sábado, 9 de octubre de 2010

De fiesta por el Nobel

9/Octubre/2010
Milenio
Alfredo C. Villeda

La literatura latinoamericana es buena porque es literatura, no porque es latinoamericana, razonaba Alfonso Reyes. La Academia Sueca otorgó el jueves el sexto Premio Nobel de Literatura a un autor de la región, al peruano Mario Vargas Llosa, quien dijo que se trata de una distinción a las letras del subcontinente, que ya adquirieron ciudadanía mundial. La lengua española, pues, está de fiesta.

Los escritores galardonados suelen ser, en esos momentos inmediatos a la noticia, personas generosas que comparten el triunfo. La modestia del momento los invade. Por eso destacan casos como el de un otrora héroe de Vargas Llosa, Jean-Paul Sartre, quien desairó el Nobel con el argumento de que un autor no puede dejar de ser el mejor por un factor cíclico, es decir, el paso de un año en el que otro será el distinguido.

Fórmula de cortesía o reivindicación genuina, Vargas Llosa sí recibe un Nobel que premia por lo menos a otro peruano: al poeta César Vallejo. Puede ser que a otro paisano suyo, Ciro Alegría, pero imposible a Bryce Echenique, tan ganador de elogios como de censuras por sus refritos documentados. Si Carlos Fuentes, en tanto, se dice ya incluido en el galardón a Gabriel García Márquez, este es el momento de ratificarlo con seriedad, porque pasaron veinte años después del último Nobel a un autor en español: Octavio Paz.

Es cierto que al poeta mexicano se le otorgó sólo un año más tarde que a otro autor en lengua española, Camilo José Cela, pero ahora esos dobletes parecen estar lejos de un pronóstico realista, si se atiende el hecho lamentable de que ningún miembro de la Academia Sueca tiene ya no digamos como primera, sino como segunda lengua el español. La trama se tensa si se añade el conflicto geoliterario entre sus integrantes: Estados Unidos frente a Europa.

Frente al falible augurio de la muerte de la novela, el propio Fuentes ha enlistado una de las más brillantes constelaciones de todos los tiempos, pero contemporánea, en la que cita a sus amigos Milan Kundera y Salman Rushdie (grupo, terna intelectual y generacional de la que ya se ha escrito aquí antes), e incluye en español a Vargas Llosa, García Márquez, Juan Goytisolo y Fernando del Paso. Ésa es, precisamente, la ciudadanía mundial a la que se refiere el peruano Nobel 2010.

Hay en ese cónclave de la narrativa otros elegidos de la Academia Sueca, sí, señor. Figuran Toni Morrison, Günter Grass, Nadine Gordimer, V. S. Naipaul y Naguib Mahfouz. Porque, escribe Fuentes, nadie lee al Gabo o a Kundera en virtud de sus nacionalidades, sino en razón de la comunicabilidad de sus lenguajes y de la calidad de sus imaginaciones. Un lector X, como el fusilero, conoce mejor la obra del albanés Ismaíl Kadaré que la del veracruzano Sergio Pitol, premio Cervantes; ha leído la obra cuentística completa del francés Guy de Maupassant antes que el conjunto novelístico del guanajuatense Jorge Ibargüengoitia. Así pasa.

Quienes poco o nada literario han leído de Vargas Llosa suelen acudir a fórmulas de las que se echó mano hace dos décadas para intentar desacreditar a Paz. Un militante de izquierda verá con recelo las opiniones políticas del peruano, como cuando uno de derecha, si aún existen esas fronteras ideológicas que explicó en su momento Norberto Bobbio, recibía las de José Saramago, comunista hasta el ocaso, que no se fue sin abjurar de Fidel Castro.

A quien anteponga resistencia literaria por esos prejuicios ajenos a la literatura deberán bastarle La ciudad y los perros, primera novela de Vargas Llosa, y La fiesta del Chivo, cumbre de la narrativa de este autor, según la personalísima opinón fusilera, para deponer las armas. No se trata de ir hombro a hombro con el narrador en su apoyo a la guerra de Irak. Se trata de dejarse llevar con su pluma por un universo artístico de excepción, desde los años primeros de cadete y putas, hasta sus creaciones mayores, como el retrato crudo de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana.

Vargas Llosa recibió hace dos semanas el honoris causa de la UNAM y le anunciaron el Premio Alfonso Reyes, que deberá recoger en diciembre en Monterrey. Gran palmarés el suyo, para exhibir como el del guatemalteco Miguel Ángel Asturias, cuyo mausoleo en el cementerio Père Lachaise de París se levanta grave, como un montículo de termitas, y en su lápida, ahíta de inscripciones, figuran incontables lauros coronados por el Nobel.

La madrugada de la noticia, este jueves, Vargas Llosa tomó todas las precauciones cuando sonó el teléfono, en prevención de una broma, dice, como la que padeció el italiano Alberto Moravia con una falsa llamada de la Academia Sueca. A Moravia, caray, que sólo por su novela El desprecio merecía el Nobel. El ahora ya anciano Jean-Luc Goddard, director de la versión fílmica de esa obra, con Brigitte Bardot en el papel estelar, debe pensar lo mismo

lunes, 4 de octubre de 2010

¿Podrían callarse?

4/Octubre/2010
El Universal
Guillermo Fadanelli

Es un tanto desconcertante hablar en público sin saber quiénes son exactamente cada una de esas personas que te escuchan y que simulan poner atención. En cuanto ellas ocupan un sitio en las butacas se vuelven actores e intentan representar su papel de la mejor manera posible. El primero que se aburre con sus propias palabras mientras da su discurso soy yo mismo, así que mientras divago acerca de un tema miro a la cara de los espectadores, registro sus expresiones, busco entre el auditorio a las mujeres hermosas, a los patanes envidiosos, a los cultos que están allí sólo para comprobar que soy el estúpido que ellos pensaban y a los despistados que no podrían dar una buena razón si se les preguntara qué hacen allí o por qué ocupan un asiento. Y de vez en cuando, caso insólito, me encuentro con alguien que aun en silencio pone en entredicho el sentido de mis palabras. Uno que sabe perfectamente de qué tamaño es el fracaso de mis opiniones. Esta es una bendición no siempre merecida.

Vivimos en una época donde todos se expresan como papagayos y el sólo hecho de hacer un poco de ruido es para ellos excitante e irresistible. Apenas una ocurrencia aparece en sus tenebrosos y misteriosos cerebros corren a publicarla en las redes sociales donde otros como ellos las recibirán para en seguida devolver con un entusiasmo adiposo otras ocurrencias de la misma clase. Y es entonces cuando uno se pregunta para qué añadir mas palabras en el mundo cuando es a todas luces más sensato mantenerse en silencio. Es esta la única sabiduría que se encuentra al alcance de nuestras manos y que desperdiciamos a manos llenas. Hace tantos años que no escucho una sola idea interesante salida de la boca de nadie. Esto no quiere decir que las personas sean tontas, sino que la expresión de su simpatía no pasa por las palabras ni por la descripción de sus emociones. O acaso es que me he vuelto demasiado susceptible al vacío.

