domingo, 1 de noviembre de 2015

La hermosa monstruosidad de los insectos

1/Noviembre/2015
Jornada Semanal
Armando Alanís Pulido

En este 2015 Samuel Noyola cumple medio siglo de vida, se desconoce su paradero y se siguen contando historias sobre su vida y su obra. Para celebrar sus cincuenta (donde quiera que esté) comparto esta historia y una entrevista que le realicé hace algunos años.
Samuel me dijo que no, que Paloma negra productions lo iba a editar Enrique Krauze en varios idiomas y que le iba a pagar una lanota.
–Miles de dólares, poeta, miles de dólares, man…  Pero bueno, te haré una lectura si seguimos bebiendo…
–Va –le contesté.
No recuerdo mucho, sólo que al final una mujer que siempre estuvo acompañándolo en la lectura me dijo sonriendo: 
–Yo tengo en archivo una copia de ese libro…  dame tu correo y lo descargamos…
–De una vez –le dije.
Así que bajamos el archivo y rápidamente tenía el libro en mi computadora, regresé a Monterrey con un plan y con un libro que considero desde su primera leída un clásico de la poesía mexicana contemporánea. El libro apareció publicado a finales de 2003. Meses después, Samuel llamó por teléfono (por cobrar) a mi casa:
–Óyeme, poeta, ¿o sea que ahora eres mi editor? –me dijo con voz amenazante.
–Pues sí… –contesté temerosamente.
–Chingón. ¿Y de qué color es el libro?
– Amarillo.
–¡Amarillo! –gritó Samuel desde el otro lado.
–Sí: brillante como tus poemas, brillante como el sol de Monterrey…
–Sobres… Eso me late, pero de cualquier manera voy a demandar a los de Conarte.
–Eso me encantaría –le dije.
Supe que Samuel les habló por teléfono (a los del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León) y asustó a un par de burócratas culturales que decidieron, a partir de la amenaza, guardar los libros en una bodega. Cuando acudí a las oficinas para solicitar los ejemplares que le correspondían al autor sin decirles nada, me entregaron una cantidad considerable de libros en varias cajas (supongo que era el total de la edición); se acercaba la feria del libro y aprovecharía para ponerlos a la venta. Vendí muchos.
Samuel había creado un mito en torno a su persona. “El poeta maldito de Monterrey”, escribí en una pequeña cartulina junto a una copia de un dibujo de una calavera que Samuel había dibujado cuando me autografióTequila con calavera.
Casi un año después, una inconfundible voz me recitaba el poema “Me divierte la muerte cuando pasa”, de Gonzalo Rojas, para inmediatamente decirme:
–Eres mi hermano; si no fuera así, te partía tu madre. ¿Cuándo vienes? –me dijo, eufórico, en otra llamada telefónica por cobrar que hacía desde la casa de su hermana en el DF; ahí aproveché para informarle el éxito de ventas que era Paloma negra.
–La próxima semana ahí te caigo, te llevo algunos ejemplares y el dinero de algo así como tus regalías.
–Sobres, sirve que te digo personalmente algo muy importante que voy a hacer… –y colgó.
Samuel me recibió en el aeropuerto de Ciudad de México. Ahí mismo le entregué el efectivo y dos cajas de libros.
–Oye, Sam, siempre he pensado que un poeta en algún momento de su vida debe lucir como un indigente, pero creo que tú ya alargaste mucho esa etapa…
 –Es un camuflaje, mi buen, detrás de esta facha de buen hombre se esconde nada menos y nada más que un buen hombre.
La gente nos miraba raro, porque la verdad sí nos veíamos muy sospechosos, el intercambio de dinero y cajas sumado a la efusividad de Noyola no pasaban desapercibidos para nadie. En ese acto me regaló, como parte del trato, una apestosa gabardina de color púrpura.
Tomamos un taxi y nos hospedamos en el hotel Canadá en el centro histórico, compramos detergente para lavar la gabardina, muchísima cerveza, hielo, dos botellas de mezcal y una de tequila y nos enclaustramos un par de días para charlar de poesía y de planes futuros. En algunos momentos le recordé que tenía que decirme algo importante, a lo que siempre respondía con versos de  Rubén Bonifaz Nuño.
–Mira, poeta, sabes que “La imprudencia ejerzo del que a tientas ensangrienta espinas pretendiendo gozar la flor de la biznaga…” Así es que no comas ansias, ya te contaré, ya te contaré –terminaba diciendo ante mis insistencias.
Cuando la bebida se acabó decidimos irnos de paseo, salimos a desayunar y entramos a un restaurante de un hotel que está frente a la Alameda. En una mesa de junto se encontraba Andrés Manuel López Obrador. Samuel le gritaba que éramos poetas, que éramos de Monterrey, que éramos de izquierda… amlo nos hizo una seña y fuimos a su mesa a platicar, al salir abordamos el turibús. Samuel seguía bebiendo, su reserva estaba en una anforita de metal que tenía grabada la leyenda “Bébete la poesía”. Me platicó que la ganó en una partida de póker en Buenos Aires y que había pertenecido a Roberto Juarroz. Ahora platicaba con dos bellas turistas francesas, las hacía reír mucho; el guía de turistas, molesto, le llamó la atención porque estaba bebiendo. Samuel le contestó en francés y discutieron en francés, las turistas lo defendieron divertidas, luego se asustaron y le dieron sus correos electrónicos escritos en un papelito y se bajaron en el Auditorio Nacional. Noyola sonreía y me dijo, sin dejar de hablar en francés:
–Son las dueñas de una librería de viejo en París, les dije que tengo los tres tomos de Antologhie des poétes francais contemporains, de Walch, en la edición de 1910, y mañana me ganaré 600 euros y una cena en Polanco y, haciendo cuentas, al menos ocho besos.
Inmediatamente después entabló una larga charla (ahora en alemán) con un hombre que venía sentado hasta el fondo y que después supe que era periodista; yo sólo los observaba sin entender nada.
–Estamos platicando de poesía –me dijo al ver mi cara de sorpresa.
El periodista abrazó efusivamente a Samuel y se bajó cerca de una tienda de tarots que previamente le había recomendado. Noyola se me acerca y me dice:
–¿Qué cuál lector anhelo?, al que cándido me olvida y olvida al mundo también y sólo vive en el libro… Goethe es Goethe –gritó, y el malhumorado guía de turistas le volvió a llamar la atención, discutieron esta vez en español y Samuel le rayó la madre en varios idiomas. Despuesito me dijo:
–Yo aquí me bajo, brother.
Cuando lo vi desde el segundo piso del turibús pensé dos cosas: que no me dijo la cosa importante que personalmente me tenía que decir, y (no sé por qué), que ya no lo volvería a ver nunca más. Desde la calle me gritó:
–La poesía está en la calle…
Pensé bajarme y darle un abrazo, el turibús arrancó y la figura recostada en la calle se fue haciendo chiquita, luego un puntito. Recordé lo que me dijo al final de la entrevista que le había hecho unos días antes: Soy un insecto on the road, y yo sólo pensé en la hermosa monstruosidad de los insectos.

