domingo, 11 de marzo de 2012

Vestidas para cronicar

11/Marzo/2012
El Universal
Yanet Aguilar Sosa

Ellas siempre van más allá de lo aparente, retratan acciones y hechos, cuentan historias, detestan la nota dura y la declaración de funcionarios, aspiran a que el lector vaya más allá de los hechos que narran, luchan por orillarlo a la reflexión. Son mujeres que ejercen la crónica en México, en tiempos de violencia.

No existen temas que a ellas les sean ajenos, escriben lo mismo de la inseguridad que de las víctimas de la violencia, retratan la injusticia, la pobreza y el narcotráfico.

Para ellas, la diferencia respecto a sus colegas varones no está en los temas que abordan, sino en la sensibilidad con que lo hacen, saben meterse en la piel de los protagonistas.

Rebasan los 40 años de edad y han pisado varias redacciones -en su mayoría son freelance-, sus procedencias son distintas pero sus anhelos son semejantes: quieren ante todo contar historias, aunque pongan en riesgo el pellejo.

Marcela Turati, Magali Tercero, Daniela Pastrana, Mariana Martínez y Lidyette Carrión ejercen la crónica con la misma convicción que la ha ejercido Alma Guillermoprieto, la reconocida cronista mexicana a quien siguen y leen, a cuyos textos regresan de tanto en tanto.

Coinciden con Guillermoprieto en el poder del periodismo narrativo frente a la información dura. Ella ha dicho: "Las historias permiten que el lector pueda pensar sin reservas, entender realmente algo", y siguen siempre sus lecciones: mezclar la información recopilada con observación, análisis y reacciones personales.

Con todo, son pocas las mujeres mexicanas que ejercen la crónica, e incluso, Daniela Pastrana afirma que la crónica es una palabra muy grande "que en México estamos muy poco acostumbrados a valorarla como lo que es, contrario a otros países donde se les da mucho más valor al cronista".

Para la periodista mexicana que colabora con la agencia IPS, la crónica en México está en proceso de maduración, "aún no puedo contar a muchos cronistas, pero soy parte de una generación de reporteros interesados en el periodismo narrativo y en encontrar nuevas formas de presentar el periodismo escrito".

En su afán por fortalecerla han emprendido talleres y hasta redes, por eso nació Periodistas de a pie, una red de periodistas sociales impulsada por Marcela Turati, quien recuerda que nunca pudo escribir una nota dura: "Me mandaban a una conferencia y les traía una historia, entonces me empezaron a dejar hacer crónica". Casi que es la historia de todas.

¿Género sin sexo?

Si Magali Tercero asegura que la crónica es sobre todo crónica y no tiene sexo, Mariana Martínez Estens, quien trabaja en Tijuana, afirma que siempre se busca una voz "neutral" para tratar de no ser discriminada o tachada de feminista, "pero eso no tiene sentido porque forzosamente vemos las cosas desde nuestras propias circunstancias y una de ellas, entre muchas otras, es ser mujer".

Justamente, Marcela Turati no tiene empacho en decir que ella lee mucho a periodistas mujeres y siente que dan algo distinto.

"Creo que nosotras las mujeres nos metemos más por debajo de la piel, que podemos tocar la gama de sentimientos de mejor manera, no es que los hombres no puedan, pero nosotras nos fijamos en otras cosas que son mas emocionales", asegura la periodista.

La reportera de Proceso afirma que las cronistas mujeres dan cuenta en sus textos de más detalles: "Creo que muchos hombres se quedan en la acción y en el discurso, pero creo que nosotras damos un brinquito hacia adentro, hacia el corazón".

También hay una manera distinta de enfrentarse a los hechos, dice, empatizan más fácil con la gente a la que entrevistan, "también he desarrollado métodos para tratar de no agrandar la herida, de no tocarlas tan directamente y no dejarlas abiertas, sobre todo cuando son las víctimas de la violencia, huérfanos, madres de hijos desaparecidos, viudas e hijas de asesinados". Hay gente que ha dejado de leerlas porque les duele mucho cómo lo cuentan.