Después de varias charlas aquí o allá he tenido una sensación que podría considerar sin duda valiosa. Cuando hablaba ante un buen número de personas acerca de cierto tema me di cuenta de que ni yo mismo creía en mis palabras y que, sin embargo, no tenía otra manera de expresar lo que en ese momento quería decir. Había dado por ciertas mis opiniones y las repetía sin ningún pudor como si en verdad estas opiniones fueran expresión de mi pensamiento. ¿Hace cuánto tiempo no dudo de lo que creo? Ha sido un momento excepcional en mi vida porque he comprendido que cuando una idea es expresada muere en seguida porque se transforma en un mensaje que otro recibe como si fuera una caja de zapatos. Esto es en verdad terrible. Una sensación que no se la deseo a todos esos que nos atosigan con sus comentarios y sabihondos discursos. No podemos ofrecer a los otros sino ideas muertas. Yo sé que los lectores de filosofía asociarán este artículo a cierto romanticismo idealista que prefiere el acto a las palabras, pero no es eso justamente lo que estoy intentando decir.

Cada vez soporto menos la idea de hablar en público no nada más porque creo que el público es una entelequia formada a partir de una imaginación atribulada, sino sobre todo porque les miento. Así es, miento a ese público que también es una mentira de la calidad más barata y es cuando comienzo a abominar de ese teatro que representa a la nada de un modo bastante vil. Claro que están los aplausos que hacen cimbrar hasta a los oradores más sabios, pero los aplausos están allí para que el ridículo también se haga presente. Si quieres ridiculizar a una persona no tienes más que aplaudirle. Y pensar que todavía hay quienes creen en las palabras de un político que promete cambiar el mundo. Están obviamente a su altura. Pero no quiero hablar nuevamente de eso sino de la sensación de fracaso que suele acompañarme cada vez que hablo en público. Bebo antes para darme ánimos, pero eso ni siquiera ayuda en los últimos días. Y cada vez que un amigo o persona me invita a hablar en público no sabe que colabora a mi entierro y que su invitación es una palada más sobre mi sepultura. Hoy daré mi última charla en París y haré por primera vez un experimento: mentiré de manera consciente y expresaré opiniones en las que no creo en absoluto. Quizás de esa manera encuentre cierta tranquilidad.

domingo, 3 de octubre de 2010

Periodistas centenarios

3/Octubre/2010
El Universal
Rafael Pérez Gay

Los periódicos del siglo que subía el telón no quisieron perderse la aventura más arriesgada y cierta de esos años: la sucesión presidencial de 1910. Dos años antes, Porfirio Díaz le había confesado a James Creelman en una entrevista publicada en Pearson’s Magazine que no participaría en los comicios por la presidencia. Como suele pasar cuando las instituciones se derrumban, la sociedad le asignó a la prensa las funciones que deben cumplir los partidos políticos, los activistas, los fiscales, a esto llaman algunos prensa crítica y combativa. La euforia se adueño de las páginas opositoras, los aires del cambio transformaron incluso las redacciones menos comprometidas con el tañido de la campana que sonaba como un final de época.

Durante la larga paz porfiriana, Díaz recurrió muchas más veces a la intriga y al soborno que a la violencia para destruir diarios desafectos a su política. Pocas veces destruía imprentas y secuestraba ediciones, pero a partir de 1910, la vejez del dictador lo hizo cambiar de ideas. El año de 1893 abrió un pasaje definitivo en las relaciones entre el Estado y la prensa. En abril, el presidente mandó cerrar El demócrata porque en su folletón -la parte inferior del diario- se publicó un reportaje firmado por Heriberto Frías en el cual se contaba el trato que habían recibido los rebeldes de Tomóchic. Por cierto, se ha publicado una nueva edición de un estudio excepcional, único en su género, sobre este episodio que cuenta hasta la última fibra de este famoso caso, se trata de Los doblados de Tomochic de Antonio Saborit (Cal y Arena, 2010).

En ese tiempo, Díaz ordenó clausurar La Oposición. El clima político conoció días espesos; en 1901 la Confederación de Clubes Liberales formada en San Luis Potosí impulsó la publicación del semanario Regeneración que los hermanos Magón fundaron un año atrás. La prensa de oposición de principios de siglo tiene un trágico aire de desesperación y ansiedad. El primer hecho violento incita siempre a una secuencia de coacciones y excesos. Una vez decidido a barrer con sus opositores de papel y tinta, la mano se le soltó al general Díaz: en 1900, el Congreso de Clubes Liberales decidió reunirse en San Luis Potosí, pero nunca se reunieron, la persecución se los impidió. Además, sus órganos de difusión, El Porvenir y El Renacimiento fueron suprimidos, los redactores de Regeneración habían sido encarcelados. Por si fuera poco, Daniel Cabrera aceptó cerrar El Hijo del Ahuizote a cambio de la seguridad de sus colaboradores y la suya propia. Nuestros periodistas centenarios no podían saberlo, pero las distintas puertas de la libertad que se cerraban abrían el gran portón de la guerra civil.

En ese fuego ardieron los periodistas y escritores que se ganaban la vida en las páginas de La Libertad, El Partido Liberal, El Imparcial, El Diario del Hogar, El Combate o El Demócrata. La bohemia y el decadentismo fueron las lanzas que rompieron los prosistas jóvenes para ingresar con el corazón negro al siglo XX. Ellos son: José Juan Tablada, Bernardo Couto Castillo, Rubén M. Campos, Alberto Leduc, Francisco M. Olagulíbel, Jesús Urueta, Ciro B. Ceballos, Jesús E. Valenzuela, Amado Nervo, Luis G. Urbina. No deja de ser paradójico que esos periodistas crecidos bajo la sombra mítica de los relatos del triunfo de la República, de las huestes porfirianas entrando a la capital en los 70 del XIX, no deja digo de ser paradójico que presenciaran al advenimiento de la guerra de la que daban cuenta los diarios. En su momento, la mayoría de estos periodistas fueron antimaderistas y más tarde partidarios del golpe de Victoriano Huerta cuando no huertistas definitivos.

