domingo, 5 de febrero de 2012

Los cien años de Josefina Vicens

5/Febrero/2012
Jornada Semanal
Gerardo Bustamante Bermúdez

Sólo dos novelas fueron suficientes para que Josefina Vicens se consagrara como una autora mayor dentro del panorama narrativo mexicano del siglo pasado: El libro vacío (1958) y Los años falsos (1982). Vicens publicó también el relato “Petrita”, aparecido originalmente en la revista La Brújula, en enero de 1984. Su obra teatral Un gran amor apareció en Cuadernos de Bellas Artes, en febrero de 1962. En varias entrevistas se atribuye la escritura de más de noventa guiones cinematográficos, entre ellos Las señoritas Vivanco, Los perros de Dios y Renuncia por motivos de salud.

Los estudiosos de Josefina Vicens afirman que escribió artículos de tema político bajo el seudónimo de Diógenes García, y crítica taurina en la revista Sol y Sombra con el nombre de Pepe Faroles, sin embargo, consultando esta última publicación, uno no encuentra colaboraciones con este nombre.

Josefina Vicens nació en 1911 en Villa Hermosa, Tabasco y murió en 1988 en Ciudad de México. Hizo sus estudios primarios y una carrera comercial en la capital del país, lo que le permitió trabajar como secretaria en el Departamento Agrario. Tuvo un cargo en la Acción Femenil en la Confederación Nacional Campesina y posteriormente se desempeñó en la Sección de Técnicos y Manuales del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica; ahí nació su interés por la escritura de guiones para cine.

Desde la publicación de El libro vacío, la crítica la miró con beneplácito; en la segunda edición, la obra se publicó con una carta-prólogo de Octavio Paz, quien califica la obra de Vicens como una “verdadera novela”, que habla sobre la nada con un lenguaje “vivo y tierno”. Para Paz, la primera novela de Vicens destaca por la presentación del “hombre caminando siempre al borde del vacío, a la orilla de la gran boca de la insignificancia”. Con esta obra, se muestran las inquietudes autorales por el tema de la creación literaria, el conflicto de la “página en blanco” y la condición individualista del artista al que le angustia no tener nada que decir y que piensa en la primera frase para iniciar una novela.

Por su parte, Los años falsos plantea el tema del patriarcado mexicano, pues en la obra el hijo varón se convierte, a la muerte de su padre, del mismo nombre, en el proveedor económico y en el encargado de proporcionar el tradicional “respecto de varón” a su madre y hermanas. Se trata de una metamorfosis de hijo a padre, así como de un rito de asignación, pues el patriarca ausente le hereda no sólo la carga familiar, sino el trabajo, el grupo de amigos y, de forma extrema, la concubina. Aunque la mirada narrativa pone énfasis en las relaciones entre los géneros, en la obra destacan las alusiones a la política mexicana emergida de la postrevolución; a esa nueva época en la que la corrupción, la mentira y las influencias son privilegios de unos cuantos.

En Los años falsos se aprecia la asignación y reproducción de los roles de género en los personajes de la novela, particularmente en el protagonista, quien queda revestido de un compromiso familiar y social ineludibles. Las mujeres quedan ficcionalizadas dentro de la subordinación, la dependencia económica y el silencio como características de su género, al menos en el contexto mexicano que Vicens alude.

Dentro de la producción de Vicens hay que destacar también el cuento “Petrita”, hasta ahora poco conocido. La edición reciente del Fondo de Cultura Económica no incorpora este texto; tampoco la obra teatral ni el fragmento de una novela inconclusa publicada en el suplemento México en la Cultura el 26 de junio de 1960, con el título “Los enemigos”, proyecto que no pudo concretarse debido a los problemas visuales de la autora.

“Petrita” se ocupa de la fijación que provoca en la mujer narradora –única voz femenina dentro de la narrativa de Vicens– por una pintura donde aparece una niña muerta que, a lo largo del relato, se convierte en la interlocutora de esta mujer en apariencia sola, que recrea una amistad con la niña ausente/presente. Según contó Vicens en algunas entrevistas, este texto es producto de la impresión que le causó contemplar la pintura Niña muerta, del pintor Juan Soriano. Se trata también de recrear un tópico rural muy frecuente durante principios del siglo XX, particularmente los retratos o fotografías de difuntos en las provincias mexicanas. Petrita es el nombre que la mujer le asigna a la niña muerta, con la que establece una relación de amistad e incluso protección alienable. La narradora le inventa una historia de vida a su confidente, la cuestiona sobre el estado y la experiencia de muerte. Lo que Vicens pone a discusión en este relato breve es la relación entre el arte y la vida como conocimiento del individuo. Agrega, además, la condición de soledad de la protagonista, sus estados angustiosos que la llevan a experimentar un diálogo con la muerte.

Por su parte, Un gran amor es una obra teatral en un acto, ilustrada con un dibujo erótico de Matías Goeritz. Los temas tratados son la promesa del amor entre un hombre y una mujer, la insatisfacción y las adversidades por realizar la unión en el pasado, así como el reencuentro a la hora de la muerte. Se trata de una pieza de corte surrealista que incorpora abundantes elementos simbólicos, sobre todo en la escenografía de un espacio identificado con el “limbo”, que incluye las túnicas que usan sus personajes y la propuesta de una construcción escénica del “limbo mexicano”, cubierto por una tierra caliza, una neblina apacible, árboles secos al estilo Juan Rulfo. En esta obra, cuatro personajes, dos hombres y dos mujeres, disertan sobre la imposibilidad del amor, el suicidio y los reencuentros en un tiempo etéreo donde ya no importa todo lo que se dejó de lado en vida, porque el “amor que no se defendió ya no importa defenderlo”.

A cien años del natalicio de esta autora tabasqueña, la recopilación de su obra completa es todavía parcial. Cuando se recopile, se estará haciendo justicia literaria a una pluma lúcida que sólo escribió y publicó lo necesario para estar dentro del panorama de las escritoras mexicanas más importantes del siglo XX.


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