Laberinto
Heriberto Yépez
Según Patrick Iber —en el blog
de U.S. Society for Intellectual History— el Centro Mexicano de
Escritores (CME) recibía fondos de la CIA.
Iber es un académico norteamericano de derecha disimulada.
Iber es un académico norteamericano de derecha disimulada.
Iber parte de un texto de Eric
Bennett en The Chronicle Review (febrero) sobre el apoyo de la
CIA a cierta literatura y titula su texto “How the CIA Bought Juan Rulfo Some Land in the Country” (“Cómo la CIA compró un terrenito campirano a Juan
Rulfo”).
Para desacreditarlo, llama a
Rulfo “alpinista, autor, receptor de fondos de la CIA”
(patrickiber.blogspot.com).
Apenas apareció, algunos medios
mexicanos repitieron el alegato de Iber (y sumando errores) y entre chistes y
chismes en redes sociales, se desdibujó que la Fundación Farfield (ligada a la
CIA) otorgaba solo 2% del presupuesto anual de la CME.
Esa cifra obviamente invalida
la tesis de que la CIA mantenía al CME.
Iber sabe esto y por eso agrega
que la CIA pagó sueldo y un terreno a Rulfo. Pero no da prueba alguna. Con nulo
profesionalismo, Iber lanza cortinas de humo con fraseologías y teorías de
conspiración.
Según las especulaciones de
Iber, la CIA daba dinero a Rulfo para contrarrestar literatos de izquierda como
Pablo Neruda.
Lo que Iber oculta a sus
lectores en inglés es que la obra de Rulfo, por reflejar la pobreza rural, fue
adoptada por la izquierda latinoamericana (que Iber, por cierto, busca
desacreditar en otros textos suyos).
Leídos con cuidado, sus
alegatos son burdos, y llegan al extremo de plantear que mexicanos como Rulfo
se aprovecharon de la pobrecita CIA.
Las fantasías de Iber respiran
cierto discurso racista al retratar mexicanos como mañosos y vividores de
recursos norteamericanos.
Ante un texto tan factualmente
cuestionable, prejuicioso y sensacionalista, es inevitable preguntar para qué
publicarlo.
Al revisar otros textos suyos,
Iber nos informa en Inside Higher Ed —apenas días antes del texto
contra Rulfo—, en tono desesperado, que busca un puesto permanente en una
universidad norteamericana y que el tiempo se agota.
Su confesión laboral da
contexto a publicar un texto difamatorio y amarillista contra Rulfo, que toma
como un caso del tipo de intelectual latinoamericano que ofrece explicar en sus
cursos (cuyo perfil ideológico, por cierto, puede consultarse en Internet).
Iber busca publicidad a su
carrera (y su próximo libro) con una historia tan sensacional como
insustancial.
Decidió usar lectores
presurosos, estereotipos, y un Rulfo que ya no puede responder acusaciones que
valen 2%.
Iber, sin duda, logró usar a
Rulfo para ganar 15 minutos de currículum en Internet. El chisme trasnacional
de Rulfo y la CIA, en cambio, durará más.
Pero, caray, en tiempos de neoliberalismo contrarreloj, ¿qué puede importar la reputación de un escritor muerto al sur de la derecha académica?
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