domingo, 1 de septiembre de 2013

Ambos mundos: Álvaro Mutis, casi un siglo

31/Agosto/2013
Laberinto
Santiago Gamboa

Escribo esta nota recién llegado de México, donde vive Álvaro Mutis hace más de 50 años, convencido como nunca de que el país azteca es la patria de los mejores escritores colombianos, y aquí me refiero por supuesto a Gabriel García Márquez, a Mutis y a Fernando Vallejo. Por eso siempre he creído que a México los escritores debemos merecerlo, y lo repito pensando en Mutis, en su genial obra poética y en sus novelas extraordinarias. Mutis contradice esa vieja idea de que las novelas escritas por poetas son farragosas, como barcos que se hunden por exceso de adornos, mármoles y porcelanas. Barcos que no logran salir del puerto. No es su caso. Las novelas de Mutis son trepidantes, y el hecho de que su autor sea un poeta opera de un modo muy fuerte sobre el lenguaje, sí, porque cada palabra es como una flecha que parte y da en el blanco. Su escritura no es hipnótica, exclusivamente lírica. ¿Y por qué? Porque incluso siendo un poeta es capaz de escribir frases banales, sin las cuales es imposible escribir buenas novelas. Sus poemas, que leí desde los 17 años, parecen tallados con navaja sobre marfil. Ni sé lo que estoy diciendo, pero es por influencia de poetas como Mutis, que vengo leyendo desde siempre.
Admiré de la persona muchas cosas: la elegancia con la que se refería a su reclusión en la cárcel de Lecumberri (donde leyó a Proust), el orgullo de haber tenido un mandato de arresto internacional por haberse gastado la plata de la Esso en repetir la cena del célebre cocinero francés Vatel en Bogotá, invitando a la francachela a poetas y escritores en lugar de a banqueros. Su fuertísima voz. Su humor. Su conocimiento de la poesía francesa, su elegante acento belga, su capacidad sobrehumana para seducir, su elegante chaqueta azul marino en el puerto francés de Saint Maló recordando a Chateaubriand ante su tumba. La seguridad con la que una vez me dijo, en el Pont des Arts de París, señalando a la isla de Saint Louis: “Mira esto, míralo bien, es la vista más hermosa que ha construido el ser humano en toda su existencia”. Admiré también el modo en que se burlaba de todos, incluido yo, mientras se tomaba un tequila en Tlaquepaque, pues su humor unido a su vozarrón hacían verdaderos estragos. Una vez me dijo: “Tú eres el mejor novelista de Chapinero”, que en el DF equivaldría a decir, “tú eres el mejor novelista de la Guerrero”, o puede que menos, y a pesar de las risas de los demás comensales para mí fue un cumplido porque provenía del autor de Reseña de los hospitales de Ultramar, y eso era ya mucho.
Mutis el monarquista, que a la invitación del subcomandante Marcos para ir a La Realidad respondió: “Cuando le devolvamos todas estas haciendas a la corona española, hablamos” (se refería a los países de América Latina). A este provocador entrañable, que vive en la calle Louis–Ferdinand Céline de México DF, le mando un abrazo por su entrada a los noventa.

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