miércoles, 18 de junio de 2014

Hasta siempre, Juan Gelman

Primavera/2014
Luvina
Martha L. Canfield 

El 14 de enero pasado, en la Ciudad de México, donde vivía desde hacía varios años, se nos fue Juan Gelman. Sin embargo, como decía Eduardo Galeano, vinculado a él por una antigua amistad, en su caso «la muerte miente». Su voz permanece dentro de nosotros y permanecerá aún en las generaciones venideras, porque él ha sabido entrar en lo profundo de nuestras almas, expresar nuestras angustias y nuestros dolores más tremendos, dándonos todavía esperanzas. Él ha sabido reinventar la lengua española —o mejor debería decir la española-argentina, con todas sus variantes usadas y evocadas con amor y nostalgia en su largo exilio—, ha sabido renovarla para decir lo indecible, para golpearnos con fórmulas inéditas que no eran un «juego», sino el producto de una profunda y auténtica necesidad: la de expresar situaciones y sentimientos que a él y a cada uno de nosotros nos pueden parecer únicos, y por lo tanto nunca dichos anteriormente.
     Juan Gelman había nacido en Buenos Aires el 30 de mayo de 1930, hijo de emigrados judíos ucranianos. Muy pronto abandonó los estudios universitarios para dedicarse a la poesía, y desde el principio buscó un lenguaje experimental y al mismo tiempo radicado en la realidad histórica y social. Su realismo crítico e intimista está combinado con una concepción de la poesía como expresión de la aventura verbal que acepta el compromiso político y que se recrea gracias a un constante interrogarse como forma de resistencia a la barbarie.
     Entre 1968 y 1975 participa en la revista Crisis, junto con numerosos exponentes de la literatura «militante» argentina y uruguaya, entre los cuales está el ya citado Eduardo Galeano. Poco después, la dictadura militar lo obliga al exilio por doce años, que transcurre en parte en Roma, y luego en Madrid, Managua, París, Nueva York y finalmente en México. La trágica historia del hijo y de la nuera embarazada, secuestrados por las fuerzas del régimen y luego declarados desaparecidos, hasta la tardía confirmación de la muerte de Marcelo en 1990 y la sucesiva identificación, en 1999, de la nieta, dada en adopción a una familia uruguaya, han sido casos de crónica internacional que han movilizado durante años a los intelectuales de todo el mundo civil. Y a ese propósito Gelman ha reiterado siempre que, mientras luchaba para que la locura terminara y los culpables pagaran, como poeta había recuperado en la subjetividad del pensamiento el espacio en donde seguir cultivando el amor por la vida.
     Su obra, traducida a más de diez idiomas, ha recibido una enorme cantidad de premios internacionales, de los que recordamos, en Argentina, el Premio Nacional de Poesía en 1997; en México, el Juan Rulfo, en 2000; en Italia, el Lerici Pea, en 2003; en España, el Reina Sofía de Poesía, en 2005, y el Cervantes, en 2007.
     Los rasgos característicos y únicos de su poesía se pueden resumir en tres puntos:
     1. La introducción de formas y vocablos procedentes de la lengua coloquial, incluso el uso del pronombre vos en lugar del tú, rasgo emblemético de la variante dialectal argentina.
     2. La citaciones y las paráfrasis, a través de las cuales el poeta logra unificar textos consagrados por la tradición y textos de la cultura popular. Por ejemplo, en el poema «Carta abierta», el verso «alma a quien todo un hijo pena ha sido» remite al célebre verso de Quevedo «Alma a quien todo un dios prisión ha sido». En cambio, en los textos procedentes de la cultura popular sobresalen las palabras del tango, es decir del lunfardo, jerga típica de los arrabales e incluso de la delincuencia, lo cual, en la órbita de la poesía, constituía una evidente transgresión. En la preferencia por las citaciones y la reescritura como formas de apropiación, nunca pasiva, del discurso ajeno, Gelman resulta en afinidad con el grupo francés del Oulipo y con el culto que rendían a la prothèse littéraire, grupo al cual estuvo también vinculado Julio Cortázar.
     3. El constante aflorar de la temática política. Ya antes de Gelman, los temas políticos, en particular la Revolución soviética y la Guerra Civil española, habían aparecido en la obra de Raúl González Tuñón, y se difundieron en la Generación del 60. Pero en Gelman la temática política resulta inseparable de la personal; y eso se puede entender muy bien después del golpe de 1976, con su triste secuela de muertos, desaparecidos y exiliados, entre los cuales se contaron los dos hijos de Gelman (la hija poco después fue liberada), su nuera y la criatura nacida en la prisión, así como el mismo poeta. No obstante, sería reductivo considerar su obra sólo poesía política o poesía comprometida. El arma empuñada por Gelman es sobre todo la palabra, por lo cual lo suyo no es simple denuncia, sino búsqueda y voluntad de forma. La transgresión de la norma lingüística se transforma en un sistema para recuperar el poder creador de la palabra, renovando el sentido de la vida. Así, historia personal e historia colectiva se anudan, a través del dolor del padre, que se vuelve al mismo tiempo padre/madre lacerada, el mundo se feminiza y la palabra se vuelve la imagen especular del aire renovado y el umbral de la tanto anhelada libertad.
     Por todo lo que nos has dado, queridísimo e imperecedero Juan Gelman, por todo lo que de ti nos queda, no puedo decirte adiós. Entonces, con palabras de raíz popular que a ti sin duda te habrían hecho sonreír: no te digo adiós, te digo hasta siempre.

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