viernes, 25 de diciembre de 2009

Las felices y las tristes cenas de Nochebuena

Jueves 24 de diciembre de 2009
El Universal
Yanet Aguilar Sosa

No son escritores que rehuyan o nieguen cualquier relación con las fiestas decembrinas. Aunque cuestionan la Navidad como algo comercial, en nada se parecen a esa figura verde, peluda y cascarrabias que trata de acabar con el festejo; por el contrario, Rafael Pérez Gay, Juan Villoro, Ana García Bergua, Elena Poniatowska, Vicente Quirarte y Andrés Ramírez tienen recuerdos gratos y otros ingratos de la celebración de la natividad.

De distintas generaciones, los escritores consultados coinciden en algunas cosas: que sus mejores navidades han sido con sus hijos, cuando los miran abrir los regalos y se dan cuenta que tienen una verdadera familia. Otros, afirman que la mejor Navidad fue en la infancia ante la llegada de un juguete que los padres habían planeado con todo su amor; sin embargo casi todos rememoran las navidades tristes por la perdida de un ser querido, la inminencia de la muerte o la separación de los padres.

La nostalgia

Si Rafael Pérez Gay recuerda que a los ocho años recibió un tren de pilas y una ciudad hecha por su padre que era “un constructor de ciudades”, Ana García Bergua hurga en el pasado desde donde trae la conciencia de que ser hija de intelectuales no fue tan grato, pues aunque era “religiosa” la cena, nunca había festejos y acaso algunos regalos.

También de la memoria, Juan Villoro trae que la más triste fue la Navidad en la que sus padres se separaron, entonces su madre y él trataron de ignorar los festejos y hacer un viaje tan ingrato que terminaron cenando cereal en un restaurante de Guanajuato. Está también el recuerdo de la perdida de Vicente Quirarte, fue un 24 de diciembre cuando murió su perra Jacinta y al día siguiente, el 25, le tocó llevarla al crematorio.

Entre la tristeza o el gozo, entre la remembranza y el olvido, estos seis escritores comparten sus mejores y sus peores navidades, sean infantiles o adultas, rodeados de familia o de libros, con el gozo de la paternidad o el placer de tener padres que los amaron mucho y se esmeraron por ser el mejor Santa Clós y darles el regalo inolvidable.

Rafael Pérez Gay

Mi mejor Navidad fue cuando descubrí que mis padres gozaban al regalarle a sus hijos. Fue en 1965, yo tenía ocho años, nos acabábamos de mudar y vivíamos en Polanco, en la calle de Herodoto, mi padre había comprado los juguetes que me regalaría el 25 por la mañana, entre ellos un tren de pilas que daba vueltas alrededor de la sala. Mi padre, constructor de ciudades, construyó una pequeña para mí. Pasé todo el día con él y con mi madre que me ayudaba a poner y a quitar las pilas. Estuve días enteros hechizado por esa ciudad creada con papel arrugado a manera de montañas, con cajetillas de cigarros y soldados de plástico.

La peor fue la Navidad en la que me despedí de mis padres, yo sabía que era la última que pasábamos con ellos vivos, claro que nadie lo dijo en nuestra cena familiar, pero latía el corazón de una despedida de mis padres, esa es muy reciente, justamente fue hace un año.

Juan Villoro

La peor Navidad que he pasado fue cuando mi madre decidió que ya no celebraríamos la Navidad porque mis padres se habían divorciado, mi hermana estaba de viaje y sólo estábamos ella y yo en México. Entonces decidió que nos fuéramos de vacaciones ignorando por completo la celebración; la noche del 24 nos tomó en León, Guanajuato y como lo único que estaba abierto era un Vips, esa Navidad cenamos corn flakes; pero de alguna manera para nosotros era una Navidad heroica y ciertamente fue como muy valiente de nuestra parte, pero al mismo tiempo fue la peor Navidad de todas porque queriendo huir de ella nos metimos en una situación bastante sórdida, a partir de ese momento decidimos volver a pasar la Navidad juntos.

La mejor fue la primera Navidad que pasé con mis hijos. Mi hija pequeñita y mi hijo, fue la primera en la que ellos hicieron la comida y todo; fue donde yo sentí que era la primera Navidad en una nueva familia que era la mía.

Elena Poniatowska

Mi mejor Navidad es cada año que pasó rodeada de mis hijos y mis 10 nietos, así que en esta época ellos son los personajes principales. La Navidad para mí siempre significa la reunión con los niños más pequeños, porque no somos tanto de regalos en la familia sino de estar juntos y en tranquilidad.

No recuerdo alguna Navidad que haya sido mala, siempre pienso que la que va a venir siempre va a ser la mejor. Todas han sido felices.

Ana García Bergua

Mis mejores navidades han sido desde que tengo hijas y la he hecho de Santa Clós. Sé que es una cursilería, mi hija pequeña ya sabe que Santa Clós no existe, pero ella hace como que lo cree y yo hago como que creo que lo cree, es una farsa espantosa, pero es muy bonito ver a un niño abriendo un regalo. Sé que muchos escritores odian la Navidad, claro que es detestable por esto de la comercialización, pero será que a mi no me tocaron muchas navidades así porque como fui hija de intelectuales no se festejaba, aunque cenar era algo religioso. No había muchos regalos, pero me acuerdo de una Navidad que amanecimos y había un regalo en el árbol: el gato se había metido en el pesebre, fue muy simpático.

Cuando hay niños las navidades se salvan. Las peores son las de adultos, donde estás cenando por obligación, donde todo mundo se cae gordo; es espantoso porque nadie entiende por qué está ahí. A mí me gusta más el festejo de Año Nuevo porque está la superstición de las uvas y cómo te va a ir en el año, es como cerrar un ciclo y empezar otro, se supone que ese debe ser el sentido de la Navidad, pero uno que no es particularmente religioso vive eso en año nuevo.

Vicente Quirarte

La peor Navidad fue en 1998 cuando murió mi perra Jacinta después de 12 años de tenerla, fue terrible y doloroso. El 25 de diciembre la lleve al crematorio y por primera vez en mi vida sentí lo que se siente cuando se te doblan las piernas, pero también fue algo muy ritual y muy de camarada porque la muerte de una mascota solamente la entiende quien ha vivido con ella muchos años. Era una pastora alemana, inclusive le escribí un poema y un amigo que lo leyó me dijo: “no sabía que había muerto tu hermana”, yo le dije que era mi perra pero sí era como mi hermana.

La mejor Navidad es estar en casa con un montón de libros por leer y dedicarla a eso. Son días de guardar, me gusta pensar que se termina un ciclo del año y es tiempo de estar con uno mismo; además, independientemente de la fiebre consumista, el clima y la atmósfera invitan a la lectura y al recogimiento. La mejor Navidad es esperar las vacaciones para estar en casa y leer. Como dice Felipe Garrido: “los libros están tan caros que hay que leer los que tenemos”.

Andrés Ramírez

La peor Navidad seguro que va a ser esta del 2009 (aunque no quiso decir por qué), creeme que lo será, aunque por ahora es un secreto de estado.

Mientras que la mejor Navidad fue la primera que pasé con mis hijas hace dos años. Era la primera vez que compraba regalos para las dos, era muy bonito y ellas los recibieron muy bien.



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