sábado, 21 de enero de 2012

Vulgar y prosaico

21/Enero/2012
Laberinto
David Toscana

No sé en qué momento el adjetivo venido de la prosa se convirtió en sinónimo de vulgaridad. Decir que algo es prosaico equivale a denostarlo. Decir, en cambio, que es poético, corresponde a ensalzarlo.

En la tierra donde ahora vivo es común el uso de la palabra “poesía” a modo de exclamación. Cuando alguien prueba algo delicioso puede decir: ¡Poesía!

Como novelista, esto me llena de celos e indignación, mas han resultado inútiles mis intentos por dignificar el oficio del prosista. El ama de casa en turno siempre ha recibido con desagrado mi ensayo de exclamar ¡prosa! cuando pruebo un buen chamorro de cerdo o un huachinango en mantequilla u otra exquisitez. Acaso piensa que estoy haciendo un brindis en alemán.

Nunca vi la película de Lagunilla, mi barrio, pero en un corto que se repitió hasta el cansancio, Leticia Perdigón decía: “No seas vulgar y prosaico”.

Ya de entrada, la frase es redundante, pues una y otra cosa son sinónimos. Mas yo quisiera que no lo fueran, que, digamos, prosa poética fuese un término tan elogioso como poesía prosaica.

Mis amigos de la Real Academia Española tratan de remediar este asunto, pues en la versión actual de su diccionario, definen prosaico como: 1. Perteneciente o relativo a la prosa. 2. Escrito en prosa. 3. Dicho de una obra poética o de cualquiera de sus partes: que adolece de prosaísmo. 4. Dicho de personas y de ciertas cosas: faltas de idealidad o elevación. 5. Insulso, vulgar.

¿Qué hicieron para evitar mis penas? En la siguiente edición habrán de retirar las primeras dos acepciones. O dicho de otro modo, prosaico seguirá siendo vulgar, pero ya no se relaciona con la prosa. Para esto, ahora el adjetivo es “prosístico”. Están borrando las huellas del crimen.

Montaigne le da una ambigua equivalencia a ambas formas de expresarse al decir: “Mil poetas se arrastran y languidecen prosaicamente; mas la mejor prosa entre los antiguos resplandece siempre con el vigor y arrojo poéticos, y representa en algún modo el furor de la poesía”.

Quizá la buena prosa pueda ser como la buena poesía, pero la mala poesía es peor que la mala prosa.

Existe un libro que se llama Versos chuecos, una compilación de Daniel Samper con lo peor de la poesía. A veces me da tentación leerlo. También pienso que no tiene caso perder el tiempo con una antología que expresamente reúne textos infames.

La música popular nos demuestra que es mejor cantar boberías y lugares comunes que ser un mal poeta. Ahora me viene a la cabeza eso de “Seré la gata bajo la lluvia y maullaré por ti”. Fue una conexión espontánea porque los ejemplos serían muchísimos.

Entre la poesía fallida solemos recordar a aquel poeta coahuilense que metía a la madre en el lecho nupcial en un acto que no desciframos si era puro o perverso. Y sin embargo me gusta mucho la última estrofa del “Nocturno a Rosario”.

En fin, lo que quiero hacer es un llamado a mis compañeros novelistas para que cuando prueben algo delicioso, vean pasar una belleza, o se sientan ganas de brindar por la vida, digan: ¡Prosa!

Y a fuerza de repetirlo, lo prosaico será poético.

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