miércoles, 5 de diciembre de 2018

El profeta descarnado

1/Diciembre/2018
El Cultural
Marcos Daniel Aguilar

En su ensayo “Fernando Vallejo y la estirpe inagotable del maldito”, Díaz Ruiz, investigador de la Universidad Libre de Bruselas, dice que el colombiano Fernando Vallejo se coloca en esta tradición de la literatura porque su mal no es moral. En cambio pertenece al desequilibrio y al vértigo, bajo un principio de seducción y antagonismo, que lo instaló del lado de las minorías y de todo aquello que está al margen de lo que la sociedad considera importante.
En el mismo sentido, el crítico colombiano Sebastián Pineda Buitrago, autor de la Breve historia de la narrativa colombiana, asegura que Vallejo expresa en su obra el desencanto “que provocó la locura colectiva que experimentó Colombia desde los años ochenta, con sus consecuencias sicológicas y sociológicas”. A propósito de su cumpleaños número 76 y de su reciente regreso a Colombia, tras vivir por más de cuarenta años en México, conversamos con narradores, ensayistas e investigadores para desentrañar la originalidad y las posibles aportaciones del polémico autor que hizo de este país su segunda patria.

NARRATIVA REVOLUCIONARIA

En su novela El desbarrancadero (2001), Vallejo escribe: “cuánto hace que el Cauca y el Magdalena se secaron, se murieron, los mataron, con la tala de árboles y los borraron del mapa, como piensan que me van a borrar a mí pero se equivocan, porque si los ríos pasan la palabra queda”. Sobre la literatura de Vallejo afirma el novelista de Muerte súbita, Álvaro Enrigue:
Es probablemente mi escritor vivo favorito, cuando menos en el panorama latinoamericano. Fue el primero que puso en una novela a un protagonista intensamente parecido a sí mismo, al autor, y dio la idea de que el narrador y el autor pudieran ser el mismo. Esto generó en el lector, desacostumbrado a la autoficción, tan común después de Vallejo, un sentido tremendamente inquietante.
Para el ensayista y poeta José María Espinasa, el nacido en Medellín en 1942
ha escrito algunas de las narraciones más importantes de las últimas décadas en castellano. A diferencia de la generación anterior, la del boomlatinoamericano, Vallejo es mucho más seco, directo. Escribe de manera realista, pero no hace realismo mágico. Este realismo se observa en la mejor de sus novelas, La virgen de los sicarios (2004), que se puede comparar al realismo de Icaza, de Arguedas, Revueltas y Martín Luis Guzmán, con esa velocidad descriptiva y la misma capacidad de síntesis, pero con otras orientaciones.
Según el también ensayista y crítico literario Sergio Téllez-Pon,
Fernando se aparta de la generación de García Márquez porque no hace realismo mágico, su literatura es mucho más radical y agresiva, personal y visceral, e incluso autorreferencial, porque crea un mundo a través de su universo personal con una fuerza y una contención totalmente inusitada en las letras hispanoamericanas.
Mientras, para el investigador y profesor Pineda Buitrago, la narrativa de Vallejo se basa en el concepto etimológico de la literatura, por ello, para el autor de La puta de Babilonia(2007), ésta es simple gramática:
Como no hay nada que en su etimología defina a la literatura como ficción o imaginación, para Vallejo todo es literatura. Él escribe con el mismo humor, ritmo y cadencia una novela, un discurso político, una carta personal o un ensayo sobre física o biología. Lo que caracteriza a Vallejo son el humor y el buen manejo de la prosa.
Téllez-Pon, autor de La síntesis rara de un siglo loco, distingue otro tema en los libros de Vallejo:
Él odia narrar en tercera persona, cree que es un recurso muy utilizado. Por ello a sus novelas les ha dado ese elemento de narrar de manera directa y seca, algo que tal vez no hizo en sus primeros libros, pero que poco a poco fue perfeccionando hasta alcanzar grandes niveles como en El desbarrancadero(2001).
José María Espinasa —autor del poemario Piélago— cree que esta forma de narrar ya es un referente contemporáneo que nadie ha podido ni querido imitar, porque
le pasa un poco como a José Revueltas, quien tuvo muchos continuadores, pero ninguno pudo atinarle al estilo, y justo le atinaban cuando tomaban la decisión de ir hacia el camino contrario. Vallejo es imposible de imitar porque no es fácil conseguir esa velocidad en la prosa, además de que no tiene tics para imitar.
Si Espinasa compara a Vallejo con Revueltas, Enrigue encuentra en su forma de narrar a Cervantes:
En el momento en que no sabes si el narrador es el autor, esto se convierte en un juego por descifrar si lo que cuenta es o no verdad, que al final es un ejercicio cervantino. Este regreso a un tópico de Cervantes es de mucha valentía en el contexto de una América Latina muy conservadora todavía.