Aunque comenzaron -salvo Magali Tercero- en la fuente social, donde hablaban de pobreza, marginación y drogas, pronto entraron a derechos humanos y luego inseguridad, violencia, narcotráfico. Lydiette Carrión, columnista de EL UNIVERSAL GRÁFICO, despliega sus relatos desde las fuentes, es acuciosa lectora de los expedientes judiciales.

A Mariana Martínez los temas le han sido determinados por su lugar de origen, no trabaja en el DF sino en Tijuana y por ello le ha tocado "cubrir migración, tráfico de personas, drogas, temas de salud binacional y en los últimos cinco años, pues un chingo de violencia".

¿Cómo enfrentar la violencia?

Hacer la crónica de lo que trae consigo la violencia es tremendo. Marcela Turati está en la etapa de preguntarse cómo se cura del dolor o si se puede curar, cómo no involucrarse o salir intacta. Ha hablado con psicólogos, con sus amigos jesuitas, con sus amigas reporteras que pasan por lo mismo, ha asistido a talleres de autocuidado emocional o sobre cómo maniobrar con estos temas.

"Todo mundo me dice que tengo que cambiar de temas, yo sé que tengo que diversificarme y lo hago pero luego siento que hay una urgencia de contar lo que está pasando y regreso siempre al tema de las víctimas de la violencia, a veces me voy en silencio a mi casa en Chihuahua o la playa, pero no es fácil", cuenta la cronista.

Hace poco tiempo entrevistó a Elena Poniatowska y le preguntó cómo le hizo cuando hablaba con las madres de los desaparecidos o las víctimas del terremoto, ella le dijo que eso nunca se olvida, que no hay vacuna, que uno carga eso toda la vida.

Le dijo: "Durante años y al paso del tiempo te vas a dar cuenta cómo te afectó" y le contó que tras el sismo ella se sentía como una víctima, como damnificada, que estaba como en emergencia, pero un buen día se dio cuenta de que las víctimas ya habían hecho sus casas, retomado su vida, que seguían su ciclo y que ella se había quedado parada y que entonces, en ese momento, ella reaccionó.

"Lo que más siento que me ayuda, aunque no sé qué digan los psicólogos, es asistir a encuentros de familiares de víctimas, donde ellos aprenden a investigar y cuentan lo que les ha ayudado a salir adelante y cómo se apoyan; ver cuando ellos se organizan y ver cómo se consuelan me deja muy contenta y es como un alivio, siento que hay esperanza, pensar que vamos a salir adelante de todo esto aunque se está tardando mucho", confiesa Marcela Turati.

Ser cronista en nuestro país es lidiar con la violencia, que no es fácil, exige capacitación. Mariana Martínez afirma que ella se ha dado a la tarea de aprender de todo: "La cadena del tráfico de marihuana, de la semilla al porrito, las tendencias de viaje de jóvenes mexicanos y las comunidades ecológicas en zonas apartadas", entre otras.

Las cronistas mexicanas "jóvenes", las que rondan entre los 40 o 50 años de edad, se han diversificado, pero no pueden evitar estar inmersas en la violencia, sus fuentes y asignaciones "sociales" han pasado a política, nota roja o narcotráfico; en una palabra: violencia. Y eso no las amedrenta.

Magali Tercero, la más alejada de estas cinco de las asignaciones sobre narcotráfico, también escribe del narco, pues una de sus líneas de trabajo está en la vida cotidiana de los estados del país con mayor violencia, es ella la mayor de todas y la que mira a sus colegas:

"La temática de las cronistas mujeres tal vez ha cambiado al cambiar las generaciones porque el mundo se ha abierto cada vez hacia la mujer, la mujer está ya más integrada a todos los aspectos del quehacer humano, pero creo que en general el interés por los diversos temas es el mismo", concluye Tercero, quien es la autora de Cuando llegaron los bárbaros. Vida cotidiana y narcotráfico.

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