lunes, 21 de noviembre de 2011

“Era un hombre hecho de escritura y espero que se conozca más”

21/Noviembre/2011
El Universal
Alida Piñón

Adriana Jiménez luce tranquila. Por momentos, pese a estar rodeada de muchas personas, su semblante podría ser la descripción de la soledad. En algunos instantes, sonríe. Es la viuda del escritor Daniel Sada, fallecido la noche del viernes. El sábado por la tarde aceptó conceder esta entrevista.

Deben ser incalculables los recuerdos a su lado, ¿cuál es el que ahora viene a su memoria?

Le gustaba mucho darme a leer su material y me pedía que fuera acuciosa. Muchas veces leímos juntos su trabajo y algunas veces yo leía en voz lo que había escrito. Él se concentraba mucho, siempre quería llegar a la perfección, entonces, verdaderamente, teníamos discusiones muy amplias acerca de un punto y coma, o de un término. Se lo tomaba tan en serio, que podíamos estar hablado horas acerca de qué vocablo convenía más, si era mejor una aposiopesis –una figura retórica que a él le gustaba mucho usar-, o en qué momento convenía una elipsis.

Era un hombre muy apasionado y como a mí también me gustaba mucho, pues eran discusiones muy fértiles que gozábamos mucho.

¿Había más alegría que tensión en esas discusiones?

¡Sí, por supuesto! Sí había tensión pero era muy sana, porque estábamos haciendo el trabajo que a él le gustaba. La escritura era todo para él, pero sí llegaban a ser muy divertidos esos momentos. Mi esposo era un hombre divertido, lúdico, un hombre muy gozoso. Recordarlo así, juguetón, me satisface mucho en estos momentos.

¿Esa fue de las razones por las que se enamoró de él?

La verdad es que cuando lo conocí…. me gustó (ríe). El nacimiento de este amor fue algo muy elemental, pero en ese momento no pasó nada. Cinco años después de que nos conocimos, nos volvimos a encontrar, me pidió mi teléfono y empezamos a salir. Él me cortejaba, me llevaba flores, perfumes, figuritas de porcelana. Tiempo después lo empecé a leer y me deslumbró, aún sigo deslumbrada. Así que al principio me gustó como hombre. Después me conquistó de una manera absolutamente romántica, anacrónica y deliciosamente cursi. Mi admiración por el gran artista llegó después.

¿Cuál es la obra que, por su estructura, tema o lo que existe alrededor de su construcción, es la que le gusta más?

Los críticos han dicho que Porque parece mentira la verdad nunca se sabe es su obra maestra, coincido totalmente. Es un libro que disfruté muchísimo, lo platicamos mucho. Recuerdo que nos acabábamos de casar y para mí era deslumbrante ver la manera en que él escribía, sólo viendo sus ojos me daba cuenta de que no estaba ahí, sino en un lugar que él llamaba su paisaje interior, gozando de una manera increíble tanto el tema como la estructura, porque es una novela extremadamente compleja. Es, definitivamente, mi obra favorita y me alegra tanto que se le haya reconocido como su obra maestra porque eso es justo lo que es.

¿Qué decir de él como papá?

¡Ah, un papá tan amoroso! Le hacía caballito a la niña y le gustaba mucho cantarle una canción que a él le cantaban cuando era niño. Nuestra hija estaba muy orgullosa de él, fue un papá muy entrañable y muy dulce.

¿Qué le gustaría que se recordara de él, como escritor?

Su trabajo de orfebrería, ese cuidado en la forma. Para él, arte era forma. Por supuesto que también aclaraba que había que contar una historia, pero la forma era esencial.

Espero que lean más su obra porque es muy disfrutable, tiene una gran calidad, un deslumbrante manejo lingüístico y sintáctico, así como un léxico extraordinario y un sentido del humor único.

Su mirada siempre tuvo una gran profundidad. Daniel era un hombre hecho de escritura y espero que se conozca más.

¿Le sorprende que la noticia de su fallecimiento sea una de las más leídas en los portales de los periódicos y de las más comentadas en redes sociales?

Me lo han comentado y es un enorme consuelo en estos momentos, pero creo que es comprensible porque con frecuencia es hasta que un artista fallece, cuando se le pondera en toda la extensión de la palabra. Me sorprende gratamente, pero no me asombra. Creo que él habría sido muy feliz si se hubiera dado cuenta de las repercusiones de su nombre.

Debido a que la enfermedad fue larga, ¿cree que estaba listo para partir?

Sí, estaba consciente de lo que estaba pasando. Nunca perdió la lucidez y, aunque me duela, sí creo que estaba listo para partir. Por supuesto que había proyectos, pero creo que en el fondo él sabía que las cosas iban a terminar así.

Las dificultades económicas que padecieron, ¿de algún modo podrían ser un llamado para que los legisladores analicen con más rapidez una ley de seguridad social para creadores?

Ese tema fue muy conflictivo para mí. Cuando enfermó requirió de una atención constante, todos nuestros ingresos desaparecieron. La situación fue realmente muy difícil, por eso acepté la iniciativa de algunos buenos amigos que decidieron pedir apoyo. Me provoca sentimientos muy conflictivos, me duele, al principio yo no quería.

El trabajo intelectual y artístico es tan arduo, tan especializado como el que más. Requiere una entrega total, una formación continua de alta especialización, como todo trabajo bien hecho. Es lícito estar bien protegido y por eso es muy deseable que de verdad se contemple la posibilidad de asegurar a los creadores. Él no tenía seguro, pero yo sí, por eso fue atendido en el ISSSTE.

Debo agradecer el apoyo de mucha gente, y decir que el Conaculta nos apoyó, el Gobierno del Distrito Federal, la Secretaría de Salud, pero todo esto sí debería institucionalizarse, es una demanda legítima.

¿Por qué sus cenizas descansaran en Coahuila?

Desde hace mucho me dijo que quería se hiciera mi voluntad, cuando él faltara. Pensar en Coahuila me pareció algo bello porque él creció ahí, fue donde se formó con una maestra extraordinaria que le enseñó retórica, métrica y muchas cosas.

Además, siempre me dijo que fue muy feliz ahí, en Sacramento. Ahí se sentía muy libre, siempre tuvo recuerdos felices de ese lugar, ahí también nació su literatura. Solía decir que la lengua de un escritor, era la lengua del lugar donde creció. Ahí está el origen de su literatura, así que es el lugar adecuado.

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