Eran muchos los periódicos que se publicaban y muy pocos los lectores. La sociedad porfiriana estaba lejos de la cultura escrita. Amado Nervo, uno de los periodistas más extraordinarios de fines de siglo XIX, no pudo resistir la tentación de definir a la prensa. En 1896 interrumpió el orden de sus crónicas, Fuegos fatuos, para escribir:

“Seamos más cautos en eso de escribir primores del periodismo. Será éste un arma valiosa para el que esgrimirla sabe, como podría serlo cualquier otra cosa; mas en lo general, hoy por hoy en este país, vale más ser corista del Principal que paladín de ideas que no digiera aún el pueblo, de principios que no entiende, de ideales que no columbra su pupila miope.”

Los periodistas centenarios consumaron en las páginas de los diarios en los cuales escribieron un prodigio infrecuente en nuestros modernos periódicos, ofrecer con el mejor lenguaje posible “una fotografía diaria de las cosas del mundo”. Ellos supieron, como decía Tomás Eloy Martínez, cuándo era más importante un gato en las escaleras de un palacio municipal que una crisis en los Balcanes y usaron sus asombrosas plumas pensando en el lector antes que en nadie. Como verán, no todo en el centenario de la Revolución es Villa y Zapata.

sábado, 2 de octubre de 2010

El milagro de los panes

2/Octubre/2010
Laberinto
Ana Clavel

Cuando se habla de que la literatura latinoamericana actual está fuera del escenario internacional, se está pensando sobre todo en términos comerciales y de marketing. ¿Acaso no se vanagloriaba la agente catalana Carmen Balcells de haber ella “inventado” el Boom? Fue un momento coyuntural porque me parece que los lectores del mundo necesitaban recuperar una imagen del paraíso perdido. Esa nostalgia, sumada a una idea preconcebida y exótica de lo “otro”, permitió el milagro de los panes. La realidad que podemos ofrecer los nuevos narradores es múltiple y movediza, y para nada paradisiaca ni convencional. De hecho, creo que la literatura necesaria, que no tiene que ver con la literatura exitosa ni con la desechable, trabaja de un modo misterioso y casi siempre en silencio. Obras que me han marcado nunca han sido best-sellers. En todo caso han sido long-sellers, libros que van resonando y dialogando con sus lectores a lo largo del tiempo. Una editora me decía hace tiempo que no conocía escritores que no quisieran que sus libros se vendieran. Pienso que ahí está la confusión de muchos editores y no pocos autores: es muy legítimo pretender vivir del trabajo de uno, pero lo que realmente desea un escritor es que sus libros se lean. Tal vez suene demasiado idealista tener este tipo de convicciones en un mundo donde las editoriales globalizadoras se comen a las pequeñas, en el que la exigencia y el nivel de lectura
se banalizan al grado de que la gente lee cada vez menos o sólo lee literatura complaciente, un mundo en el que nos flagelan la violencia y el horror cada vez más inmediatos. Tampoco considero que no valga la pena utilizar los recursos de democratización de la lectura que ofrecen los medios electrónicos y otros. Pero un autor secreto como Felisberto Hernández, una autora discreta como Josefina Vicens nunca tendrán públicos masivos —aunque sí lectores de calidad, que los han convertido en escritores de culto—. Esto me confirma en mi convicción de apostar por las palabras de Italo Calvino cuando dice que se trata de hacerle lugar a lo que en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar. Pero además, hacerlo desde una propuesta literaria, verbal, estética, de escritura verdaderamente creativa, llámese como se llame, literatura latinoamericana, o subterránea, o “saltapatrás”.

Dime qué pseudónimo usas

2/Octubre/2010
Laberinto
Heriberto Yépez

En los premios literarios, el concursante debe ocultar su nombre.

En México hay dos tipos primordiales de pseudónimo literario: el jocoso y el heterodoxo.

Para ejemplo, la lista de pseudónimos del II Premio Internacional Letras del Bicentenario: Zapatitos Rojos; Jarín Fonz; Alicia Adora; Esa vez Bonifacio; Eleya de Llerena; Doña Pepa, la costilla de Hidalgo; El gancho rubio; El otro Wakefield; Su perrillo; Polifemo y El Charro Beltrán.

El monto de estos premios fue 25 mil dólares para primeros lugares; 15 mil para segundos y 5 mil para terceros. Con todo y dineral, los ganadores preferirían que su pseudónimo fuese ocultado. Todo pseudónimo es indigno.

Empero, prensa e institutos, o creen que el pseudónimo es una información relevantísima y por eso la publican, o la difunden para humillar a los literatos: que el mundo conozca tu pseudónimo literatoso es peor que ser desenmascarado en la Arena México.

Todo escritor sabe que el pseudónimo es ridículo. Muchas veces para ofuscar ese ridículo, paradójicamente, recurre al paroxismo. Por eso los pseudónimos chistosones.

En mi caso he firmado como “El Pato Lógico” que, concluí, tras años de abisal meditación, ¡era pseudónimo perfecto! Asegura que mantengas tu anonimato, jamás ganando.

Un mal pseudónimo puede arruinar tu carrera literaria. Si has concursado y dedicado horas a pensar qué pseudónimo usar, no eres paranoico. Título, índice y pseudónimo son los tres criterios reales de los jurados.

La otra tendencia dominante —poner un nombre algo raro, foráneo, irreal, digamos, Katrina Petrovskova— se debe a que la pseudonimia causa regresión psicológica, devuelve a la infancia, casi a los cuentos de hadas.

No sólo debido a que inventar nombres es un juego infantil muy común sino porque despierta la ilusión de ganar. Concursar infantiliza.

Una ceremonia de premiación literaria es como una asamblea escolar, donde, para colmo, anuncian tu bochornoso pseudónimo por un micrófono.

El pretexto burocrático del pseudónimo es proteger la identidad del concursante (evitar prejuicios en los jurados); la razón verdadera, aniñar escritores.

¿Qué es un pseudónimo literario? Un contrato involuntario entre la sociedad y el escritor, a través del cual los escritores revelan su alter ego.

Ya dicho esto, las dos tendencias de la pseudonimia literaria quedan explicadas: la personalidad secreta de los escritores mexicanos corresponde a la de bufones o soñadores.

En el futuro, algún ducho hermeneuta descifrará el significado cabal de los pseudónimos (que almacenan información acerca de la imagen interna y el lugar que ocupan los intelectuales en las sociedades).

Pero, por supuesto, esta investigación indispensable no es un vericueto que pueda acometer alguien que hasta hace unos minutos se apodaba El Pato Lógico.

“En México, la información se ha convertido en espectáculo”

2/Octubre/2010
Laberinto
Alicia Quiñones

Me gusta Bach. Con estas palabras finaliza la entrevista Mario Vargas Llosa. Y sonriendo, afirma: “Soy un melómano”.

