Jornada Semanal
Xabier F. Coronado
La literatura es más amplia y trascendente
de lo que la gente se sospecha.
Antonio g. Barreda
Es común que escritoras y escritores abarquen en su propia obra diversos géneros del frondoso árbol de la literatura. También hay autores que escalan una sola rama de ese árbol literario: poetas, narradores, dramaturgos o ensayistas que concentran su obra en el género afín a sus preferencias y aptitudes.
A veces se da el caso de escritores que pese a recorrer diferentes ramas del árbol de las letras son encasillados en una de ellas. En la literatura mexicana tenemos el ejemplo del poeta Alí Chumacero (1918-2010), a quien siempre recordamos ubicado en una rama principal del tronco literario: la poesía. Sin embargo, su obra se extiende a otros géneros ya que publicó abundante crítica y ensayos sobre literatura y arte. El escritor nayarita también cultivaba el discurso, rama menos robusta y frondosa del árbol de las letras que subsiste suspendida en el aire, a merced del viento. Para completar una vida dedicada a la palabra escrita, trabajó durante más de seis décadas ejerciendo el oficio de hacer libros, los frutos del árbol literario.
Poesía, ensayo y discurso
Sabemos que la prosa es el arma de la razón, mientras que la poesía es sólo un reflejo del
incendio intuitivo. Esto indica que la prosa debe pervertirse con el fulgor de la poesía, y ésta ha
de afirmarse en algunos engaños de la prosa.
Alí Chumacero
Para Alí Chumacero, la literatura fue una innegable aptitud y un evidente destino. Ese “algo más” que Alfonso Reyes apuntaba como necesario para ser escritor, Chumacero lo reveló en su definitiva trilogía poética: Páramo de sueños (1944), Imágenes desterradas (1947), Palabras en reposo (1956). Obra exigua para algunos, pero de calidad tan reconocida, que concedió a su autor certificación literaria para prevalecer como poeta y convertirse en referente de la literatura mexicana.
Alí Chumacero fue bardo de madurez precoz y poesía de intenso fulgor estilista. Completó su obra en pocos años, algo que extrañó a muchos pero que él mismo explicaba sin ambages: “Es mejor dejar una línea perdurable que un grupo de libros que se tire al cesto de la basura.”
A pesar de no publicar más libros de poemas después de 1956, Chumacero nunca dejó de hacer literatura. El poeta escribió numerosas reseñas y ensayos sobre el sentido de la poesía, la narrativa y el arte, publicados entre 1940 y 1973, en revistas y suplementos culturales donde participaba como redactor y editor. Una obra, que en su conjunto, constituye una guía razonada sobre literatura y arte, lecturas y autores. Una parte importante de esos textos está a disposición de los lectores en el volumen, Los momentos críticos, recopilado y catalogado por Miguel Ángel Flores en 1987.
Todo comenzó en 1940 cuando tres jóvenes escritores de provincias, José Luis Martínez, Jorge González Durán y Alí Chumacero, con el apoyo del filósofo Leopoldo Zea, y el patrocinio de Mario de la Cueva, coordinador de Humanidades de la unam, gestaron y dieron a luz la revista Tierra Nueva. Los tres escritores, amigos en Guadalajara, se habían reagrupado en México donde pronto encajaron en la movida literaria capitalina. Al poco tiempo ya frecuentaban la tertulia del Café París, centro de reunión de artistas y escritores, donde alternaron con reconocidos autores que publicaban en revistas literarias de la época: Contemporáneos, Barandal, Taller poético, Taller y Letras de México.
En Tierra Nueva, Alí Chumacero comienza a publicar su obra como poeta y como crítico literario. También se ocupa del formato y se interesa por la tipografía. El poeta desde muy joven es un compulsivo lector que ahora encuentra en la Biblioteca del Congreso –organizada en 1936 por Francisco Gamoneda en el convento de Santa Clara en la calle de Tacuba–, el sitio ideal donde saciarse, “excelente no sólo porque cerraba a las ocho de la noche, sino también porque tenía una repisa llena de novedades. Ahí comencé a leer a los escritores que no había podido conocer en Guadalajara: Novo, Pellicer, Villaurrutia y Owen”. La revista sobrevive hasta 1942, para Chumacero fueron dos años intensos que cimentaron su inclinación literaria.
