martes, 25 de octubre de 2011

Cuando el poder se sirve del carisma

25/Octubre/2011
El Universal
Yanet Aguilar Sosa

Para el historiador Enrique Krauze, la sola idea de redimir políticamente implica la toma del poder. “El poder lo buscaron Lenin, Trotsky, Stalin, Castro, lo buscaron los sandinistas. Todos los que se meten al camino de la revolución o la defienden, están buscando que la revolución triunfe y lleguen al poder, y desde allí, instaurar un régimen nuevo”.

Esa es la idea central de su libro Redentores. Ideas y poder en América Latina (Debate, 2011), en el que al más puro estilo de Isaiah Berlin, congrega 12 ensayos biográficos de “redentores” latinoamericanos como Hugo Chávez, Samuel Ruiz, el Subcomandante Marcos, José Martí, Ernesto Che Guevara, Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y José Vasconcelos.

En entrevista con EL UNIVERSAL, el historiador y ensayista habla sobre poder, revolución, democracia, redención, neoliberalismo e ideas políticas encarnadas en seres humanos que persiguen el poder, pues dice que “la figura del redentor, en el sentido específico de vincular la doctrina con el culto a la personalidad, indefectiblemente entra en conflicto con los ideales de la democracia”.

El director de Letras Libres y Clío, asegura que las pasiones y las creencias que tuvieron los redentores que estudió no se mueven dentro de parámetros democráticos; opina que sólo en el caso de Mario Vargas Llosa y Octavio Paz éstos “desembocaron o redescubrieron la democracia liberal como el mejor sistema que los humanos hemos inventado para vivir”. No cita en ese caso a García Márquez.

¿Redención y democracia? La redención está peleada con la democracia?

Así se llamó el primer número de Letras libres y tenía a Samuel Ruiz en la portada. Yo creo que el impulso redentor por más generoso y genuino que sea es una intromisión del universo religioso en la vida cívica y social, y que esa intromisión siempre es negativa, a menos de que tenga límites muy precisos y claros.

Por ejemplo, Javier Sicilia no se siente un redentor porque no busca el poder, quiere mejorar la vida cívica y darle voz a las víctimas, es un movimiento que tiene inspiración religiosa pero sirve a la democracia. Sin embargo, en América Latina ha habido muchas figuras que han tenido la misma inspiración religiosa pero buscan el poder, esa es una utilización del carisma, de la fe de las personas y del culto de la personalidad para la búsqueda del poder.

Hay dos elementos que son peligrosos, las bodas del dogmatismo ideológico y el culto a la personalidad. Si una persona tiene esas dos cosas, estamos en problemas. Por eso en este libro lo que yo estoy objetando son las bodas siniestras entre la doctrina y el culto al caudillo, bodas que se resumen en la palabra redentor.

¿América Latina es un continente de redentores?

El tema de la persistencia de la idea literaria en América Latina, pero sobre todo de su historia, me ha interesado mucho, creo que además la vinculación de la doctrina revolucionaria y del culto a la personalidad produce esas figuras redentoras.

Este es un libro que no fue planeado a la manera académica, sino que salió de mi propia voluntad de crítica, que me fue llevando de atrás para adelante a estudiar varios personajes; creo que hay una hilación entre ellos y que muchos temas que aparecen al principio van a tener ecos, sutilmente, en las vidas posteriores; es decir, lo que se plantó a principios del siglo XX se cosechó al final de la centuria.

Son 12 redentores con orígenes y pensamientos muy diversos

Hay poetas, novelistas, revolucionarios, guerrilleros, presidentes, sacerdotes, ensayistas, pensadores, educadores, pero en todos existe o existió en mayor o menor medida la llama de la revolución, algunos se volvieron contra ella, otros persistieron en ella hasta el final, algunos la criticaron, otros la defendieron con sus obras, con sus vidas, con sus escritos, pero aunque sean muy disímbolos, esa diversidad de personajes en el libro es deliberada, yo quise presentar un mural biográfico representativo. Además, creo que para otras culturas interesadas en América Latina era necesario dar una visión que retratara la heterogeneidad de personajes en la que esta pasión encarnó. Claro que me pueden decir que podría haber otros personajes, pero este es mi elenco y un escritor tiene derecho a formar su elenco.

¿Por qué escribir sobre poder y redención en estos tiempos?

El libro se empezó a hacer curiosamente de atrás para adelante. En los años de Letras Libres fui escribiendo diversos ensayos biográficos, críticos, analíticos, de historia de las ideas y de biografía entorno a personajes como Samuel Ruiz, como el Subcomandante Marcos, el Che Guevara, Eva Perón, Hugo Chávez y de escritores como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, en cada caso hubo un disparador.