El escritor estuvo en nuestro país para recibir el doctorado Honoris Causa que le otorgó la Universidad Nacional Autónoma de México y, como sucede en cada una de sus visitas, para cumplir una apretada agenda de actividades públicas y privadas, entre ellas un diálogo literario con Sealtiel Alatriste en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario, como parte de los festejos por los cien años de la UNAM.

Durante la charla, Alatriste le anunció que se había hecho acreedor al Premio Internacional Alfonso Reyes —cuya primera entrega la obtuvo Borges en 1973—, por lo que deberá regresar en diciembre para recibirlo en la ciudad de Monterrey. Fue un paréntesis en medio de una conversación en la que el autor de Los jefes habló de sus libros, de su vida, del Perú, del que estuvo alejado en la infancia, cuando su familia decidió radicar en Bolivia, y al cual idealizó como un país pacífico hasta que al volver, ocho años después, lo encontró envuelto en la feroz dictadura del general Manuel Odría. “Toda nuestra juventud la pasamos dentro de ese sistema. […] Vivíamos en una sociedad en la que la única forma de actividad política era la clandestinidad. Vivíamos en la cultura de la ignorancia”, recordó.

Novelista, dramaturgo, político, periodista, el peruano está convencido de que la democracia es necesaria en América Latina y que la literatura es “una impresión de la vida”, una expresión libre de ataduras políticas.

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La nueva novela de Vargas Llosa, El sueño del celta, tendrá el 3 de noviembre un lanzamiento simultáneo en todo el mundo de habla hispana, se refiere a ella unas horas antes de su encuentro en la UNAM, durante una reunión con periodistas mexicanos en el piso 26 del hotel Hilton del Centro Histórico, frente a la Alameda Central.

Son las 10 de la mañana y el escritor llega puntual el viernes 24. Recién bañado, con un suéter negro y el tiempo contado para cumplir enseguida otros compromisos —visitar la Catedral, por ejemplo. Está de buen humor y atiende a los reporteros que, uno tras otro, lo entrevistan. A punto de marcharse me mira —esta charla no estaba programada— y dice: ¡Falta usted!

Residente en España desde hace muchos años, le pregunto cómo se mira a México a partir de lo que publica la prensa europea, hablamos de la tendencia a convertir la información en espectáculo, del periodismo cultural y de su vocación por la dramaturgia. Estas son sus respuestas:

AMÉRICA LATINA Y MÉXICO DESDE EUROPA

En Europa, de América Latina casi no se habla, no se sabe mucho. Se tiene en la mira al mundo asiático, pues es la gran economía. Con su gran desarrollo económico el Asia se ha convertido en un mercado atractivo, en socios económicos atractivos, por lo tanto, hay una información muy grande sobre dichos países. Hay otras regiones del mundo cuya problemática económica y política hacen que estén siempre en la actualidad, como Medio Oriente. De América Latina la información es mucho menor y el interés es igual.

Sí creo que existe democracia en México, imperfecta, como es el caso de todos los países de América Latina, pero hoy en día la sociedad mexicana es una sociedad más libre que cuando tenía el control político el PRI. Ahora es una democracia que está mediatizada por una serie de factores, entre ellas el narcotráfico.

El narcotráfico ejerce una violencia y presión terrible. Matan a periodistas todos los días porque no les interesa que haya una información libre, independiente, respecto a ese tema. Ese problema muestra hasta qué punto el narcotráfico no es un problema o un asunto puramente criminal, es un problema que tiene que ver con las instituciones de nuestro países. Por ello es un problema que debe ser resuelto cuanto antes.

LA INFORMACIÓN DE LA VIOLENCIA

México tiene el gran problema de que la información se ha convertido en un espectáculo. No hay espectáculo que resulte más atractivo para un público que la violencia, que los hechos de sangre, entonces, la violencia social que vive México, en razón, fundamentalmente, sobre el narcotráfico, considero que tiene una cobertura desproporcionada. No sólo en Europa, también en el resto del mundo. Muchas veces es una información que carece de objetividad y que no da todos los elementos de juicio como para saber exactamente cuál es la situación real. Pero también creo que eso no obedece a un prejuicio contra México o contra América Latina. No. Tiene que ver con una tendencia general de la información. La información busca entretener y divertir, y la violencia entretiene y divierte muchísimo a un enorme sector de gente y, por supuesto, la prensa y los medios en general alimentan ese tipo de apetitos, lo cual es lamentable y es un hecho sobre todo cultural, lamentable y característico de nuestra época.

VIOLENCIA VS PERIODISMO CULTURAL

Creo que vivimos en un mundo en el que hay una oferta cultural tan enorme que genera una enorme confusión. Es muy difícil saber hoy en día qué es bueno y qué es malo en ciertos campos porque hay informaciones frívolas respecto a eso. El periodismo tendría que ser un instrumento que discrimine en el campo cultural entre lo que es importante, entre lo que es profundo y lo que es superficial y lo que es trivial, y permita orientarse un poco a la gente que está sumida en la confusión en el campo de la cultura… No siempre es así, por desgracia, aunque hay algunos casos, hay ejemplos, hay diarios más responsables que otros, hay programas de televisión más éticos que otros, pero creo que gran parte la cultura en nuestro tiempo se ha trivializado, es una cultura que vive la actualidad, el espectáculo. Cuando la máxima ambición de la cultura es eso, entretener, el resultado puede ser catastrófico, en lo que se refiere a los productos culturales. Es un tema que no tiene fronteras, que se da tanto en el primero como en el tercer mundo.

EL TEATRO Y LA MÚSICA

El teatro es con lo que yo empecé y con lo que me gustaría terminar, porque me apasiona. Siempre digo que si en Lima, cuando yo empecé a escribir, hubiera habido un movimiento teatral, hubiera sido sobre todo un dramaturgo, pero no había, había muy poca vida teatral. Y me fui hacia la novela.

Para un novelista, para alguien que se pasa la vida inventando historias, el teatro es vivir la ficción, en ningún género se vive la ficción con la autenticidad con la que se vive en el teatro. Las personas que encarnan la ficción en el teatro son seres de carne y hueso. Quienes están en el escenario experimentan una transformación, pasan a ser personajes de ficción, con las mismas características con las que se vive la vida. Fugacidad, una durabilidad limitada, una intensidad extraordinaria, entonces, el teatro tiene, para cualquier persona, pasión por la ficción, tiene esa fuerza persuasiva. Es el género que más se acerca a la vida, que imita más y mejor a la vida.

Vargas Llosa se levanta de su asiento y me extiende la mano para despedirse. Le hago otra pregunta:

—¿Le gusta la música?

—Sí, me encanta. Soy melómano —me dice.

—¿Cuál es su compositor favorito?

