sábado, 23 de julio de 2011

In memóriam los lectores (¡Umberto Eco incluido!)

23/Julio/2011
Laberinto
Heriberto Yépez

¿Por qué Umberto Eco recién decidió reescribir (versión light) El nombre de la rosa?

No es que Eco quiera más lectores; es que Eco sabe que ya no hay.

¿Quiénes fueron los lectores?

Eran hedonistas variopintos que sabían elegir libros. Y en la superficie de la página tenían experiencias profundas.

Detrás de toda engañosa literalidad, reconocían la colección de guiños. Estaban enterados de la existencia del subtexto. Leer era sonreír con el cerebro.

Tenían bibliotecas en casa. Entonces deshacerse de libros era visto como cosa de estudiantes, esas analfabestias fotocopionas.

No buscaban novedades sino buenos libros. Incluso tenían listas de tomos que llevaban años buscando. Adoraban las librerías de viejo.

Existieron antes de la toma de las editoriales por las trasnacionales.

Si fuera traído al presente, un lector vería a un kindle como el hijo mutante de un televisor chino que cogió borracho con un best-seller gringo.

Un lector, con los años, adquiría destrezas de crítico literario. Pero no pretendía publicarlo.

El lector, en realidad, casi siempre era lectora.

Sus claves: “buen libro” significaba “otro mundo”; “GRAN libro”, nuevo mundo.

Leer era su forma de aislarse hacia otra realidad y un acto de crítica presuntamente solitaria contra el orden social imperante.

Un lector era un paulatino plan de relecturas. Leía porque quería algo más que su realidad inmediata. Leer partió de un descontento y culminó en una felicidad de papel.

Abrir un libro era abrir una cremallera en la irrealidad del mundo.

Un lector básicamente consistía en una vida individual capaz de usar palabras ajenas para darse a sí mismo placer mental.

Los lectores casi nunca se convertían en escritores. (Los escritores solían ser más bien lectores que se malograban, lectores precipitados.)

Casi todos los grandes escritores fueron grandes lectores.

Esos escritores no tecleaban libros para escribirlos. Los tecleaban para leerlos. De ahí surgió, por cierto, la cortesía de corregir textos.

Sabían que la literatura no es el arte de la escritura sino el de la lectura.

Y una generación de grandes lectores hacía aparecer a un puñado de grandes escritores.

Hoy se dice que Borges es un escritor para escritores. Nada más falso. Borges fue justamente el máximo escritor para lectores.

En la finisecularidad del XX, los lectores fueron sustituidos por los leedores.

Y luego por todo lo que trajo este mero círculo vicioso: @

En la actualidad no faltarán lectores wanna be o retro. Pero en las redes sociales no existe el cimiento de los lectores: un objeto lingüístico como base para un apartamiento.

La globalización deshizo al mundo que los hacía posibles.

La fuga moderna de los lectores fue sucedida por la fuga posmoderna de los cibernautas.

Adiós, lectores. Bienvenidos, nosotros.

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