sábado, 2 de enero de 2010

¡Profecías (culturales) para el 2010!

2010-01-02
Suplemento Laberinto
Heriberto Yépez

Lo demostraré: el crítico es profeta. Lanzaré certeras predicciones, augurios y abusiones para el mundo cultural mexicano del 2010. Para mayor confiabilidad he pulido mi bolita mágica. Limpiad vuestras sucias orejas. ¡Escuchad la voz del aciago peor-venir!

¡Oh Dios! Odio deciros que veo omnipresentes pestes —¿será un congreso literario de escritores crudos?— ¡no, insensato! ¡Es la influenza asolando a los solitarios! La influenza de Conaculta —el Programa Solidaridad Intelectual— que dice: “Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia. Quiero ayudarte. Sólo requiero que te sientas en deuda y en perpetuo riesgo de perderme. Haz todas las declaraciones abstractas que desees —marxistas, neobarrocas y, de preferencia, concretistas— pero no hables de nada específico, omite todo nombre o seguimiento de corruptela local, pues los apoyos federales seguirán fluyendo a caudales a caudillos y achichincles por igual”.

Veo cofradías de escribas retorciéndose por doquier —¡poseídos por lenguas que ellos mismos desconocen!— hospitalizados en instituciones, ávidos de ser citados en La Jornada y, sin nada nuevo que decir, improvisan amores necrofílicos por bustos muy parados. ¡Ah, la bruma de la bolita mágica se despeja! ¡Son los bustos de los héroes de las letras patrias! Y quienes los lamen son los intelectuales mexicanos oportunistas del Bicentenario.

Miro una figura lánguida en el fondo, ¿un beato estresado? ¡No! ¡El Secretario de Educación! ¡Alza la bíblica mano profética! Vaticina —ante los incrédulos— que él mismo abatirá el rezago educativo, sin necesidad de campañas masivas, pues, según calcula, bastará educar a una persona de tan descomunal ignorancia que incluso la menor mejoría que sufra será suficiente para bajar el índice de analfabetismo al 7.2% en el 2012. ¡Se trata de La Maestra, la Bestia del Apocalapsus!

¡Noooooo! Veo piras de libros ¡por montones arrojados al fuego! ¿Otra quema de libros en un horno de PAN en Guanajuato? ¡Peor aún! Es la quema de ejemplares que no han podido vender las transnacionales por editar tanto escritor mexicano que no sale ni en los remates.

El futuro nos depara lo inédito: ¡mítines, tomas de plaza y forwards de artistas defendiendo los derechos humanos en casos concretos y reales! ¡Caray, ha quedado todo claro! Es una campaña para liberar a un músico panzón, desafinado y arraigado por tocar en narcofiestas. Paquita —quien dice que los narcos son muy cultos— encabezará la marcha.

Pero será mi última mamífera profecía la que estrujará a la opinión pública: a finales del año, la UNAM logrará descodificar el genoma mexicano y revelará su forma única, que parecería tratarse de un mensaje maya hecho desde el futuro —y que no se ha podido traducir al español— pero que reza: “To 2 US T des heran Juan Hito”.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Mis quince libros del 2009

2009-12-26
Milenio
Ariel González Jiménez

Invitado por Carlos Puig a elaborar para su espacio en MILENIO Tv la lista de los quince libros más importantes del año que finaliza, comprendí de inmediato que este ejercicio electivo me haría padecer diversas dudas, temores y hasta remordimientos. Sabía que no hay cosa más arbitraria que la enumeración de nuestras preferencias, pues incluso muchas de éstas pueden quedar fuera cuando las acotamos (en este caso por la cifra obligada naturalmente por el mismo nombre del programa de Puig: En quince, como quince tendrían que ser los títulos escogidos).

En un universo editorial poblado por miles de textos, darse a la tarea de definir quince como los mejores o los más importantes resulta francamente temerario. Pero junto con la restricción y sus culposos sentimientos de exclusión, surge la oportunidad, grata y placentera, de poder justificar así sea brevemente por qué he pensado en estos libros y no en otros. Y aquí va mi arriesgada lista, para quien no la haya visto en televisión, con algunos comentarios e información adicionales.

1.Como la lluvia, José Emilio Pacheco, Editorial Era. No son tal vez los mejores poemas de Pacheco, pero sí los más recientes (los elaborados entre 2001 y 2008) y los que confirman el extraordinario oficio de nuestro mayor poeta vivo. Del multipremiado autor que celebró este año su setenta aniversario, también fue publicada La edad de las tinieblas, una obra en la que nos presenta sus inquietudes más íntimas frente a un mundo que parece oscilar entre el colapso y las sombras.

