miércoles, 13 de julio de 2011

Soy un escritor de filigrana: Daniel Sada

13/Julio/2011
La Jornada
Ángel Vargas

Sólo hay dos tipos de escritores: los que exhiben el artificio y los que lo esconden. Al menos eso piensa Daniel Sada, uno de los autores en lengua española que mejor tratan el lenguaje, según la crítica especializada, que describe su literatura como un ejercicio barroco.

Me considero entre los escritores que se muestran; de plano me expongo a todo, a que me puedan rechazar. Cuando uno exhibe el artificio se corre el riesgo de que sea fallido; pero cuando es eficaz, resulta maravilloso, señala el también cuentista y poeta bajacaliforniano, nacido en 1953.

“Escogí un camino hecho de filigrana, pero a veces me pongo a pensar qué tal si hubiera optado por otro; uno llano, donde sólo me supeditara a la anécdota, ¿qué pasaría conmigo?

En primer lugar, estoy seguro, no lo podría hacer, no estoy cargado de simplicidad. Y, en segundo, no puedo ser otro autor. Soy fiel a mis monstruos; más que a éstos, a mis demonios. Simplemente otras formas no me salen, aunque sí he publicado algunas cosas dentro de esa línea más sencilla.

Las anteriores precisiones tienen lugar durante la entrevista que Daniel Sada concedió a La Jornada con motivo de su nueva novela, A la vista, la cual aparecerá en septiembre de manera simultánea en México y España.

Historias en ebullición

Desde febrero pasado, el maestro lucha contra una grave enfermedad, por lo cual ha dejado prácticamente de escribir, si bien asegura que son varias las ideas y las historias que merodean su mente, en espera de ser llevadas al papel.

Siempre tengo ánimo de escribir. Una cosa es que pueda y otra que no. Pero siempre me bullen las historias, siempre estoy pensando en las que podría escribir. Aunque ahorita estoy dedicado casi al ciento por ciento a mi enfermedad.

Editado por Anagrama, en este nuevo libro el escritor profundiza en el sentido de la tragedia, a la manera en que fue concebida por los griegos y también por William Shakespeare, si bien la dota de una aportación personal: la noción del arrepentimiento.

Se trata de la historia de un hombre que no quiere trabajar, pero al mismo tiempo no desea exhibir su realidad. Él cometió un asesinato; junto con un compañero del trabajo mataron al patrón, pero lo hicieron de forma precipitada, sin planear bien los hechos. Así es como toda la novela gira en torno a la culpa de ese sujeto, cuenta.

Basada en el caso real de un asesino que conoció hace 30 años, el autor destaca que A la vista no se trata de una tragicomedia, a diferencia de sus novelas anteriores.

Es más bien una tragedia, porque no hay asideros ni escapatorias. En la tragicomedia de algún modo las cosas se resuelven parcialmente, pero en este libro no ocurre eso, sostiene.

“Quería seguir los lineamientos de la tragedia griega, que son la mímesis y la catarsis, pero también un poco la dinámica de Shakespeare, en cuyas tragedias siempre hay un camino, pero en un momento dado el personaje puede optar por otro, aunque una vez que lo hace ya no puede renunciar.

Esa es la novedad que Shakespeare incorporó. En mi libro el personaje opta por una vía, pero después se arrepiente. Ése es el factor que agrego yo: el arrepentimiento, lo cual no hizo ese poeta inglés.


Esta incorporación del arrepentimiento a la tragedia tiene como propósito conferir a la misma un toque de comedia, explica Daniel Sada. Finalmente, así termina siendo una tragicomedia o una comedia trágica.

El interés por entremezclar los aspectos trágico y cómico en su literatura responde a la convicción de que ésa es la manera en que funciona el mundo contemporáneo.

En la tragedia griega no había posibilidades de cambio. Si uno nacía esclavo, se mantenía siempre como tal; ni echándole todas las ganas había posibilidades de salir adelante. Uno es lo que es aunque no quiera, comenta.

“El tragicómico es un personaje no necesariamente imbécil: tiene planes a corto, mediano y largo plazos. Su gran problema es que una vez que va cumpliendo metas ya no le gustan, se desilusiona y vuelve otra vez al punto de partida, y así sistemáticamente.

En la sociedad actual nadie está contento ni con lo que es, ni con lo que quiere, ni con lo que tiene. Eso es ser un personaje tragicómico. Vivimos en estado permanente de insatisfacción, y ello, más que infelices, nos hace confusamente felices.

La literatura, toda una aventura

Ganador del Premio Xavier Villaurrutia en 1992 y el Herralde de novela en 2008, el también autor de Porque parece mentira la verdad nunca se sabe y Casi nunca manifiesta que su nueva novela es una historia que rondaba en su mente desde hace 30 años, cuando conoció al mencionado asesino, el cual, por cierto, cometió su crimen por un lío de faldas.

Pero apenas me decidí escribí sobre él, porque la mayoría de las cosas que escribo las pienso durante muchos años. Eso pasa con casi todo, menos con la poesía, que es más inmediata, dice.

“Para los relatos necesito de un proceso largo durante el cual modifico una y otra vez las historias, y decido vaciarlas cuando considero que nada hay que cambiar ni agregar.

Durante todo ese periodo, en mi libreta hago apuntes, bosquejos, historias y hasta los dibujos de los personajes. No dibujo bien, lo mío es la palabra, el lenguaje.

Esta querencia por el idioma en Daniel Sada se debe en gran medida a la lectura: “Las mejores novelas que he leído tienen como germen el lenguaje. No me gusta que me cuenten historias como si lo hicieran en una cantina.

Cuando entro en un libro quiero un despliegue verbal, además de la anécdota. Claro que exijo que haya anécdota, que me cuenten una historia, pero también exijo la contraparte, cómo me la cuentan. Me gusta que me endulcen el oído.

Entre los autores cuya obra disfruta, señala a Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, James Joyce, Franz Kafka –aunque no era un estilista, pero sí tenía mucha profundidad–, Joseph Conrad, José Lezama Lima, William Faulkner, Alejo Carpentier y Fernando del Paso.

La literatura es para mí una aventura, en todo sentido. Uno de sus componentes es la historia. Aunque tampoco me gusta sólo una literatura que quiera exhibir el lenguaje, subraya.

Desde mi punto de vista hay dos tipos de escritores: los que exhiben el artificio y los que lo esconden. Y ambos polos son difíciles; esconder es difícil, pero exhibir también.

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