Suelta una carcajada, comienza a caminar y contesta:

—Bach. Me gusta Bach.

La nueva literatura latinoamericana, ¿fuera de moda?

2/Octubre/2010
Laberinto
Ana Clavel

Para Rafael Pérez Gay

Berlín se iluminó de letras. Si durante el régimen nazi se prendían hogueras de libros en sus plazas, ahora fueron los libros los que incendiaron las miradas y el interés de niños, jóvenes y adultos durante la celebración del 10° Festival de Literatura de Berlín. Realizado del 15 al 25 de septiembre, el encuentro contó con la presencia de más de 270 autores de las más variadas nacionalidades, pero sobre todo de países de Europa del Este. No en balde el tema central del encuentro fue precisamente “La cultura y las políticas en Europa del Este: entre las sociedades abiertas y el nacionalismo, entre la tristeza y una nueva alegría de vivir”. Así pues, no es de extrañarse que la plana mayor estuviera encabezada por Vladimir Sorokin (Rusia), Yuri Andruyovich (Ucrania), Wladimir Kaminer (Rusia-Alemania), Ilya Trojanov (Bulgaria-Alemania) y Herta Muller (Rumania-Alemania).

Más de 30 mil asistentes, 232 actividades, un premio de 30 mil euros para el escritor alemán Thomas Lehr por “la originalidad de su creación en prosa”, un récord Guinness por el maratón de lectura ininterrumpida de 75 “Autores por la Paz”, más de 13 mil niños y jóvenes en actividades diseñadas ex profeso.

Presentaciones, lecturas, conferencias, discusiones, slams poéticos, videos, conciertos, exposiciones y espectáculos multimedia completaron el programa. Una nota de escándalo: el político alemán Thilo Sarrazin fue cordialmente “desinvitado” a participar. Un toque hollywoodense: la aparición de Elizabeth Gilbert, autora del best-seller: Ama, reza, come, cuya versión cinematográfica es estelarizada por la taquillera actriz Julia Roberts y el no menos galán, Javier Bardem.

El discurso inaugural corrió a cargo del escritor español Juan Goytisolo con una conferencia titulada “Espacio en movimiento. Cuando la topografía se transforma en tipografía”. Se rindieron homenajes al portugués José Saramago y al argentino Tomás Eloy Martínez. De hecho, Argentina será el país invitado de honor en la próxima Feria de Francfort pero aquí sólo estuvo representada por tres autores: Alberto Manguel, Alan Pauls y Marcelo Birmajer. La literatura latinoamericana se hizo presente a través de una decena de autores. Además de los argentinos mencionados, las escritoras chilenas Carla Guelfenbein y Lina Meruane, el peruano Antonio Encinas Marroquín, el colombiano Antonio Ungar, los mexicanos Élmer Mendoza y Ana Clavel.

Élmer Mendoza sostuvo un diálogo con el economista mexico-americano Edgardo Buscaglia, titulado “La economía y la cultura de la droga en México”. Por mi parte, participé en la presentación de una nueva antología de cuento latinoamericano: Schiffe aus feuer (“Barcos de fuego”), preparada por Michi Strausfeld, editora de más de 350 obras latinoamericanas en su paso por la afamada editorial Suhrkamp.

Aunque en alemán no suelen editarse ni mucho menos comentarse libros de cuentos, la antología recibió en los días del festival críticas elogiosas en Literarische Welt, suplemento literario de Die Welt, en el Berliner Zeitung y en varias entrevistas de radio. “Índices para la esperanza…”, me confía Michi Strausfeld. La intención de la compiladora fue abrir un espacio a la literatura latinoamericana actual que ha estado “fuera de moda” en el ámbito internacional, muy lejos de las glorias millonarias del Boom y sus epígonos. Salvo Roberto Bolaño que preside desde ultratumba su imperio hegemónico.

Recordé entonces un comentario de mi editor norteamericano, Jay Miscowiec, dueño de una pequeña editorial independiente de Minneapolis, Aliform Publishing, que ha publicado una docena de escritores latinoamericanos desconocidos en el mundo. En el pasado reciente Jay había concursado en su país por una beca de traducción de una obra latinoamericana. La institución al cargo era la National Endowment for the Arts, pero Jay no corrió con suerte: si uno revisa las más recientes emisiones de la NEA a través de su página oficial, hay muy pocas obras del ámbito latinoamericano. La percepción de mi editor es que se prestaba más atención a obras de otras literaturas marginales: los tiempos dorados del Boom habían terminado.

Pero, ¿puede hablarse en verdad de que la nueva literatura latinoamericana está fuera del interés internacional? Para abrir la discusión presento a continuación las opiniones de algunos amigos editores y de Hugo J. Verani, especialista en literaturas hispanoamericanas de vanguardia. Incluyo también las opiniones de la propia Michi Strausfeld, y los escritores Lina Meruane, Antonio Ungar y Marcelo Birmajer, con quienes compartí la presentación de Schiffe aus feuer en el Festival de Berlín que, por cierto, tuvo como subtítulo “Latinoamérica sin el realismo mágico”, en un claro intento por desenraizar la literatura actual de tierras macondianas y diversificar sus caos, sus intereses y preocupaciones.

JAY MISCOWIEC

No, la literatura latinoamericana no está fuera del interés internacional, pero no hay ninguna duda de que ya no tiene el espacio que tenía antes. Creo que en EUA hay ahora tanta diversidad que el poco espacio que existe en el mercado para la literatura extranjera ha estado llenándose con la literatura de todo el mundo. Y... me da pena decirlo, pero hay también un sentimiento antilatino en Gringolandia ahora con el Tea Party y la ley de Arizona y la “talk radio”, que no trabaja en favor de la literatura latinoamericana.

Editor y director de Aliform Publishing de Minneapolis

MARISOL SCHULZ

La literatura latinoamericana como generalidad sí está fuera de moda en el escenario internacional, lo que no quiere decir que no se lea a autores latinoamericanos. Ahora mismo en Estados Unidos hay un auge de los libros de Roberto Bolaño, autor que se ha vuelto un best-seller. Lo mismo ocurre con autores de otros países, pero son casos aislados y no se agrupan en un movimiento literario específico. Esta situación la atribuyo a que las modas en el ámbito editorial duran poco tiempo y ahora, por ejemplo, se leen historias de vampiros; hace unos años eran temas relacionados con El Código da Vinci o con niños magos. Como fenómenos editoriales, estas modas son poco trascendentales en lo que se refiere a la calidad y obedecen más a circunstancias comerciales y de marketing.

