sábado, 10 de marzo de 2012

Números y letras

10/Marzo/2012
Laberinto
David Toscana

En las escuelas, las matemáticas llevan un orden lógico y creciente desde el preescolar hasta la universidad; en cambio las letras pierden la brújula desde la primaria, el avance se vuelve lento y desorganizado. Al salir de la preparatoria se conoce el teorema de Pitágoras, pero ningún verso de Homero; se trabaja con las leyes de Newton, pero ¿quién diablos es Shakespeare?, se sabe factorizar pero no versificar; se habla de números imaginarios que dan resultados certeros, pero la imaginación de Kafka es apenas una quimera; Euclides sigue siendo claro, pero a Cervantes ya no lo entendemos.

El número es útil, por eso debe entrar aunque sea con sangre; pero la palabra es inútil, por eso sólo ha de entrar con placer, y como no hay placer, la dejamos fuera.

Y es que las escuelas son fábricas de empleados obedientes, que saben que dos más dos siempre da cuatro porque esas son las reglas. Por su parte, en las letras no hay reglas más allá de la gramática. En las letras hay libertad, imaginación y belleza. Sin embargo, con Chéjov no se ponen ladrillos, ni con Flaubert se maneja un taxi, ni con Rulfo se acomodan cajas en una bodega, ni con Dostoievski se obedece al jefe, ni con Dante sale el pronóstico de ventas, ni con Borges le aumentan a uno el sueldo.

Entonces debe ser bueno que haya más números y menos letras.

Nada estoy argumentando contra las ciencias exactas, pero éstas son poca cosa si no se tiene en la cabeza el mundo de las palabras, de las artes, de todas las humanidades. Es más, me atrevo a decir que las matemáticas no están hechas de números, sino de palabras. Cuando vemos, por ejemplo, la operación: “5 x 8 = 40”, no se trata sino de símbolos que representan las palabras “cinco por ocho es igual a cuarenta”.

La mente se plantea con palabras los problemas físicos y matemáticos. Sólo sabe dialogar consigo misma mediante las palabras.

Sabemos que Einstein no fue el mejor físico de su época en cuanto a sus habilidades con los números; sin embargo fue el más creativo, fue quien supo concebir ciertos fenómenos desde una perspectiva distinta. Esto seguramente se lo dio su inclinación por las artes, en especial la poesía y la música.

Otra razón por la que los números tienen privilegios en las escuelas, es que son sencillos de enseñar y, sobre todo, de evaluar. La raíz cuadrada de cien es diez, o menos diez. No hay vuelta de hoja. Cualquier otra respuesta es errónea. En cambio, el maestro no puede tener certezas ante un chico que le dice: “Me parece que el trastorno de don Quijote no proviene de los libros de caballería sino de su fe católica”. Por descabellada que parezca, es una idea digna de discutirse.

Las letras son incómodas en la escuela, pues el maestro pierde autoridad. Las letras son peligrosas en el mundo, porque las autoridades pierden autoridad.

El tema viene otra vez al caso porque, bendito sea dios, este año cambiaremos presidente. Voy a suponer que al siguiente mandatario le importa la educación. La semana entrante le diré cómo desentaradar a los alumnos, y de paso a los maestros; la manera más sencilla de convertir nuestro pésimo sistema educativo en algo digno.

Nomás es cosa de tener ganas.

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