viernes, 9 de julio de 2010

Así escribo (Bruno Estañol)

Abril/2010
Nexos
Bruno Estañol

Acabará el mundo, pero no la escritura

Todos los días escribo o corrijo un texto científico y con frecuencia escribo o corrijo manuscritos científicos en inglés. Acaso la escritura de este tipo de textos ha dado una mayor concisión a mi escritura de ficción ya que en las revistas científicas sólo se puede incluir un determinado número de palabras. Trato de leer todos los días algún escrito literario o científico en inglés porque me da placer hacerlo y porque siempre encuentro palabras que no conozco y siempre tengo la curiosidad de aprender nuevas cosas. También trato de leer alguna novela o artículo en francés. Durante algunos años he tratado de aprender italiano y alemán con poco éxito. La lectura del español siempre me trae alegría y novedades. A veces temo que nunca lo aprenderé del todo. Me gusta la claridad de su dicción y su eufonía parecida al italiano. La escritura científica o técnica no es aburrida aunque algunos lo creen así. Para mí ha sido equivalente a lo que ha sido el periodismo para otros escritores. Soy un lector apasionado de poesía y de cuento. Es extraordinario comprobar cómo, dentro de la camisa de fuerza de la brevedad y de las frases medidas, se pueden crear nuevas ideas y nuevas formas. Me considero esencialmente un escritor de ficción. El ensayo me interesa para explorar ciertos temas que no puedo explorar con la novela o con el cuento. La relación entre la música y la literatura me interesa profundamente. Quisiera que en mi tumba se pusiera el epitafio: amó la música y las palabras.
Walter Pater dijo que todas las artes aspiran a la condición de la música en donde la forma es fondo y el fondo es forma. Acabará el mundo, pero no la música, dijo el irascible y apasionado Schopenhauer. Estoy convencido que el cuento, la poesía, el ensayo y la novela tienen una parte técnica insoslayable, pero también la convicción que no todo en la literatura es técnica. Por las mismas razones descreo que la creación literaria pueda ser enseñada de manera completa, por un maestro, como fue el caso de la pintura en el Renacimiento y como sigue siendo la interpretación musical. En el caso de la literatura de ficción eso que no se puede enseñar es la experiencia vital y la concepción del mundo del narrador. Ése es un espacio cerrado del cual el narrador mismo no está del todo consciente. Todos tenemos un mundo intransferible y secreto del cual podemos extraer las historias que narramos. Así que no puede haber dos escritores iguales aunque fuesen gemelos univitelinos.

Dijo Isaac Bashevis Singer que a él sólo le interesaba escribir aquellas historias que él solamente podía escribir. Entonces para mí son cruciales las formas en que se me revela la historia que sólo yo puedo contar. No es un secreto que la mayoría de las historias están conformadas por las vivencias de la infancia que han sido transformadas, distorsionadas, fermentadas, juntadas con otras historias que hemos oído o que nos han ocurrido en otros tiempos. Las memorias cargadas de emoción son las que utiliza el narrador. Es un gran secreto el cómo se revelan las historias a los narradores. Muchos narradores tienen sus obsesiones que no son otra cosa que su visión del mundo y sobre todo sus dudas y temores. Por eso las historias de alguna manera se imponen al narrador de manera “involuntaria” como quería Proust o como la alimaña que nos acecha desde adentro como querían Franz Kafka y Julio Cortázar. A mí se me han revelado en ocasiones cuando estoy en esa fase crepuscular entre el sueño y la vigilia, en el momento de despertar. También se me han revelado mientras estoy solo sin hacer nada o mientras camino por el bosque.

En algunas ocasiones se me han revelado mientras hojeo un libro o cuando converso con alguien. Chéjov podía extraer una historia, creo, de cualquier experiencia cotidiana. Las historias se revelan también en momentos clave de la vida, como la desaparición de un ser querido, la revelación amorosa, la enfermedad, los fracasos, los éxitos, los desencuentros, los desengaños, los cambios en la concepción del mundo, en las conversiones y anticonversiones, en el reconocimiento de la futilidad o de lo grandioso de la existencia. De cualquier modo la realización de un cuento o de una novela es, en sí, un hecho milagroso. Da la posibilidad de crear un mundo más palpable y más pleno de sentido que el mundo real. Y acaso más habitable. Es un milagro porque la ficción implica muchos elementos, no el menor es la creación de la historia y acaso el menos fácil sea la elección de las palabras y su orden y música secretas. Acaso la literatura de ficción sea en realidad un viaje que nos impone nuestra curiosidad para saber qué podemos descubrir de interesante en este vertiginoso paso por el injusto planeta Tierra. ¿Seremos los narradores los verdaderos descubridores?

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