Editora y exdirectora de Alfaguara México

CHRISTOPHE LUCQUIN

No me parece que la literatura latinoamericana contemporánea sea una literatura que no atrae. En realidad no creo en una moda para la literatura. Es verdad que en Francia y en Europa de manera general estos últimos años han sido los de la literatura “negra” del norte de Europa: Escandinavia, Suecia, Islandia, entre otros países. En este caso se podría hablar de “moda” porque antes estos autores noreuropeos no existían aquí. Pero lo que hizo que funcionaran es el dinero que les han invertido para hacer una promoción muy importante. Como el género negro es un género que atrae tanto a los lectores de siempre como a los que no leen, era el jackpot garantizado. La gente lee cada vez menos. Sobre todo los jóvenes que nacen con una oferta tan importante de medios culturales que el libro se queda atrás. Yo creo que hoy en día un libro que tiene éxito es un libro que tiene una buena promoción. Creo que los editores en Francia prefieren hacer la promoción de un autor francés y no la de un autor latinoamericano porque el francés está hoy en día muy cerrado de mente. Le gusta todo lo que sea francés, tiene demasiado orgullo para abrirse al mundo. Ese es el problema.

Editor y escritor francés

HUGO J. VERANI

Respecto a la literatura latinoamericana me parece razonable pensar que ya no tiene el impacto que tuvo con el Boom, seguido de un “boomcito”. Muy buenos escritores, sin duda, Piglia, Levrero, Skarmeta, Pacheco, Peri Rossi, etcétera, pero que no han tenido la resonancia de los anteriores. Salvo Bolaño, no hay nadie que haya tenido mucha difusión en el mundo no hispano. ¿A qué atribuirle, además de lo anterior? Tuvimos unos treinta años de primera fila, de los 60 a los 90, es natural que venga un recambio, aunque ninguna otra cultura la ha reemplazado. Creo que el cambio se debe a la importancia que los estudios culturales le han dado a las minorías étnicas, a otras culturas marginadas, y eso naturalmente quita espacio y dinero para lo nuestro.

Ph. D. University of Notre Dame, autor de Las vanguardias literarias en Hispanoamérica

MICHI STRAUSFELD

América Latina, como continente, está recibiendo mucha menos atención que en las décadas pasadas —en cuanto a comentarios políticos, económicos, sociales; más bien se habla de las catástrofes: los muertos por el narco, los mineros chilenos atrapados, los terremotos, etcétera. Brasil es un poco la excepción: se le presta más atención, por ser un país BRIC, se habla de Lula y sus logros. Esta falta de interés general e información regular tiene efectos o daños colaterales para la cultura y la literatura: México fue el país invitado de honor en la Feria de Francfort en 1992, Brasil en 1994, después no ha habido ningún otro gran acontecimiento latinoamericano relacionado con la literatura en Alemania. Son muchos años sin tener un hype mediático (como lo está teniendo Argentina ahora porque será Guest of Honour en Francfort 2010) y faltan nombres nuevos que ya hubiesen “triunfado”. El único, Bolaño, lo hizo después de su muerte. Por lo tanto tenemos ahora algo como desinterés, como déjà vu: ¿dónde está lo nuevo en el continente? Siempre los mismos nombres: los conocemos y éstos tienen su público, pero no necesariamente cautivan nuevos y jóvenes lectores. Por ello es muy difícil hoy introducir nuevos autores, y adicionalmente está la reducción de páginas literarias y programas culturales en todos los medios, así como los cambios de marketing en las grandes cadenas de librerías. También han recibido mucho interés otras literaturas del mundo antes dejadas de lado (en Alemania, por ejemplo, los países de Europa del Este). Es decir: el desafío es grande para las nuevas generaciones, los nietos del Boom. Tengo confianza, sin embargo, en que gracias a la Argentina, Guest of Honour en Francfort 2010, algo va a cambiar, para bien, y ojalá sirva para despertar un renovado interés para los autores de todo el continente. De ahí el esfuerzo de la antología Schiffe aus feuer. Lo que desearía: que México también opte de nuevo por ser país invitado de honor en Francfort para repetir la presencia que tuvo en 1992. India ya ha repetido (1986, 2006), Brasil lo hará en 2013. Creo que sería muy importante.

Editora de más de 350 obras latinoamericanas en Suhrkamp y antologadora de Schiffe aus feuer

MARCELO BIRMAJER

No creo que se pueda categorizar como de moda o fuera de moda la literatura latinoamericana, francesa o australiana. Hace ya varios años que Bolaño está de moda. Nació en Chile y vivía y murió en España. ¿Eso significa que la literatura latinoamericana está de moda? No me lo parece. En cualquier momento puede surgir una novela latinoamericana que se convierta en un best-seller mundial. Y también puede ocurrir que en los próximos cinco años no aparezca nada, ni exitoso ni bueno. La literatura no es como el clima, que puede predecirse según una serie de datos. Y en realidad, ni siquiera el clima puede predecirse. La literatura latinoamericana tiene la garantía de su pasado, pero es tan misteriosa y variada como el futuro.

Escritor argentino

LINA MERUANE

Pensar la literatura en esos términos es un despróposito, la literatura tiene muchas vidas y muchas vueltas. La reducción de la literatura a los mecanismos del mercado global o digamos del europeo es problemática, porque, uno, cada país europeo mantiene una relación, histórica y actual, distinta con las literaturas de nuestro continente, y dos, porque los escritores jóvenes no están escribiendo con el mercado en la cabeza. No se escribe a la medida del interés o del desinterés del mercado editorial internacional, y es esa libertad la que está produciendo escritores con visiones alternativas —y estilos alternativos— de la realidad latinoamericana. Y no sólo de la sociedad que a cada uno le toca sino incorporando exploraciones más cosmopolitas por un lado y exploraciones intimistas por otro. Eso me parece muy propositivo, prometedor incluso, es lo que mantiene nuestras literaturas vivas y posiblemente lo que haga surgir un nuevo interés en lectores también nuevos. Quizá esa relativa pérdida de interés haya tenido un paralelo en la pérdida de interés político por el continente, pero yo me pregunto si esa idea está magnificada o distorsionada. Hace no mucho escuchaba a jóvenes escritores españoles quejarse de que ellos seguían leyendo con mucho interés a los latinoamericanos, los que se publican en España y los que se encontraban en sus viajes por el continente, pero que los escritores latinoamericanos no los leían a ellos. España, por supuesto, es apenas un país más entre los países hispanohablantes, y uno siempre siente que no está al tanto con todos los escritores jóvenes de cada país, pero pienso que la mirada sobre este problema está siempre muy mediada por la experiencia personal e incluso cuantitativa. Pienso que habría que redirigir la mirada hacia la calidad de las escrituras actuales y apostarle a eso. Apostarle y seguirle apostando.