La persistencia de la rebelión zapatista explica mi interés por Ruiz y Marcos, que eran muy importantes a finales del siglo XX y principios del XXI; luego este revivir de Eva Perón y el Che Guevara en el cine y la literatura que sobrevino a principios del siglo XXI; después, la autobiografía de García Márquez, luego La fiesta del chivo, el libro de Vargas Llosa, y finalmente, la radicalización creciente del régimen venezolano.

Frente a todos estos fenómenos literarios, mediáticos, guerrilleros, revolucionarios y políticos, Letras Libres como órgano liberal y yo mismo en mi obra, reaccioné escribiendo con el tipo de instrumento y enfoque que acostumbro. En el caso de Chávez escribí un libro completo.

¿Todos con distintas maneras de entender la revolución?

Martí no era un escritor tan revolucionario, su utopía era crear una constelación de repúblicas liberales y democráticas en América Latina, aunque para liberar a su país, sí pensó en una revolución de independencia.

Vasconcelos fue un protagonista, mientras que Paz fue hijo de la Revolución Mexicana, él jamás renegó de la Revolución, como sí lo hizo de cierta forma Vasconcelos, aunque siguió siendo maderista, recordemos que México vivió muchas revoluciones.

Sí, son distintas formas de entender este fenómeno de la revolución como un advenimiento de violencia social que promete cambiar de una vez por todas la vida de los países, pero que en general resulta contraproducente porque no sólo no la cambia, sino que la empeora y acaba instalando una dictadura peor que la que removió.

Por eso siempre he sido un convencido de que la mejor ruta para estos países es la vía de reformar las vidas social, política y económica de manera pacífica y esto sólo se logra dentro de instituciones democráticas, como las que la mayoría de los países de América Latina llevan 20 años ensayando, creo yo, con bastante éxito.

Octavio Paz es el centro de este libro pero ¿por qué aún muerto sigue protagonizando polémicas?

Octavio Paz está en el centro de esta historia porque está en el centro de la historia política e intelectual de América, porque su vida y la de su abuelo y la de su padre son emblemáticas del larguísimo arco que va del mundo liberal al revolucionario mexicano y la vuelta de Octavio Paz a las ideas liberales de su abuelo.

Claro que he defendido y sigo defendiendo a Paz, no porque lo necesite, Paz se defiende solo por su obra, pero hay que defenderlo de dos infundios: que era un hombre de derecha y que fue servil o que se supeditó al gobierno de Carlos Salinas de Gortari.

Octavio Paz jamás fue un hombre de derecha, nunca abrazó el ideario neoliberal, ni Letras Libres ni Vuelta abrazaron nunca el ideario neoliberal. Yo jamás he creído en el neoliberalismo como solución.

Octavio Paz no estaba con la Iglesia, ni defendía la plutocracia, ni tenía ideas neoliberales; la palabra derechista nunca le quedó, era un hombre de izquierda, crítico de la izquierda, quería cambiar la mentalidad de los intelectuales, los periódicos y los académicos de México, esos eran sus interlocutores.

El segundo infundio es que Octavio Paz fue servil o se supeditó a algún gobierno, en particular al de ese ex presidente cuyo nombre no voy a decir, pero que ahora se empeña en seguir escribiendo tabiques para ganar una credibilidad que el pueblo mexicano ya le negó para siempre.

Octavio Paz creyó un tiempo en ese régimen porque tuvo aspectos positivos en su comienzo y porque implicaba reformas económicas que eran necesarias, pero se decepcionó profundamente del modo en que monopolizó la política, y de la corrupción que finalmente caracterizó ese gobierno.

Paz jamás se supeditó ni a ese ni a ningún otro gobierno, nunca aceptó dádivas, puestos de ninguna índole; cuando estuvo en el servicio diplomático lo hizo con enorme dignidad y sin detrimento de su conciencia crítica, de modo que 13 años después de su muerte he querido salir en defensa de ese mexicano que considero el más extraordinario de toda nuestra historia literaria y el escritor más notable; un hombre de una rectitud sin tacha.

¿A partir de Paz reunió a estos otros redentores?

Para eso me metí a estudiar su biografía, que está hondamente arraigada en el siglo XX e incluso en el XIX y una vez terminado eso me pregunté ¿atrás de Paz quiénes son las figuras del pensamiento latinoamericano y del nacionalismo iberoamericano más representativas? y me pareció que estaban esos cuatro profetas, esos cuatro Josés: Martí, Rodó, Vasconcelos y Mariátegui, que cada uno de distinta manera ejemplifican rasgos de la historia, la idea y de la pasión revolucionaria en América Latina.

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