DEL POLEMISTA AL ICONOCLASTA

Respecto al ánimo provocador de Vallejo, Sergio Téllez-Pon afirma:
A mucha gente no le gusta la obra de Fernando porque la sienten como una agresión visceral. Algunos otros piensan que es misógino, pero él odia parejo: es un misántropo, no quiere a ningún tipo de ser humano, no odia selectivamente. Por ello sus dos únicas batallas son la defensa de los animales y del lenguaje; el dinero que ha ganado en premios lo ha donado a asociaciones que cuidan a los animales. Es un provocador y por esto algunas personas se sienten agredidas cuando se lanza contra el papa Juan Pablo II, contra Benedicto XVI o contra el papa Francisco, pero por eso me gusta, por descarnado.
Sobre los temas polémicos de este autor, Enrigue piensa que tal vez los lectores no lo han entendido aún:
Tiene una crítica hilarante, la mente de sus personajes puede ser tan oscura que es difícil reconocerlo como uno de los autores más divertidos de la lengua, con un profundo sentido del humor que queda disperso por el melodramatismo de las situaciones que describe. La puta de Babilonia, por ejemplo, es una crítica clavada en la tradición de las filípicas latinas. Amante de los animales y descreído de la humanidad, él es el único que se atreve a decirlo y a construir una comedia en torno a ello.
humor y provocación
El primer libro de Fernando Vallejo es un texto de gramática, Logoi: una gramática del lenguaje literario (1983), donde indica que “el genio de Cervantes descubrió que la literatura, más que en la vida, se inspira en la misma literatura… El idioma no se inventa: se hereda en un vocabulario, una morfología, una sintaxis y una serie de procedimientos y de medios expresivos”. Como biógrafo, Pineda Buitrago afirma que cuando Vallejo “escribe las biografías en realidad está escribiendo sobre sí mismo. Es un romántico tardío”. En efecto, para desarrollarlas Vallejo investigó y consultó archivos, con trabajo riguroso y de alta precisión intelectual. Además, según Enrigue,
mediante el humor, ha suprimido la pedantería insoportable de los intelectuales latinoamericanos y la ha sustituido por una serie de gestos de loca —y digo locadignificando el gesto desafiante de plantearse en otro lugar, como encarnación de otra sexualidad—, sustentados por una mente brillante que no juega al opinólogo.

HOMOSEXUALIDAD SIN TABÚ

En El desbarrancadero describe al escritor colombiano Vargas Vila como “un marica vergonzante, pese a lo cual sólo trató en sus libros de sexo con mujer. Un maromero. Un maromero invertido”. Las referencias sexuales de sus personajes son evidentes. Enrigue señala que hablar de esto directamente es “un acto de valentía […] y las novelas de Vallejo declaraban la homosexualidad del narrador jugando con la posibilidad de que el narrador fuera el autor”. Espinasa plantea un ángulo distinto:
Los muchachitos de sus novelas no parecen tener conflictos, son muchachos de la calle a lo Paolo Pasolini. Por cierto, Pasolini está en el origen de los temas de Fernando: los muchachos, Mamma Roma, el mundo de la homosexualidad urbana, los arrabales de Medellín comparados con los de Roma. Hay un gran parecido entre estos dos iconoclastas.
Y Telléz-Pon afirma:
Ha abordado la homosexualidad con la misma furia, el mismo ímpetu y la apertura que cualquiera de sus temas. Sin tabú ni conflicto, hace referencias a su homosexualidad y no la oculta ni la maquilla. Dedicó varios libros a David Antón, su pareja por más de cuarenta años —quien murió en diciembre de 2017—, y a su hermano que también era gay, según lo narra en El desbarrancadero. Su honestidad literaria no deja de sorprender en una sociedad machista como la de América Latina, y más en un clima de violencia como el que describe en La virgen de los sicarios. Es valiente, pero también muy sarcástico.

COLOMBIA MÉXICO: LITERATURA Y VOLENCIA

Muchos escritores colombianos han vivido en México, entre ellos el mismo Barba Jacob, el poeta Germán Pardo García, Álvaro Mutis y Gabriel García Márquez. Sobre esto, Sebastián Pineda observa:
En la historiografía literaria mexicana de la primera mitad del siglo XX se denomina novela de la Revolución a cierta narrativa de contenido violento. Como en Colombia no hubo ninguna revolución, ni tampoco mitos para disfrazar la violencia con una finalidad política, se denomina novela de la violencia a la del mismo periodo. A este género pertenece Vallejo. Sólo que él encontró en México la comodidad de escribir sobre Colombia sin la zozobra de vivir allá.
La libertad de narrar esta violencia aquejó a Colombia durante las pasadas décadas y hoy azota a México:
El papa Francisco —apunta Sergio Téllez-Pon— tenía razón al momento de decir que México se está colombianizando: lo vemos, pero no queremos que nos lo digan. Es un proceso que pasó en Colombia y que Fernando Vallejo supo ver perfectamente. Ahora hay un boom de esos temas en la literatura mexicana, pero también lo hubo en la literatura colombiana, como las novelas de Laura Restrepo, Evelio Rosero y otros más. Y en ese sentido la literatura mexicana se está colombianizando.
Al respecto, según Espinasa, una novela como La virgen de los sicarios
tiene entre sus méritos haber hecho visible el narcotráfico. Después vinieron miles de imitadores muy malos. Compara La Virgen de los sicarios con Rosario Tijeras y hay una diferencia enorme, entre una novela de alto nivel y otra hecha para vender muchos ejemplares. Yo creo que Fernando puso el tema del narcotráfico en el centro de la narrativa latinoamericana, antes de que empezara el tema de la narconovela en México.

LOS IMPRESCINDIBLES DE VALLEJO

Sergio Téllez-Pon se queda con tres de sus libros: La virgen de los sicariosEl desbarrancadero y las tres biografías que son “investigación ardua”. Sebastián Pineda Buitrago apunta que “su biografía de Porfirio Barba Jacob, El mensajero (1984), es para mí su mejor libro”.
José María Espinasa se queda con La virgen de los sicarios y “con la biografía de Porfirio Barba Jacob, que es un canto a México”. Y Álvaro Enrigue prefiere El desbarrancadero:
Mi libro preferido, donde su narrador alcanza una estatura aterradora de superioridad moral convencional, un libro aterrador, siniestro, divertido, que plantea asuntos morales que deberían ser discutidos, como la eutanasia. Todo novelista es un profeta al revés y Vallejo es uno de ellos de manera destructiva.

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