2.Calle de las tiendas oscuras, Patrick Mediano, Editorial Anagrama. Un gran autor francés que merece poder brindar a los lectores mexicanos la sorpresa de conocerlo. Con esta obra ganó el Goncourt, pero se ha tardado en llegar al español. Ahora, como si fuéramos su amnésico personaje, encontraremos en su obra el déjà vu de un auténtico magisterio literario.

3.Sennin, Ryunosuke Akutagawa, Editorial Nostra. Alguna vez, cuando obtuvo el 14 Premio Internacional de Libro Ilustrado Infantil y Juvenil otorgado por la Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, lo comenté en este espacio. Fue editado en este formato “para niños”, pero la verdad es que es una obra mayor —y para mayores— de la literatura fantástica de todos los tiempos.

4.En tierras bajas, Herta Müller, editorial Siruela. Lo dicho: la Nobel de Literatura está siendo apenas conocida en México a través principalmente de las reediciones que Siruela ha hecho a lo largo del año. En tierras bajas es algo de lo más representativo de su trabajo narrativo y la proa de una nave que incluye ya La piel del Zorro, El hombre es un gran faisán en el mundo y La bestia del corazón.

5.Gabriel García Márquez: una vida, de Gerald Martin. Editorial Debate. Uno de los textos biográficos más exhaustivos y relevantes del periodo en torno del Premio Nobel colombiano. Y como era de esperarse (aunque el libro no la prometía), la polémica no se ha hecho esperar, especialmente entre quienes, como Enrique Krauze, no han dejado de ver en García Márquez a un escritor complaciente con (y favorecido por) la dictadura de Fidel Castro.

6. El día D, Anthony Beevor, Editorial Crítica. Atrincherados, aguardamos durante meses la llegada de este gigante de la exposición histórica que es Beevor. Leerlo es introducirnos en el corazón mismo de uno de los operativos militares más elaborados e impactantes del siglo XX.

7.Artículos en The New Yorker, George Steiner, Coedición FCE-Siruela. Una deslumbrante selección de algunos de los comentarios hechos por Steiner a lo largo de 30 años al famoso semanario norteamericano. Pura lucidez crítica en un volumen imperdible.

8.El desencanto, José Woldenberg, Editorial Cal y Arena. En México nos hacía falta una obra que reconstruyera críticamente la trayectoria de la izquierda mexicana y nos pusiera con los ojos bien abiertos ante sus fracasos y miserias. Eso, ni más ni menos, es lo que ha conseguido Woldenberg con este relato que no hace concesiones a la ilusión de “un mundo mejor” que se prepara desde las peores prácticas políticas.

9.Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán, Rüdiger Safranski, Editorial Tusquets. Didáctica y profunda a la vez, esta obra constituye el acercamiento más completo que podemos tener al paisaje intelectual y sensible que encarnó en el romanticismo.

10.Historia de mi vida, Giacomo Casanova, Editorial Atalanta. Otra de las grandes promesas cumplidas de este año: la vida de un hombre que más que seducir mujeres sedujo a toda una época. Una narración fascinante a cargo del mismísimo Casanova.

11.Nos acompañan los muertos, Rafael Pérez Gay, Editorial Planeta. El más entrañable recuento de la vida familiar en medio de un país dividido y la mejor muestra del talento narrativo de Pérez Gay, quien sabe que tras toda gran literatura está la vida misma.

12. México: fotografía y Revolución, investigación y edición de Miguel Ángel Berumen, Fundación Televisa. La Revolución mexicana como no la habíamos visto nunca, en una edición maravillosa digna de los mejores coffee table books.

13.Sombras detrás de la ventana, Eduardo Antonio Parra, Editorial Era. Los cuentos aquí reunidos no son una novedad, pero debe vérselos como un recordatorio indispensable (en tiempos de tanto cambalache y pobreza narrativa) de buen quehacer literario.

14. Los orígenes del poder en Mesoamérica, Enrique Florescano, Editorial FCE. La configuración de los primeros estados vista en toda su complejidad, por uno de los estudiosos más serios del tema.

15. Cartas, Joseph Roth, Editorial Acantilado. El escritor por excelencia del Imperio Austrohúngaro, retratado a través de su correspondencia con amigos y figuras de un tiempo cuya huella espiritual perdura hasta nuestros días.

Top ten de libros del 2009

2009-12-26
Suplemento Laberinto
Heriberto Yépez

Este es mi top ten. No chingaderillas ni novedades sin novedad alguna. 10 libros interesantes.

