jueves, 6 de mayo de 2010

Pacheco, Monsiváis y yo vimos en la literatura nuestro mundo: Pitol

6/mayo/2010
La Jornada
Mónica Mateos-Vega

Para fortuna de nosotros los lectores, la literatura es un movimiento perpetuo que no se rige sólo por generaciones, sino por la literatura misma, afirma el escritor Sergio Pitol (Puebla, 1933) al hacer una reflexión acerca de su obra y de la labor literaria de algunos de sus entrañables amigos.

En entrevista con La Jornada, el autor de El arte de la fuga (1996) explica que no considera que José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y él sean una generación, sino tres amigos que desde los años 50 vimos en la literatura nuestro mundo.

Pitol, desde su casa en Jalapa, Veracruz, puntualiza que es un deber recordar la espléndida obra de Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, Juan Manuel Torres y José de la Colina, entre otros, y entonces sí podríamos hablar de una generación, la conocida como la de medio siglo.

Más que hablar de relevos generacionales, el también ensayista y Premio Xavier Villaurrutia 1981 considera que la literatura es un flujo continuo y como muestra de ello tenemos la obra de Juan Villoro, Álvaro Enrigue, Jorge Volpi, David Toscana, Eduardo Antonio Parra, Mario Bellatin, entre muchos otros.

Quehacer en cuatro etapas

–¿Se siente satisfecho con su obra? ¿Existe algún asunto o tema que le falte abordar, mirar, soñar?

–Cuando releí mis libros para realizar la edición de mis obras reunidas para el Fondo de Cultura Económica, confirmé la relación orgánica, los vasos comunicantes que subterráneamente hay entre las diferentes etapas que conforman mi escritura.

“Desde el principio aparecen temas e intereses que se siguieron entretejiendo hasta Una autobiografía soterrada, última obra que he escrito, que no por nada tiene como subtítulo Ampliaciones, rectificaciones y desacralizaciones.”

En ese libro, editado por Almadía, Pitol reconoce: Escribir ha sido para mí, si se me permite emplear la expresión de Bajtín, dejar un testimonio personal de la mutación constante del mundo.

También se incluye un diálogo con su amigo Monsiváis, con quien recuerda lo mismo a los personajes excéntricos que conocieron en su adolescencia que a aquellos escritores destinados a convertirse en clásicos.

Es la carpintería literaria la que también apasiona a los amigos en la charla. Monsiváis señala: “Entre otros textos, El mago de Viena contiene la síntesis de la novela del mismo título, que narra la conspiración delincuencial que localiza herederas amnésicas y las pone a la disposición de gigolós internacionales, de nacionalidad estrictamente priápica. Y sin embargo, esta novela dentro del libro es sólo una sinopsis. Me gustaría leer la novela en su jubilosa integridad, y debo resignarme a enterarme de fragmentos o rumores. ¿Por qué esa invención de tramas tan delirantes que al quedarse en bosquejo frustran al lector?”


Pitol responde: “El mago de Viena iba a ser un conjunto de artículos, de prólogos y textos de conferencias. Pero al ordenarlos en un índice me pareció muy fastidioso. Comencé a retocarlos, buscar una estructura narrativa, hacer de esos materiales algo como una novela o una narración autobiográfica, con un tono celebratorio y levemente extravagante. Mis viajes, mis lecturas, mi escritura, mis amigos y aun personas que conozco casualmente se me convierten en personajes. Y anunciar una novela es también, y con humildad, un ejercicio borgiano.”

En charla con este diario, el premio Cervantes 2005 explica que su obra “tiene cuatro etapas bien definidas: los primeros cuentos dan paso a las dos primeras novelas (El tañido de una flauta y Juegos florales), que preludian el Tríptico del carnaval (El desfile del amor, Domar a la divina garza y La vida conyugal) y éste, a su vez, anuncia lo que vendrá en la Trilogía de la memoria (El arte de la fuga, El viaje y El mago de Viena).

Respecto de la publicación de Una autobiografía soterrada, Pitol añade que “en realidad la autobiografía está presente desde mis primeros cuentos y en la Trilogía de la memoria (2007) lo que busqué fue una forma distinta de abordarla, convirtiéndome en el personaje que deambula por todas sus páginas. Releerme significó revivir experiencias de mi relación con la música, la ópera, el cine, el teatro y, por supuesto, la literatura”.

–¿Existe algún cuento de otro autor que le hubiera gustado escribir?

–Muchos, entre otros: La mujer de Gogol, de Tomasso Landolfi; Una historia aburrida, de Chéjov; Bartleby, de Melville; Diles que no me maten, de Rulfo –y afirma–: Soy hijo de todo lo visto y lo soñado, de lo que amo y aborrezco, pero aún más ampliamente de la lectura, desde la más prestigiosa a la casi deleznable.


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