domingo, 20 de mayo de 2012

Un icono laico

26/Junio/2010
Suplemento Laberinto
Heriberto Yépez

El discurso de Elena Poniatowska en el funeral de Carlos Monsiváis reitera que en México no hacer hagiografía es un milagro. Aquí la izquierda es de derecha: a sus intelectuales les da envoltorio de santones.
¿“Monsi” por Monseñor? Analícese el Buen Discurso sobre Monsiváis: se le retrata como santo popular, redentor reventado, Jesús chilango, ¡San Chido!
Su canonización y la insistencia en su “don de ubicuidad” evidencian que en el imaginario secreto su identidad es la santidad.
Y, aunque parezca contradictorio, en la “nueva literatura mexicana” no se quiere mucho a Monsiváis ¡por el mismo catolicismo de clóset! Ante sus ojos, Monsi-Malo cometió el pecado de estar politizado, infierno tan temido de un trío de generaciones derechitas. Para ellas, Monsi es impuro porque tenía “ideología” y era popular, ¡qué naco!
(En México, los alternativos son elitistas.)
Monsiváis, sin duda, cargó con lastres del PRItérito (hizo crítica selectiva, quedó callado ante tropelías de amistades políticas) y usó el retruécano, el re-contra-código y la ironía para decir y no decir lo que desdecía. Monsiváis era Kant imitando a Cantinflas. What?
En la televisión sus ocurrencias sólo las reíamos sus lectores para no sentirnos solitos.
Si Wittgenstein y Monsiváis hubiesen hablado abiertamente de su homosexualidad habrían hecho una obra menos críptica, en detrimento de su gracia retórica y en ganancia de su función social. En política de la identidad, Monsiváis tuvo recato.
Estoy convencido de que Gloria Trevi y Juan Gabriel nunca entendieron que se burlaba de ellos. Y no lo entendieron porque Monsiváis, a todas luces, era fan.
Cacique en literatura, monaguillo en política, Loco Mía en espectáculo y angloparlante en religión y, en todo lo demás, valiente ambivalente. Así fue Monsiváis, nacionalista or not?
Su ambivalencia (y anfibología) hace posible que los políticos que ridiculizaba en sus columnas, ya muerto, lo postulen como gloria nacional.
Whitman versaba que todo poeta —Monsiváis fue poeta de la prosa antipoética— es contradictorio (contenedor de multitudes). Gracias a su estupenda contra-dicción, Monsiváis innovó la prosística. Era un neobarroco o, mejor dicho, un Novobarroco que rebasó los géneros literarios tradicionales hacia una estrategia crónica: la omnivoracidad.
Monsiváis, cúmulo único, no renovó su estilo pero con su estilo renovó una literatura.
En una época en que lo políticamente correcto es ser sarcástico y apolítico —ser Bart Simpson—, Monsiváis fue más radical. Se atrevió a ser icono laico, literatura queer entre líneas y —escándalo mayor para los neo-puristas— escritor comprometido, ¡lo cual ya pasó de moda según Vogue, Letras Libres y Cosmopolitan!
Antisolumne ante todo y, a la vez, museo y tianguis, biombo y Biblia, 1968 y PRD, Monsiváis, DF de las Letras.

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