Comienzo por La pista de hielo (Anagrama) de Roberto Bolaño. Esta novela es un ensayo vocal de Los detectives salvajes. Bolaño es imprescindible; coleccionarlo, inevitable.

La traducción más valiosa en México fue Paterson (Aldus) de William Carlos Williams, hecha por Hugo García Manríquez. El tomo es un bello objeto bilingüe. Dedícale tiempo y deja de leer poesía mexicana patito.

Casi todo aforismo es mini-grandilocuentero. Literatoso. El aforismo real es filosofía filosa o cabalgada carcajada. Látigo. Jaikús maníacos (Moho) de Rubén Bonet reúne aforismo y sátira; él es escritor español viviendo en México sin ser parte del establishment.

La gramática del tiempo (Almadía) de Leonardo Da Jandra es teoría furibunda e inteligente. Se trata de una reedición de Presentáneos, pretéritos y pósteros que Joaquín Mortiz publicó en 1994. 15 años después, es más actual.

No se dijo en voz alta pero la órbita de la poesía mexicana fue alterada en el 2009. Lo logró una serena semblanza de Antonio Saborit acerca de un poeta visual de nuestra vanguardia en el exilio. Una visita a Marius de Zayas (Universidad Veracruzana) es minería crítica, joyita.

Para peregrinar conocimiento raro lea El médico divino (Sexto Piso) del gran Karl Kerényi acerca del mito médico en la antigua Grecia. Leálo con sagaz y sincrónico complemento: Hipócrates y los egipcios. Influencias egipcias en la medicina hipocrática del siglo IV. a. C. de Jorge Ordóñez Burgos, editado por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. No es un bodrio académico: es un museo de pistas sobre los orígenes de la civilización. Alegra que este tipo de obras se publiquen en México.

Viaje extraordinario al centro del cerebro (Anagrama) de Jean-Didier Vincent es un ameno libro divulgación científica, acaudalado de información. Incluso su estructura es interesante. Cómpralo.

¿Dónde apareció la mejor antología poética en español que puedes leer? La organizó en Nueva York, Mark Weiss y la publicó la Universidad de California: The Whole Island. Six Decades of Cuban Poetry. A Bilingual Anthology. Cómprala en internet. La visión de esta antología incrementa nuestro conocimiento y goce de la poesía cubana.

Por último, ¿quieres leer la mejor narrativa de este año en español? No tires tu salario en alguna novela microondas. Aprende a elegir entre tanto libromuchero. Directo pide los Cuentos completos de Edgar Allan Poe traducidos por Julio Cortázar, que relanzó Edhasa. No te dejes engañar por las editoriales. Lee a Poe-Cortázar, placentero y perturbador; los dos genios del cuento en un solo libro.

Y, por favor, al salir de la librería despídete de la mesa de las dizque novedades. No las volverás a ver jamás.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Las felices y las tristes cenas de Nochebuena

Jueves 24 de diciembre de 2009
El Universal
Yanet Aguilar Sosa

No son escritores que rehuyan o nieguen cualquier relación con las fiestas decembrinas. Aunque cuestionan la Navidad como algo comercial, en nada se parecen a esa figura verde, peluda y cascarrabias que trata de acabar con el festejo; por el contrario, Rafael Pérez Gay, Juan Villoro, Ana García Bergua, Elena Poniatowska, Vicente Quirarte y Andrés Ramírez tienen recuerdos gratos y otros ingratos de la celebración de la natividad.

De distintas generaciones, los escritores consultados coinciden en algunas cosas: que sus mejores navidades han sido con sus hijos, cuando los miran abrir los regalos y se dan cuenta que tienen una verdadera familia. Otros, afirman que la mejor Navidad fue en la infancia ante la llegada de un juguete que los padres habían planeado con todo su amor; sin embargo casi todos rememoran las navidades tristes por la perdida de un ser querido, la inminencia de la muerte o la separación de los padres.

La nostalgia

Si Rafael Pérez Gay recuerda que a los ocho años recibió un tren de pilas y una ciudad hecha por su padre que era “un constructor de ciudades”, Ana García Bergua hurga en el pasado desde donde trae la conciencia de que ser hija de intelectuales no fue tan grato, pues aunque era “religiosa” la cena, nunca había festejos y acaso algunos regalos.

También de la memoria, Juan Villoro trae que la más triste fue la Navidad en la que sus padres se separaron, entonces su madre y él trataron de ignorar los festejos y hacer un viaje tan ingrato que terminaron cenando cereal en un restaurante de Guanajuato. Está también el recuerdo de la perdida de Vicente Quirarte, fue un 24 de diciembre cuando murió su perra Jacinta y al día siguiente, el 25, le tocó llevarla al crematorio.

