sábado, 12 de noviembre de 2011

Inteligencias creadoras

12/Noviembre/2011
Laberinto
Armando González Torres

Ese choque de conciencia, esa mezcla de intuición intelectual, efusión estética y un gramo de locura, lo asalta en los lugares más inhóspitos. En la antesala de un encuentro burocrático, en el autobús repleto, o hasta en la regadera, aparecen de repente una aprehensión luminosa o una analogía inusitada, que exigen perentoriamente una memoria y que lo obligan a tomar apuntes compulsivos en pos de retener algo de la ráfaga de palabras y conceptos. La creatividad artística se caracteriza, entre otras cosas, por observar nuevos rasgos de la realidad, identificar semejanzas, integrar bloques de emoción e información, reconfigurar la memoria o inventar valores y significados. Esta actividad es depositaria de muchos de los prestigios del misterio, pues es atribuida a una inspiración prodigiosa y se liga al rapto y la epifanía. Frecuentemente, la creatividad en el arte se asocia, más que a un proceso, a una personalidad, a un ser iluminado, sensible al extremo, dispuesto a romper formas y normas de percepción habitual. No todo es placentero en la creación y hay fases sinuosas y demonios que acechan el proceso. Según reza el estereotipo, al lado de su don, el ser creativo lleva su condena: la dificultad para transigir con las convenciones, las tortuosas relaciones interpersonales y las frecuentes neurosis y depresiones. Por supuesto, hay quienes desconfían de ese hado desordenado, oscuro y anárquico que patrocina la noción romántica del genio y del artista y que vuelve a muchos creadores desde simplemente chocantes hasta desventuradamente trágicos. Para los escépticos del genio, la creatividad es, más que nada, producto de una formación y una disciplina rigurosas. Para algunos, incluso, el acto creativo es fácilmente replicable con determinados ambientes, métodos de inducción y prácticas pedagógicas y la creatividad artística es susceptible de democratizarse, de inocularse en cualquier individuo y de utilizarse pragmáticamente como receta para ascender en la oficina o mejorar las ventas de la empresa.

Quizá lo más cercano a la realidad sea una concepción intermedia que eluda los extremos de mitificación del artista o de mecanización de la creatividad. Porque si bien la creatividad acude de manera azarosa, en intuiciones, en sueños o en diálogos casuales, no desdeña la planeación y la construcción lenta y meditada. De modo que la fuerza creadora emana de diversas fuentes y puede transcurrir entre la deliberación y la improvisación, entre la búsqueda intencionada y el hallazgo fortuito, entre el rigor y la espontaneidad, entre la autorrealización y la autodestrucción. En el acto creativo se conjuntan conocimientos conscientes y anécdotas sepultadas y remotas, voluntad de forma y deseos inextricables, formas de simpatía y resabios de odio. Hay en la creación, al mismo tiempo, introspección personal e indagación universal que, al vislumbrar formas hipotéticas de existencia, redimen la realidad con la novedad y la belleza.

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