Entrevista

–¿Qué es para ti la poesía?
–Hay una referencia tácita que yo cultivo, que es la definición de logos de Sócrates, que relaciona todas las sensaciones con el mundo; creo que la poesía no tiene forma ni fondo, y ahí sí me lanzo contra los académicos y contra los teóricos de la poesía; la poesía se hace con palabras o es un acto sin palabras, la poesía siempre está presente; pero como una definición personal y a la vez un aforismo. Para mí la poesía es una imagen que está sellada; tiene una cadencia, una melodía y perdura sobre el tiempo.
–¿A dónde te ha llevado la poesía?
–Me ha llevado a contraer no un compromiso, sino una especie de experiencia que a su vez me lleva a construir frases en el sueño, a vivirlas personalmente en la calle, al aire libre sin que tenga que escribir un poema y no apreciarlas de una manera estética sino vivirlas desde un presente que tenga un contrapunto, porque los poetas, dicen, queman el presente; el contrapunto sería una frase que conserve el lenguaje. Yo escribo para expresarme; el proceso empieza como una sensación y dentro de ella hay una melodía que tiene una sintaxis y dentro de esa sintaxis trato de fabricar un poema que tenga un cuerpo, no que sea sensual, pero que tenga una presencia; no un objeto, como dirían los estructuralistas, la presencia a la que yo me refiero tiene que ser musical.
–Tú manejas las formas clásicas. ¿Eres un poeta inspirado?
–En contra de nuestros mayores poetas vanguardistas, desde los franceses hasta los alemanes, pasando por los mexicanos, sigo creyendo que la inspiración existe.
Concuerdo con Gonzalo Rojas, que dice que una inspiración contrae una espiración y para espirar uno necesita escribir, y hablando de las formas hay que cultivarlas como uno cultiva y cuida su peinado o su ropa, como uno cultiva su imagen, pero eso no tiene sustancia o no perdura –otra vez– sobre el tiempo sino tiene una cadencia, una melodía.
–¿Te aplicas a lo formal para buscar un fondo en el lenguaje?
–No soy un fetichista de la forma, la he estudiado dentro de los grandes clásicos de la lengua castellana, desde Francisco de Herrera, Miguel de Cervantes, mi querido Arcipreste de Hita… Hay que cabalgar sobre esa forma, lograr lo que tú quieres expresar, el dominio no es sobre la forma, el dominio es que la forma sea un molde para poder amplificar en un sentido acústico tu mensaje.
–Tu obra publicada es breve…
–Pero acechante, como dice la cuarta de forros de Paloma negra productions, que tú me hiciste el favor de escribir. Sabes, yo suelo escribir mucho y ya cuando realizo una cosa que se llama poema, representa para mí una especie de dibujo arquitectónico de lo que quise expresar en el momento en que lo fabriqué como un objeto, no textual como dicen los viejísimos estructuralistas, que aportaron mucho a la observación de la lingüística, pero envejecieron mucho también. Para mí escribir un poema es como decir buenos días, con toda la carga que la frase tiene. No hay una hilación entre mis libros, es cierto, por la simple razón de que escribo poemas, pero como conjunto Nadar sabe mi llamaTequila con calavera y Paloma negra productions forman un ensamble.
–¿Cómo te defines a ti mismo?
–He vivido bajo la piel de los días intransitables que son los que no tienen tiempo, trato de ser amigo de mis amigos, soy un insecto on the road.

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