Entre la tristeza o el gozo, entre la remembranza y el olvido, estos seis escritores comparten sus mejores y sus peores navidades, sean infantiles o adultas, rodeados de familia o de libros, con el gozo de la paternidad o el placer de tener padres que los amaron mucho y se esmeraron por ser el mejor Santa Clós y darles el regalo inolvidable.

Rafael Pérez Gay

Mi mejor Navidad fue cuando descubrí que mis padres gozaban al regalarle a sus hijos. Fue en 1965, yo tenía ocho años, nos acabábamos de mudar y vivíamos en Polanco, en la calle de Herodoto, mi padre había comprado los juguetes que me regalaría el 25 por la mañana, entre ellos un tren de pilas que daba vueltas alrededor de la sala. Mi padre, constructor de ciudades, construyó una pequeña para mí. Pasé todo el día con él y con mi madre que me ayudaba a poner y a quitar las pilas. Estuve días enteros hechizado por esa ciudad creada con papel arrugado a manera de montañas, con cajetillas de cigarros y soldados de plástico.

La peor fue la Navidad en la que me despedí de mis padres, yo sabía que era la última que pasábamos con ellos vivos, claro que nadie lo dijo en nuestra cena familiar, pero latía el corazón de una despedida de mis padres, esa es muy reciente, justamente fue hace un año.

Juan Villoro

La peor Navidad que he pasado fue cuando mi madre decidió que ya no celebraríamos la Navidad porque mis padres se habían divorciado, mi hermana estaba de viaje y sólo estábamos ella y yo en México. Entonces decidió que nos fuéramos de vacaciones ignorando por completo la celebración; la noche del 24 nos tomó en León, Guanajuato y como lo único que estaba abierto era un Vips, esa Navidad cenamos corn flakes; pero de alguna manera para nosotros era una Navidad heroica y ciertamente fue como muy valiente de nuestra parte, pero al mismo tiempo fue la peor Navidad de todas porque queriendo huir de ella nos metimos en una situación bastante sórdida, a partir de ese momento decidimos volver a pasar la Navidad juntos.

La mejor fue la primera Navidad que pasé con mis hijos. Mi hija pequeñita y mi hijo, fue la primera en la que ellos hicieron la comida y todo; fue donde yo sentí que era la primera Navidad en una nueva familia que era la mía.

Elena Poniatowska

Mi mejor Navidad es cada año que pasó rodeada de mis hijos y mis 10 nietos, así que en esta época ellos son los personajes principales. La Navidad para mí siempre significa la reunión con los niños más pequeños, porque no somos tanto de regalos en la familia sino de estar juntos y en tranquilidad.

No recuerdo alguna Navidad que haya sido mala, siempre pienso que la que va a venir siempre va a ser la mejor. Todas han sido felices.

Ana García Bergua

Mis mejores navidades han sido desde que tengo hijas y la he hecho de Santa Clós. Sé que es una cursilería, mi hija pequeña ya sabe que Santa Clós no existe, pero ella hace como que lo cree y yo hago como que creo que lo cree, es una farsa espantosa, pero es muy bonito ver a un niño abriendo un regalo. Sé que muchos escritores odian la Navidad, claro que es detestable por esto de la comercialización, pero será que a mi no me tocaron muchas navidades así porque como fui hija de intelectuales no se festejaba, aunque cenar era algo religioso. No había muchos regalos, pero me acuerdo de una Navidad que amanecimos y había un regalo en el árbol: el gato se había metido en el pesebre, fue muy simpático.

Cuando hay niños las navidades se salvan. Las peores son las de adultos, donde estás cenando por obligación, donde todo mundo se cae gordo; es espantoso porque nadie entiende por qué está ahí. A mí me gusta más el festejo de Año Nuevo porque está la superstición de las uvas y cómo te va a ir en el año, es como cerrar un ciclo y empezar otro, se supone que ese debe ser el sentido de la Navidad, pero uno que no es particularmente religioso vive eso en año nuevo.

Vicente Quirarte

La peor Navidad fue en 1998 cuando murió mi perra Jacinta después de 12 años de tenerla, fue terrible y doloroso. El 25 de diciembre la lleve al crematorio y por primera vez en mi vida sentí lo que se siente cuando se te doblan las piernas, pero también fue algo muy ritual y muy de camarada porque la muerte de una mascota solamente la entiende quien ha vivido con ella muchos años. Era una pastora alemana, inclusive le escribí un poema y un amigo que lo leyó me dijo: “no sabía que había muerto tu hermana”, yo le dije que era mi perra pero sí era como mi hermana.

