sábado, 11 de febrero de 2012

Contra los raros

11/Febrero/2012
Laberinto
Heriberto Yépez

Padecemos un gusto desmesurado por los escritores “raros”.

El término posee prestigio por Los raros de Rubén Darío. Pero la categoría rebasa a Darío. Se llama raro a un autor inusual, desatendido, anómalo, extraño.

Pero detrás de muchos escritores raros se esconden comentaristas oportunistas que exageran la rareza o importancia de otro con tal de “descubrir” un raro (mérito similar a descubrir un dinosaurio). Muchos raros son autores malos mitologizados.

Y cuando existe un raro genuino —un autor valioso traspapelado— la categoría de lo “raro” es un eufemismo de literaturas rígidas que convierten en raros a quienes no brotan de su tronco petrificado.

Lo raro no es tanto una cualidad del escritor —como el término indica— sino un problema de un campo literario aferrado a un perfil canónico.

Quien no lo obedezca es marginado y luego clasificado como “raro”.

La presencia de “raros” más bien revela críticos insuficientemente separados de tradiciones unidireccionales.

Si bien le interesan autores paralelos al canon, esta crítica no ha podido deshacerse de su ortodoxia. Y califica de “raro” a autores por seguirlos midiendo con el patrón heredado.

El raro es un espectro inventado por un crítico que ha visto algo fuera del canon pero no ha podido definirlo con términos no-canónicos.

El “raro”, en verdad, es un crítico con deslinde precario.

Los raros aparecen en tradiciones literarias que han exagerado el aspecto nacional, genérico o republicano de su producción estética —construyendo el mito de una Familia de las Letras— reduciendo el campo de construcción literaria a la interacción estrecha con usos y costumbres paisanas.

En literaturas hegemónicas, todo desalineado retrospectivamente es raro.

Y cuando en una literatura la atracción por los raros aumenta es que a pesar de desear separarse de su línea endurecida no ha podido lograrlo.

Los raros son autores que son comprensibles desde otros contextos. Autores que pertenecieron a otras clases, géneros, lecturas, intercambios, procesos; autores subjetivados fuera del carril automatizado.

Los raros, además, existen en literaturas en donde no se investiga con cuidado. (Sólo entomólogos o astrónomos subdesarrollados anunciarían insectos o planetas como “raros”.) Donde hay investigación no puede haber autores raros.

El raro existe donde la crítica se ha vuelto floja, y en lugar de explicar un autor escudriñando su circunstancia y analizando su obra, prefiere socorrerse de la idea de los “raros” para, encima de todo, ¡disfrazar su holgazanería de aura!

Los raros, en suma, existen en campos literarios donde la circulación de libros es escasa y donde la crítica ha sustituido la indagación acuciosa por los cuentos de aparecidos y fantasmas.

Los críticos son los raros.

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