Antes de la desaparición de Tierra Nueva, Octavio g. Barreda invitó a Alí Chumacero a colaborar en la revista Letras de México, donde asiste a Ermilo Abreu en el trabajo editorial. En 1943, se unió al nuevo proyecto de Barreda, la revista El Hijo Pródigo; en ella hace reseñas y publica un ensayo sobre Ramón López Velarde, uno de sus poetas de referencia. Sobre esta época comentaba con ironía: “Me ligué mucho con Octavio Barreda, que hacía la revista, yo la manejé también, estuve en la imprenta, era el esclavo.” En estas tres relevantes publicaciones, donde convergen los Contemporáneos, la nueva generación de autores mexicanos y los escritores españoles exiliados, publica la primera parte de su obra crítica y poética.
Cuando las revistas de Octavio Barreda dejaron de salir, Alí Chumacero se une a la estela de Fernando Benítez y, de 1947 a 1964, colabora en sus proyectos editoriales. Primero en El Nacional y la Revista Mexicana de Cultura, donde escribe fundamentalmente sobre poesía, escritores mexicanos, literatura francesa y española. Después lo secunda en su etapa de México en la Cultura, suplemento del periódico Novedades, donde Chumacero publica el grueso de su obra como crítico literario: decenas de reseñas en la sección “Panorama de los últimos libros” y ensayos sobre géneros y autores. La mayoría de los libros analizados eran publicaciones de la editorial argentina Losada y del Fondo de Cultura Económica (fce) donde trabajaba.
En 1962 vuelve a acompañar a Fernando Benítez en un nuevo proyecto, el suplemento La Cultura en México de la revista Siempre!, donde colabora hasta 1964. Durante los treinta años que dedica a la labor crítica, Alí Chumacero participó en otras publicaciones: la revista Universidad de México, entre 1946 y 1960, en una sección llamada “Por el mundo de los libros”; en 1961 colabora en la revista Nivel; y hasta 1964 en el suplemento cultural En las Artes, Letras y Ciencias, del periódico Ovaciones, que dirigían Enmanuel Carballo y Alfredo Leal Cortés, donde publicó decenas de artículos, el último con motivo del fallecimiento de Octavio Barreda. Posteriormente, de 1972 a 1974, colaboró en el suplemento cultural de El Universal. También escribió varios prólogos en libros y antologías del fce.
Los ensayos de Alí Chumacero son, como él mismo apuntaba, de carácter periodístico, “lo que Guillermo de Torre ha llamado, crítica de urgencia, y que Azorín denominó, crítica de actualidad”. Cuando se releen conservan la frescura de una visión literaria lúcida y profunda que fue madurando con la experiencia. El poeta justificaba su pasión por la crítica con estas palabras: “No hay contradicción entre el poeta y el crítico: para escribir poesía se emplea la imaginación,
y para escribir crítica se hace uso de la razón y el conocimiento.”
La percepción que tenía sobre el ensayo literario, y su trabajo en este género, se resume en estas frases extraídas del discurso de presentación de su libro Los momentos críticos (20/ix/1987): “La crítica es una creación dentro de otra creación, un lenguaje sobre otro lenguaje. La crítica explica y enjuicia: explica desde el punto de vista del autor y enjuicia desde el punto de vista del crítico. Yo nunca fui más allá de la reseña, entre la crítica que explica y la que juzga, elegí desde un principio la primera.”
No podemos dejar de lado su comentada reseña, “El Pedro Páramo de Juan Rulfo”, donde Alí Chumacero emitió un dictamen equivocado: “Mi falla con la novela de Rulfo, que ha causado cierta sonrisa, es que al final dije que el libro estaba muy bien pero que no estaban controlados los tiempos […] Pero, advertí, después de todo es la primera novela de Rulfo, ya se corregirá.” (“Entrevista con Mario Bojórquez”, 2006). Por su parte, Juan Rulfo explicaba: “En la Revista de la Universidad, el propio Alí Chumacero comentó que a Pedro Páramo le faltaba un núcleo al que concurrieran todas las escenas. Pensé que era algo injusto, pues lo primero que trabajé fue la estructura, y le dije a mi querido amigo Alí: ‘Eres el jefe de producción del Fondo y escribes que el libro no es bueno.’ Alí me contestó: ‘No te preocupes, de todos modos no se venderá ’.” (“Cómo escribí Pedro Páramo”, Domingo, abril, 1985)
Otra falla sucedió en su análisis sobre Muerte sin fin, el poema de José Gorostiza. Chumacero nos lo cuenta con esa chispa de humor que le caracterizaba: “Me equivoqué de tal manera que cuando me encontré con Gorostiza me dio una palmadita y me dijo: ‘Me gusta mucho que mis amigos me digan qué quiso decir lo que escribí.’ Una forma burlesca y muy graciosa de decirme que lo que yo había expresado no tenía que ver nada con el poema.” (Bojórquez, 2006)
Tal vez por estas experiencias, el poeta y ensayista hacía esta advertencia a quienes se dedican a la crítica literaria: “Si el crítico dicta cátedra ante los lectores advirtiéndoles que la verdad está de su parte, no debe olvidar que sus aseveraciones serán revisadas por otros críticos, y quizá resulte advertido de que sus reflexiones no fueron certeras.” (“Discurso presentación de Los momentos críticos”).