La mejor Navidad es estar en casa con un montón de libros por leer y dedicarla a eso. Son días de guardar, me gusta pensar que se termina un ciclo del año y es tiempo de estar con uno mismo; además, independientemente de la fiebre consumista, el clima y la atmósfera invitan a la lectura y al recogimiento. La mejor Navidad es esperar las vacaciones para estar en casa y leer. Como dice Felipe Garrido: “los libros están tan caros que hay que leer los que tenemos”.

Andrés Ramírez

La peor Navidad seguro que va a ser esta del 2009 (aunque no quiso decir por qué), creeme que lo será, aunque por ahora es un secreto de estado.

Mientras que la mejor Navidad fue la primera que pasé con mis hijas hace dos años. Era la primera vez que compraba regalos para las dos, era muy bonito y ellas los recibieron muy bien.



Los ateos del siglo XXI combaten el dogmatismo y están en ONG

Jueves 24 de diciembre de 2009
El Universal
Natalia Gómez Quintero

Son aquellos que bostezan ante el tema de Dios. No se interpelan ni tratan de explicar en lo mínimo su falta de creencia en un ser superior, pero tampoco cuestionan ni combaten los argumentos de quienes defienden que cada momento de su vida está regida por una divinidad.

Se los puede reconocer como los nuevos ateos, inmersos en una cultura global de modernidad donde la apertura, la tolerancia y la pluralidad son los valores enarbolados, pero en la que también existe una relativización absoluta... todo es revisable, por lo que entonces Dios puede o no existir, pero a ellos no les importa en absoluto.

“Aunque no existe un ateísmo homogéneo en México y parte de América Latina, el común puede ser la indiferencia ante el tema de Dios. El objetivo hoy no es, como el de grupos de los siglos XVIII y XIX, asesinar a Dios, sino relativizar las ideas religiosas”, explica Bernardo Barranco, estudioso de las religiones.

“Habrá quienes aún piensen que la religión es el opio del pueblo, por lo que plantearán la necesidad de extirparlo, pero otros considerarán que ya no es opio, sino como fumar tabaco, acto que se ejerce bajo la propia responsabilidad pero en privado”, dice Jorge Traslosheros, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.

Defensa de sus posturas

Es por ello que hoy algunos que se dicen ateos, se pueden encontrar en organizaciones de la sociedad civil que reivindican derechos que son vetados por la religión, tales como la libertad sexual y el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo en el tema del aborto.

“Se combaten las ideas que son relacionadas con la religión pero no se pretende extirpar a Dios de la sociedad, pues incluso puede haber organizaciones que señalen profesar principios cristianos pero que luchen por cierto derecho que desde su credo no es concebido”, dice Barranco.

Para las altas jerarquías religiosas no existen términos medios en seguir el plan divino del Creador y consideran tajantemente que se es o no se es ateo.

“Por qué (ellos) aseguran que no hay vida después de la muerte, si no han muerto para comprobarlo. Cuando no saben sólo hacen conjeturas a priori y deciden ser agnósticos”, dice el escritor indo-estadounidense Dinesh D’Souza.

Lo cierto es que todavía puede haber ateos que justifiquen de una manera filosófica su incredulidad.

Habrá unos que lo sean por sentirse defraudados por Dios; otros que no crean en la institución religiosa y los que digan no confiar en la divinidad que les “pinta” la iglesia, pero buscan la trascendencia o practicar lo espiritual. De ahí, múltiples diversidades de ateos.

“Aguas calmadas”

“A pesar de estar en un siglo sacrofóbico en el que existe un proyecto cultural de vivir como si Dios no existiera y donde el hombre sólo cumple sus deseos con una mentalidad utilitaria, hoy no hay un ateísmo tan feroz que provoque persecuciones como en décadas pasadas”, dice Traslosheros.

“No hay movimientos con furia que combatan la religión; antes había grupos organizados, algunos inspirados en Friedrich Nietzsche, que argumentaban que si Dios no ha muerto habría que matarlo. No tendría que haber un valor absoluto”, comenta Barranco.

Explica que la globalización ha permitido que haya una coexistencia multicultural donde haya un respeto y atención al otro obviando con ello el ateísmo y dando origen a los ateos indiferentes.

Es justo esta indiferencia y no los grupos organizados de ateos que aún sobrevivan, el principal enemigo de las iglesias, especialmente la católica, coinciden Barranco y Traslosheros.

