occidental puede cobijar mejor el perfil político de Elena Garro que el oxímoron “Revolución Conservadora”, designación de una inmensa constelación de tendencias, pensadores, escritores, propagandistas, filósofos, científicos, poetas y políticos surgido en Alemania entre el fin de la Gran Guerra y la consolidación del III Reich.

* Si bien la idea de una Revolución Conservadora no es exclusivamente alemana, pues Charles Maurras también la esgrimió en Francia a principios del siglo XX para impulsar una restauración monárquica, en Alemania y Austria alcanzaría una expansión y cobraría una resonancia múltiples, lo mismo en grupos antidemocráticos y antiliberales como en círculos reacios a la modernidad y críticos de la inexorabilidad del progreso.

* De manera inopinada sería Thomas Mann quien emplearía por primera ocasión en un texto alemán la idea de una Revolución Conservadora, en su caso para referirse a Friedrich Nietzsche en un ensayo recogido en libro hasta 1922. Allí señalaba la síntesis nietzscheana de sensibilidad y crítica, expresada políticamente como la suma de conservadurismo y revolución. Mann, como Hugo von Hofmannsthal, entre otros críticos de la modernidad, pasaron por la Revolución Conservadora de costado. A estas notas les interesa otro novelista, un revolucionario conservador militante consagrado como tal: Ernst Jünger.

* Las coincidencias de la sinuosa acción pública y la estética literaria de Elena Garro con muchas de las ideas y actitudes de autores identificados bajo el arco de la Revolución Conservadora son perturbadoras. Como algunos de los filósofos y escritores alemanes contrarios a la democratización parlamentaria de Alemania a través del gobierno republicano de Weimar, Garro practicó una Zeitkritik, una crítica del tiempo. Sus principios axiales: el transcurso hacia la modernidad no es inexorable, el eterno retorno es factible, la democracia no es necesariamente el futuro ni el fin común. En Los recuerdos del porvenir esta resulta más que evidente. Por algo su frase más célebre sintetiza esa visión: “la Revolución estalló en una mañana y las puertas del tiempo se abrieron para nosotros.”

* Compárese Los recuerdos del porvenir con Eumeswil, una de las novelas más enigmáticas de Ernst Jünger. En ambas hay trasuntos, parodias, alegorías y símbolos. Garro fue un anarca, un rebelde, un corazón aventurero como lo pidió Jünger. No es extraño que el novelista alemán, emblema de los más exquisitos creadores de la Revolución Conservadora, haya encontrado un lugar en el entorno íntimo de Elena Garro y Helena Paz Garro, a quien el autor de Tormentas de acero dedicó un célebre prólogo para una recolección de poema. 

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