Escritora chilena

ANTONIO UNGAR

No creo que la literatura contemporánea latinoamericana esté menos de moda que la contemporánea árabe, hindú, china, africana o de cualquier otra región. Somos menos populares que lo que fueron escritores muy vendedores como García Márquez, Vargas Llosa o Carlos Fuentes, nada más, pero creo que dentro de unos veinte años algunos de nuestros nombres sonarán tanto como suenan los suyos. Los únicos escritores contemporáneos que están más de moda que los demás son los anglosajones, porque están respaldados por un aparato editorial muy poderoso.

Escritor colombiano


Editada bajo el sello S. Fischer Verlag, la antología Schiffe aus feuer reúne a 36 escritores contemporáneos provenientes de Uruguay (Claudia Amengual, Henry Trujillo), Ecuador (Carolina Andrade), Perú (Daniel Alarcón, Santiago Rocagliolo, Iván Thays), Argentina (Washington Cucurto, Rodrigo Fresán, Patricia Suárez, Guillermo Martínez, Matías Néspolo, Pablo Ramos, Marcelo Birmajer), México (Álvaro Enrigue, Guillermo Fadanelli, Guadalupe Nettel, Antonio Ortuño, Ignacio Padilla, David Toscana, Ana Clavel), República Dominicana (Junot Díaz), El Salvador (Jacinta Escudos), Colombia (Jorge Franco, Pilar Quintana, Juan Gabriel Vásquez, Antonio Ungar), Chile (Alberto Fuguet, Alejandro Zambra, Lina Meruane), Cuba (Karla Suárez, Ena Lucía Portela, Alberto Guerra), Nicaragua (María del Carmen Pérez Cuadra), Bolivia (Giovanna Rivero), Puerto Rico (Mayra Santos Febres) y Venezuela (Slavko Zupcic).

José Saramago en sus palabras

2/Octubre/2010
Laberinto
José Saramago

La vida, que parece una línea recta, no lo es. Construimos nuestra vida sólo en un cinco por ciento, el resto lo hacen los otros, porque vivimos con los otros y a veces contra los otros. Pero ese pequeño porcentaje, ese cinco por ciento, es el resultado de la sinceridad con uno mismo.
La Vanguardia, Barcelona, 1 de septiembre de 1997

Digamos que la vida nos propone cosas. A veces, nos sentimos en condiciones de aceptar la propuesta y emprendemos una labor. Otra veces, no. La vida no es una obra de teatro. En una obra de teatro, todo está en su sitio, cada elemento tiene una función. La articulación de todos los elementos para conseguir crear unos efectos dramáticos está muy bien pensada. La vida no piensa. Vivimos en el caos. Lo que ocurre es que vivimos en un espacio limitado dentro de otro espacio que escapa a nuestra capacidad de comprensión.
Ler, Lisboa, núm. 70, junio de 2008

Ya no cambiaré de opinión, ni me queda tiempo en la vida para cambiarla: el ser humano no tiene remedio.
Setembro, Lisboa, núm. 1, enero-marzo de 1993

Muchas cosas me parecen enigmáticas. Las dificultades empiezan con la historia de mi nombre. El apellido de mi padre era Sousa y no Saramago. Él se llamaba José de Sousa. Sucede que, en Azinhaga, la aldea donde nací, las familias no se conocían por el apellido, sino por los apodos. El apodo de mi familia era Saramago, que es el nombre de una planta silvestre que da una florecilla de cuatro pétalos y que crece en los rincones, casi siempre olvidada.
O Estado de S. Paulo, São Paulo, 21 de septiembre de 1996

Cuando nací, mi padre se dirigió al registro para inscribirme y se limitó a decir: Se llamará José, como su padre. El empleado del registro civil, por su cuenta y riesgo, añadió al apellido verdadero, Sousa, el apodo de Saramago. Y así me convertí en José de Sousa Saramago. Mi padre descubrió el error cuando ya tenía siete años. Para matricularme en la escuela primaria, tuvo que presentar el certificado de nacimiento, y ¡entonces supo que me llamaba José Saramago! Lo más grave es que a él no le gustaba ese apodo.
O Estado de S. Paulo, São Paulo, 21 de septiembre de 1996

El amor no resuelve nada. El amor es una cosa personal, y se alimenta del respeto mutuo. Pero esto no trasciende al colectivo. Llevamos ya dos mil años diciéndonos eso de amarnos los unos a los otros. ¿Y ha servido de algo? Podríamos cambiarlo por respetarnos los unos a los otros, a ver si así tiene mayor eficacia. Porque el amor no es suficiente.
Turia, Teruel, núm. 57, 2001

Creo saber que el amor nada tiene que ver con la edad, como sucede con cualquier otro sentimiento. Cuando se habla de una época en la que se descubre el amor, pienso que es una manera simplista de entender las relaciones entre las personas. Lo que ocurre es que hay toda una historia, no siempre feliz, en torno al amor que hace que se entienda que el amor a cierta edad es natural, y que a una edad avanzada puede ser ridículo. Esta idea ofende la capacidad que tiene cualquier persona de entregarse a otra, que es en lo que consiste el amor.

Y no lo digo por la edad que tengo y la relación de amor que tengo. He aprendido que la intensidad del amor no depende de la edad. El amor es la posibilidad de una vida entera y, si surge, hay que recibirlo. Normalmente, quienes no piensan de esa manera y tienden a menospreciar el amor como factor de realización personal absoluta son aquellos que no han tenido el privilegio de vivirlo, aquellos a los que no ha sucedido ese misterio.
Máxima, Lisboa, octubre de 1990

Bueno, hablar de Pilar [del Río] es a la vez fácil y difícil. Ella nació en 1950, yo en el 22. Me siento un poco raro cuando pienso que hubo un tiempo en que yo ya estaba y ella no. Es extraño para mí entender que tuvieron que pasar veintiocho años desde mi nacimiento para que llegase la persona que sería imprescindible en mi vida… Ella es, y quienes la conocen lo saben, una mujer extraordinaria, además de guapa. Ella nació para servir a los demás, y los demás son todo el mundo, la madre, los catorce hermanos, las amigas, los amigos… Ella siempre está disponible. Ella nunca dice no a una llamada y da toda la atención a la persona con la que está hablando, que en esos momentos es la más importante del mundo. Y bueno… Cuando la conocí, yo tenía sesenta y tres años, era un hombre ya mayor, y ella tenía treinta y seis. Los amigos me decían: «¡Esto es una locura, un disparate! ¡Con esa diferencia de edad…!» Y yo lo sabía, pero no me inquietaba. Ahora ya no puedo imaginar mi vida sin ella, no puedo concebir nada si Pilar no existiera… Cuando no está, la casa se apaga. Y cuando vuelve, se reactiva.
Elle, Madrid, no. 246, marzo de 2007