Recuerdan que el ateísmo de los siglos XVIII y XIX era algo similar al comunismo o liberalismo, una postura ideológica política significaba una gremialidad. Dicen que tampoco hay más la tendencia de la creación de estados confesionales que asuman la ley de Dios como eje rector.

La indiferencia

El sociólogo francés Gilles Lipovetsky en la Era del Vacío, describiría lo que sucede en la actualidad: “En la sociedad postmoderna reina la indiferencia de masa, sentimiento de reiteración y estancamiento, autonomía privada, innovación superficial y el futuro no se considera o asimila; esta sociedad quiere vivir aquí y ahora”.

“No tiene ídolo ni tabú, estamos regidos por el vacío, un vacío que no comporta, ni tragedia ni apocalipsis. También puede notarse una nueva era de consumo que se extiende hasta la esfera de lo privado; el consumo de la propia existencia a través de la propagación de los mass media”, dice en su obra Lipovetsky.

Mención especial valen para los analistas, las condiciones como las de Palestina (musulmanes contra judíos); Balcanes (serbios ortodoxos contra croatas católicos y albaneses bosnios y musulmanes); Irlanda del Norte (protestantes contra católicos); Cachemira (musulmanes contra hindúes) y Sudán (musulmanes contra cristianos y animistas).

Estos hechos han despertado un debate necesario sobre las ideas heredadas con las que se organizan las creencias y el modo en que estas afectan a la estructura de las sociedades políticas. En este caso, la cuestión no es ya cómo llegar a construir una “sociedad atea”, sino cómo es posible que el dogmatismo religioso sobreviva sin destruir el mundo.

Pero en las sociedades occidentales, el papa Benedicto XVI ya habría advertido de esa relativización y la ausencia de Dios como valor absoluto, en su Encíclica titulada En la caridad, en la verdad.

“En el contexto social y cultural actual, en el que está difundida la tendencia a relativizar lo verdadero, la adhesión a los valores del cristianismo es indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo humano”.

Para Traslosheros es peligroso este totalitarismo relativista en el que el ser humano atiende sus propios deseos y prescinde de un Dios. El antropólogo de religiones Elio Masferrer dice que no es lo mismo un ateo de 15 años que uno de 70, pues los contextos cambian. “Los utltra conservadores califican a los ateos como una especie de otra religión; devuelven la pedrada a los no creyentes al decirles que en el fondo todos somos religiosos”.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Pierde Almas

2009-12-21
El Universal
Guillermo Fadanelli

Un pintor que tuve la suerte de conocer casi una década atrás, Jonathan Barbieri, me invitó hace unos años a escribir un conjunto de relatos para publicar en un libro y acompañar así la serie de sus pinturas y dibujos que él tituló “La pierde almas”. Buena parte de esa obra tenía como motivo las cantinas y los seres que viven o aparecen en ellas como alucinaciones nocturnas. Tiempo después de publicado este libro, Barbieri, que actualmente reside en Oaxaca, se involucró con otro artista, Salvador Robles, en la elaboración de un mezcal artesanal que llevaba también el nombre de Pierde Almas. En la estampa que acompaña a la botella viene además de uno de sus dibujos una frase que dice: ¡Otra vez esta maldita felicidad! Cualquiera que sea bebedor podrá reconocer en esta exclamación casi un grito de batalla. No es sencillo definir la felicidad sin caer en retruécanos, pero cuando se han bebido unas buenas copas la sensación de que un espíritu venido de los principios del mundo se ha apoderado de nuestro semblante para despertarlo y sacarlo de su postración cotidiana se hace palpable. Y entonces uno es capaz de encontrar simpatía hasta en las personas más anodinas o hacer que los perros caminen por las paredes.

No comprendo a los abstemios y cuando debo tratar con uno de ellos prefiero dejar que sigan su camino. La prueba de mi tolerancia es que pese a no comprenderlos no intentaría condenarlos ni pedirles que bebieran vino con miras a mejorar su humor o con el fin de que fueran, al menos por algunas horas, una mejor compañía. Todos sabemos que en muchos casos la bebida transforma en brutos a las personas más delicadas y que más de un desgraciado se vale del vino para cometer desmanes. Sin embargo, nadie podría afirmar que eso es motivo suficiente para condenar a quienes beben y se aproximan a esa extraña felicidad, imposible de definir aunque sencilla de reconocer cuando se instala seductora a nuestro lado. Se tolera a los abstemios siempre y cuando ellos también lo sean y no se conviertan en sacerdotes que acusan o desprecian a los bebedores. El escritor Carlos Barral veía en esta clase de personas a enfermos que sostenían sus argumentos en una sanidad inhumana, en estadísticas vacías, en parábolas amenazantes o en imágenes conductistas que te muestran un órgano destruido, pero no la humillación de la pobreza o la miseria de una vida dedicada a cumplir rutinas que empobrecen los sentidos (y que por momentos el alcohol logra suavizar). De los abstemios más conservadores dice Barral que ignoran la gloria de los paraísos artificiales, el aliento de la imaginación creativa, la mitigación de las timideces y la burbuja de cordialidad que envuelve a quienes aprecian el vino.

