sábado, 10 de julio de 2010

Cómo obsequiar una Secretaría de Cultura

10/Julio/2010
Suplemento Laberinto
Heriberto Yépez

Se discute una Ley General de Cultura para transformar el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) en una Secretaria de Cultura.

De arranque hay que preguntarnos: ¿ha democratizado Conaculta la política cultural mexicana?

Desde su nacimiento —oh Salinas—, Conaculta no ha querido extender los servicios culturales a la población que más lo necesita: las zonas marginadas del país.

Y el primer acto de la actual cabeza de Conaculta, Consuelo Sáizar, fue declarar que no investigaría la malversación de fondos de su antecesor, Sergio Vela.

Aunque ella parece tener una imagen intachable de sí misma, desde la llegada de Sáizar la impunidad ha crecido en el sector cultural.

Además, si revisamos la propuesta para crear una Secretaría de Cultura, socialmente carece de sustancia.

En la práctica consolidaría el control vertical sobre INAH, INBA, Fonca, Cenart, Centro de Capacitación Cinematográfica, Educal, Tierra Adentro, Cineteca Nacional, Estudios Churubusco Azteca, Canal 22, Radio Educación, Biblioteca Nacional José Vasconcelos, Dirección General de Bibliotecas Públicas, Dirección General de Culturas Populares e Indígenas, Dirección General de Comunicación Social, Dirección General de Publicaciones, Coordinación Nacional de Medios Audiovisuales, Coordinación Nacional de Desarrollo Cultural Infantil, Sistema Nacional de Fomento Musical, Coordinación de Asuntos Internos, Festival Internacional Cervantino, Centro de la Imagen, Centro Cultural Helénico y el Sistema Nacional de Fomento Musical, además de los niveles municipales y estatales que se busca formalmente subordinar a “Secult”.

La creación de una Secretaría de Cultura aumentarían el centralismo y el autoritarismo que ya caracterizan a Conaculta.

Conaculta ha soslayado sistemáticamente la democratización de los servicios culturales. No puede siquiera asegurar el correcto funcionamiento de sus convocatorias y programas actuales, entonces, ¿cómo podemos confiar que podrá convertirse en una Secretaría benéfica para la población más necesitada?

Una Secretaría de esta clase implica mayor control sobre la política cultural —como la propia iniciativa solicita— en los tres niveles de gobierno —busca alinear recursos y propósitos— y, como ya ha sido señalado, la iniciativa facilita el uso mercantilista de patrimonios culturales y, en general, hace más piramidal la estructura, en momentos en donde, precisamente, se requiere lo contrario: ciudadanizar y hacer horizontal la política cultural.

Crear una Secretaría de Cultura, a final de cuentas, terminaría siendo una segunda secretaría “Maestra” —oh aviadores—, una Macro-secretaría de Cultura Turística —oh Chichen Itzá— y, sobre todo —oh Althusser— implica crear un nuevo aparato ideológico que, al parecer, el PAN quiere heredarle al PRI.

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