En las últimas décadas de su vida, Alí Chumacero nos ha dejado un buen número de discursos pronunciados en los múltiples homenajes y premios recibidos, en presentaciones de libros y exposiciones de arte. En ese indefinido género del discurso, el poeta declamó textos de gran interés, cargados de estrofas poéticas y axiomas literarios. Sus discursos fueron recopilados por Jorge Asbun Bojalil en el volumen Alas de centella (uam, 2008).
Tipografía y edición
Yo soy más que un escritor, un tipógrafo,
un hombre de libros, que hace y lee libros.
Alí Chumacero
Hay otro aspecto relacionado con la literatura en la vida de Alí Chumacero: su labor como editor. Empezó en revistas donde se desempeñaba como tipógrafo y asesor de publicaciones. En 1950 entró como corrector en el departamento técnico del fce, cuando Arnaldo Orfilia era presidente y Joaquín Díez-Canedo gerente de la editorial. Junto a ellos participó en la edición de los libros de la serie Letras Mexicanas, donde se publicaron las obras de Alfonso Reyes, Mariano Azuela, Gilberto Owen y Xavier Villaurrutia, entre otros autores.
Hay quienes equiparan las obras de Alí Chumacero y Juan Rulfo pues comparten trascendencia y brevedad. Ambos son nacidos en 1918 y mantuvieron una larga amistad. Los dos disfrutan de una beca en el Centro Mexicano de Escritores y coinciden en el departamento de ediciones del Instituto Indigenista, donde trabajan durante un año. También tuvieron una relación de editor y escritor: Chumacero intervino en la edición de los dos libros de Rulfo, cuando el fce publicó la obra del narrador jaliciense.
A este respecto, se propagó un rumor que llegó a convertirse en leyenda literaria: se aseguraba que el poeta ayudó al narrador a organizar y retocar sus textos. Una afirmación desmentida por Alí Chumacero: “Se ha dicho que yo le corregí la novela. Eso es simplemente una graciosa estupidez. Yo no le corregí ni una coma a lo escrito por Juan Rulfo, absolutamente nada. Yo hice la edición como tipógrafo.” (“Entrevista con Leopoldo Lezama”).
En 1959, Alí Chumacero es nombrado subgerente del departamento técnico del fce y en 1962, cuando Díez-Canedo deja la editorial para fundar Joaquín Mortiz, ocupó su puesto como gerente de producción. Una faceta poco conocida de su trabajo es que fue redactor de solapas de los libros del Fondo, sus textos tienen un
lenguaje preciso y sugestivo que inducen a
la lectura de la obra.
Alí Chumacero trabajó en el fce hasta el final de su vida. En 2008 recordaba: “Desde muy joven trabajé en imprentas; aprendí de todo para formar libros, y ese oficio tan bonito es en el que sigo: corregir un libro, revisar una traducción, calcular un original, en fin, hacer todo el mecanismo de la estructura de un libro y de su hechura misma.” (“Entrevista con Moramay Herrera y Alberto Arriaga”).
En resumen, la vida de Alí Chumacero fue de dedicación plena a la literatura: en la creatividad lírica, el ensayo literario, el discurso, y en el oficio de hacer libros dentro del engranaje editorial. También apoyó a jóvenes autores que acudían a él buscando opinión o asesoría.
Hubo una constante en su vida que el poeta siempre resaltaba, su inclinación desde niño a la lectura. Para él, esa había sido la clave de su vínculo con la literatura: “De las lecturas surge el escritor como de la piedra, la estatua”. Los libros publicados, reseñados y leídos son los frutos del árbol de la literatura que el poeta, crítico y editor cosechó durante su larga vida. Todos ellos están actualmente a disposición de los lectores en la Biblioteca de México José Vasconcelos donde se encuentra la biblioteca personal de Alí Chumacero, integrada por 45 mil volúmenes que incluyen libros, folletos y publicaciones periódicas.
“Más que un escritor soy un lector, de manera que he leído muchos libros y he escrito muy pocos. Esto se agradece. Cuántos lectores quisieran que unos escritores hubieran escrito menos y hubieran leído más libros.”
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