Los retenes que se imponen en nuestra ciudad para detener a los conductores, someterlos a una prueba y después encerrarlos en crujías o negarles la posibilidad de que se marchen a sus casas a dormir complacidos después de una buena velada, son una muestra de la barbarie de nuestros gobernantes. Nadie sería tan necio como para afirmar que las personas tienen derecho a conducir ebrias y a poner en peligro vidas de terceros. Y cuando lo hacen y son detenidas por esos bondadosos seres que encarnan en “a policía” entonces deben cumplir un castigo, sea el retiro de su licencia, una multa o la momentánea inmovilización de su vehículo. Ahora bien, ¿por qué razón se les encierra o se les detiene por tantas horas? Es porque las raíces de este castigo provienen de una visión moralista respecto al alcohol. El escarnio público, la exhibición y el encierro son absurdos, no sirven para nada y sólo dan felicidad a quienes ganan dinero con esta actividad y a los abstemios o puritanos rencorosos incapaces de reconocer en la ebriedad una lúdica actividad del espíritu. Con qué facilidad se quebranta la libertad de un individuo en nuestro país.

Tantos escritores como Raymond Chandler, Joseph Roth, Allan Poe, E.T.A Hoffmann, Francis Scott Fitzgerald o Hunter S. Thompson han acudido al vino para abrir una puerta más a sus sentidos y llegar a ese extremo en donde perder el alma es ganarla. Y cuantos buenos hombres sin celebridad alguna encuentran en el beber una mitigación de su vida prosaica y sombría. Hombres que como yo exclamamos después de unos buenos tragos: ¡Otra vez esta maldita felicidad!

lunes, 14 de diciembre de 2009

Policía

2009-12-14
El Universal
Guillermo Fadanelli

La autoridad. Es cuerdo desconfiar de ella desde un principio. Ya después veremos si nos hemos o no equivocado, y es probable que en nuestras dudas acertemos casi todas las veces. En su segundo manifiesto, André Bretón dice que el acto surrealista más simple consiste en salir a la calle armado de dos pistolas y disparar contra la multitud. Y añade que quien no haya tenido el impulso de rebelarse contra los sistemas que envilecen la sociedad merece formar parte de la multitud contra quien se dispara. He traído a cuentas este pasaje a causa de que en México el odio hacia la policía por parte de la población se hace cada vez más patente. Y cuando he leído este pasaje en el manifiesto he pensado de inmediato en la policía. En los más distintos ámbitos humanos (a excepción acaso del arte) a quien dice ser lo que no es lo miramos como a un embustero. El que defrauda es el que promete y después no cumple las promesas. Hasta aquí es sencillo estar de acuerdo. La cuestión esencial se encuentra, sin embargo, en el tamaño de los embustes. Y los más grandes suelen ser los que ponen en peligro la vida.

Un loco o un surrealista armarían a sus enemigos porque haciéndolo aseguran su supervivencia (esta supervivencia consiste en que los sigamos considerando locos o surrealistas). Pero los seres comunes no debemos armar de buena voluntad a los criminales porque entonces —además de que seríamos considerados idiotas— pondríamos en peligro nuestra vida. Y no obstante lo anterior, eso es justamente lo que hacemos: entregamos de buena voluntad las armas a los criminales que supuestamente van a defendernos. Lo describo de modo sutil, pero en realidad creo que un policía que traiciona su papel es bastante peor que los criminales comunes. Al menos los criminales no se representan más que a sí mismos. Son actores que cumplen su papel en la obra de manera puntual. Unos más discretos que otros, pero en esencia hacen lo que se espera de ellos.

