sábado, 19 de noviembre de 2011

Un novelista se columpiaba…

19/Noviembre/2011
Laberinto
Heriberto Yépez

El núcleo del escritor latinoamericano actual es su despolitización.

Rechaza certezas o grandes proyectos. De la Patagonia hasta México, las dictaduras triunfaron: desalentaron a ciudadanías completas a involucrarse con lo político de modo público, y los escritores nacidos en la Guerra Fría introyectaron la censura y la volvieron credo literario. Régimen de facto convertido en poética con éxito.

Incluso dicen abiertamente no sentir necesidad de escribir sobre sus países.

La mayoría de los escritores latinoamericanos que figuran en listas o neo-cánones o pertenecen a clases sociales que pueden darse el lujo de ignorar su realidad social o pertenecen a la mentalidad creada por el sistema económico y político restrictivo. La clase media mental.

Cuando los discriminados, migrantes, desplazados, indígenas, mujeres pobres, sobrantes, ilegales o rechazados escriban hasta volverse innegables, entonces, habrá una renovación radical de la literatura continental; mientras la literatura siga en manos de la clase literaria no habrá cambio hondo. Esa clase ya dio lo que tenía que dar.

Lo que seguía después del Boom y las crisis económicas era que la escritura en el continente fuese hecha desde sectores e individuos diversos a los que habían ejercido las letras.

La narrativa latinoamericana se estancó al no ocurrir esa renovación social de su campo.

Sin ese motor, los narradores de esa generación deliberadamente tomaron la ruta edípica y se esculpieron a la inversa del Boom. Si el Boom era político y ligado a la Revolución, esta generación programáticamente no quiso tener proyecto histórico o utopía.

Sin ímpetu social drástico, el Escritor Araña —como se le bautizó— recurrió a la respiración artificial para recobrar vida.

Y su oxígeno no proviene siquiera del tanque socio-literario sino del cubrebocas del avión en picada de lo literario-mediático.

El Boom no tuvo sombras. Con Borges, Carpentier, Rulfo o Cortázar se fundó realmente la narrativa latinoamericana; en cambio, cuando la camada posterior apareció, ya existía Macondo.

Un gran escritor es un demiurgo; los escritores en problemas, parricidas.

Al escribir, tienen al canon hasta el cuello. Y cada vez que teclean —expertos en redes— no pueden olvidar todo lo que saben. Y saben poco o saben mucho. Pero siempre saben demasiado.

Escribir nunca ocurre en una hoja en blanco. Pero escribir olvida todo lo que ha leído.

El mal que aqueja al Escritor Araña es que no puede dejar de compararse y, por ende, “diferenciarse”. Tiene demasiadas referencias. (Para ella o él, todo es “relativo”). Evita ser o escribir como. Se siente en la necesidad de ser un performance de “Novedad”.

El defecto del Escritor Araña es su memoria paquidérmica.

Lo que se columpia en la tela no es el Escritor Araña sino el Escritor Elefante.

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