En cambio, el policía que se escabulle de su responsabilidad (tanto práctica como simbólica) pone a su comunidad contra el muro pues siembra la confusión, dicho en el sentido más agrario de la palabra "sembrar": dejar la semilla en la tierra para que se desarrolle. Es claro que el policía se vale de esta confusión para lucrar, como lo haría cualquier hampón común, pero su caso es más grave porque su acción conduce a su sociedad a la locura. Si no puedo someter al criminal e impedir que siga causando desmanes, por lo menos puedo pedirle que continúe siendo un criminal y que haga evidente así a cuál bando pertenece. Si se niega a confesar a quién sirve (como hacen casi todos los policías de todas las dependencias) no nos deja más remedio que desear su desaparición (su muerte) o perder la cordura. Es por ello que no me extraña el aumento de los linchamientos públicos ni el odio profundo que en México se profesa a la policía como sistema simbólico. El linchamiento, acto que pasa por encima de todas las leyes es una expresión de la locura ciudadana. Esta locura ha sido a su vez provocada por la traición de la policía en todos sus estratos: vaya círculo vicioso.

Haciendo sumas las penas destinadas a policías que no son policías tendrían que ser más graves que las purgadas por delincuentes comunes. No es ésta una propuesta de mi parte porque no existen instituciones a las que dirigir dicha petición. Es sólo un cálculo. ¿Pero qué estoy haciendo? Jamás me imaginé exigiendo de manera literal penas o castigos para nadie. Probablemente me he vuelto loco a causa de la barbarie en que vivimos y de la confusión de los símbolos. Me han llevado a ser lo que no era. Si alguien desea comprobar mi ausencia de razón y recluirme en un manicomio sólo bastará mostrar este artículo donde le pido coherencia a la autoridad y me quejo de que los policías no sean policías de verdad. Si lo hacen —si me recluyen— no me causarán ningún daño porque estoy seguro de que en cualquier mazmorra de hospital estaré más seguro que fuera de ella. Probablemente en cautiverio podré escribir varias apostillas al apolillado manifiesto surrealista.


sábado, 12 de diciembre de 2009

Autoescarnio de la crítica

2009-12-12
Suplemento Laberinto
Armando González Torres

En una tertulia descolorida, el veterano reseñista afirmaba que la influencia de un crítico se mide por la cantidad de mujeres que estarían dispuestas a acostarse con él a fin lograr una nota favorable para ellas o sus maridos y, ya muy desinhibido por unos anacrónicos brandis, confesaba que la magra oferta erótica que había recibido por sus favores literarios a lo largo de su trayectoria lo apercibía de la insignificancia de su opinión y del fracaso de su vocación. La crítica es un ingrediente fundamental de la experiencia literaria y se encuentra inserta en los ejercicios más elementales de apreciación. La tarea crítica es noble y creativa y la llamada literatura secundaria frecuentemente se convierte en literatura de primera. La crítica no sólo se encarga de juzgar, sino de compartir, afectiva e intelectualmente, las aficiones y filiaciones, conectar el pasado y el presente, revelar tradiciones y discontinuidades, crear gusto, apostar por valores y aclimatar formas excéntricas. La crítica, por lo demás, no es una facultad desvinculada de la creación y durante el siglo XX muchos de los creadores más connotados incursionaron en el estudio del fenómeno literario y trazaron su propio mapa y genealogías críticas.

Sin embargo, la palabra crítico, tal como se llega a entender rutinariamente, alude a una entelequia inventada por la división del trabajo literario de la moderna República de las Letras y designa una difusa especialidad que intermedia entre el autor y el público. Se supone entonces que el crítico define los lindes del campo literario, establece una suerte de aduana del gusto y dictamina el ingreso de determinada obra al territorio legítimo de la literatura. La tarea del crítico ya no es tanto formativa como informativa y se concentra en brindar señales para la elección prestigiosa del consumidor literario. No resulta sorprendente que el estatuto de crítico en nuestros días se defina, más que por una operación de inteligencia literaria, por la disponibilidad de una tribuna y el ejercicio de una influencia. Se denomina crítico entonces a aquel que goza de los espacios mediáticos para dar noticias de un libro e influir sobre su recepción. La crítica, bajo esta óptica, lo mismo puede ser una instancia de resistencia, que un componente menor del mercado y la difusión editorial. En realidad, dada la estructura de incentivos existente, es más factible orientarse a lo segundo. Por eso, la tarea del crítico puede oscilar entre la censura y la publicidad, entre establecer barreras de entrada para los extraños al campo literario y fungir como legitimador pasivo de prestigios mercadológicos, centrándose en la calificación de novedades, dejándose guiar por la agenda de las editoriales y personalidades poderosas, concentrándose en los géneros taquilleros y, sobre todo, disimulando la argumentación y los criterios de mérito y exigencia con la profusión de adjetivos y etiquetas.