No sé cómo será la muerte. Cuando pienso que tengo, evidentemente, la edad que tengo y que no voy a vivir ochenta y cuatro años más, lo que más me afecta de todo es el pensar que yo ya no estaré. No es el hecho en sí mismo de morir, el se acabó. Es el saber que yo ya no voy a estar. Y ese no voy a estar significa que no voy a estar aquí. Que no voy a estar en ningún lado donde esté ella [Pilar del Río]. Eso, eso sí me afecta.
Elle, Madrid, no. 246, marzo de 2007

Yo soy ateo, pero siempre me he sentido atraído por el fenómeno religioso. Me interesa la religión como institución de poder que se ejerce sobre las almas y los cuerpos.
Turia, Teruel, no. 57, 2001

Sería más cómodo creer en Dios, pero escogí el lugar de la incomodidad.
Expresso, Lisboa, 2 de noviembre de 1991

En muchos momentos de su existencia, la Iglesia católica no ha hecho otra cosa que ofender a los demás.
Brasil Agora, São Paulo, 15-28 de junio de 1992

Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la Historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen los unos a los otros, por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en Dios, no lo necesito. Y además soy buena persona…
Andrés Sorel, José Saramago. Un mirada triste y lúcida, Algaba Ediciones, Madrid, 2007

Yo me considero como el náufrago de un barco que se hunde. Uno está a punto de ahogarse, pero hay una tabla a la que se aferra. Es la tabla de los principios. Todo lo demás puede desmoronarse, pero, aferrado a ella, el náufrago llegará a la una playa. Y después, con esa tabla, podrá construir otro barco, evitando cometer los errores de antes. Con ese barco intentará llegar a otro puerto.
La Nación, Buenos Aires, 11 de mayo de 2003

Si miro hacia atrás, independientemente de los triunfos, de las glorias, lo que más me gusta es encontrar un sujeto consciente, coherente. Coherente. Nunca cedí a las tentaciones del poder, nunca me puse a la venta.
Visao, Lisboa, 6 de noviembre de 2008

Hemos tenido la libertad para torturar, para matar, para asesinar, y hemos tenido la libertad para luchar, para ir adelante, para intentar mantener la dignidad. Es aterrador el uso que se puede hacer de una palabra. Lo importante es que haya presencia de un sentido de responsabilidad cívica, de dignidad personal, de respeto colectivo; si se mantiene, si se construye, si no se acepta caer en la resignación, en la apatía, en la indiferencia, eso puede ser una simple semilla para que algo cambie. Pero yo soy consciente de que esto a su vez no significa mucho.
Revista Número, Bogotá, núm. 44, marzo-mayo de 2005

Por ahí corre el rumor de que soy vanidoso. Pero creo que la vanidad es la cosa mejor distribuida de este mundo. Vanidosos somos todos. La cuestión es saber si hay alguna razón para serlo o si se es vanidoso sin ninguna razón.
O Jornal, Lisboa, 8 de enero de 1991

¿Cómo se puede ser optimista cuando todo esto es una extensión de sangre y lágrimas? Ni siquiera vale la pena que nos amenacen con el infierno, porque ya tenemos infierno. El infierno es esto.
Jornal de Notícias, Oporto, 5 de noviembre de 2008

La inspiración sólo es el equeleto de una idea. El trabajo y la disciplina son los que forman el cuerpo de ese equeleto.
Lancelot, núm. 752, 19 de diciembre de 1997

La tristeza que usted ve en mí se debe al irracionalismo, a los fanatismos que se diseminan por el mundo. Pero también es compasión. En el fondo todos somos unos pobres diablos. No obstante, hay una compasión que nos hace preguntarnos: ¿por qué no podemos ser de otra manera?, ¿por qué no conseguimos mejorar?, ¿por qué no conseguimos ser buenos?
O Estado de S. Paulo, São Paulo, 21 de septiembre de 1996

Cuando me movía [por los periódicos], incluso antes de trabajar en las redacciones, ya manifestaba las ideas que expreso hoy en día. De una manera general, la literatura que hago ahora sigue estando ligada a ese tipo de textos. Confieso que a veces añoro los periódicos… No soy el único. Creo que cualquiera que haya pasado por ellos debe de recordarlo hasta el final, debe de sentir esa especie de llamada, esa voz que te reclama desde la lejanía, esa sensación de estar en el meollo de las cosas, que la literatura en general no te da.
Jornal de Letras, Artes e Ideais, Lisboa, núm. 50, 18 de enero de 1983

En mi corta experiencia de periodista aprendí algo: a escribir noventa y nueve palabras cuando se necesitan noventa y nueve.
Época, Madrid, 21 de enero de 2001

Nunca fui un verdadero periodista. Nunca escribí una noticia, nunca hice una entrevista, nunca hice un reportaje. Como digo a veces, entré en los periódicos por la puerta de la administración. En El Diário de Lisboa, ejercía de editorialista; nunca hice otra cosa, aparte de coordinar, durante unos meses en 1972, el suplemento literario al marcharse Vítor da Silva Tavares, con quien al parecer trabajaba Nelson de Matos. Y, en el Diário de Notícias, entré para ser director adjunto. Fuera como fuere, trabajé en los periódicos, tuve ocasión de respirar aquella atmósfera que hoy ya es electrónica…
Jornal de Letras, Artes e Ideias, núm. 690, 26 de marzo de 1997

Soy autodidacta. Mi familia no tenía medios. Ejercí de cerrajero mecánico durante cerca de dos años, con el clásico mono azul, muchos otros oficios. Mi educación literaria se ha hecho en las bibliotecas públicas, porque en mi casa no tenían un solo libro, mi madre era analfabeta. Nada apuntaba a que yo pudiera tener la trayectoria que he tenido. Escribí una novela a los veinticinco y, luego, nada más hasta que, pasados los cincuenta años, perdí mi trabajo de periodista en el Diário de Notícias y decidí que era el momento de consagrarme a la escritura. Cuando me preguntan por qué pasé tantos años sin escribir, respondo sinceramente que no tenía nada que decir.
Revista dominical Magazine, Barcelona, 8 de enero de 2006

Me resulta complemente imposible leer en una pantalla de ordenador. Lo lamento. Soy del tiempo del libro, del papel. Uno puede dejar caer una lágrima sobre la página. Es más difícil dejar caer una lágrima sobre un ordenador. Creo que el libro todavía va a durar.
El País, Edición Andalucía, 13 de mayo de 2006

En una máquina de escribir, tenemos que elaborar el pensamiento antes de pasarlo al papel: es muy trabajoso y te obliga a tirar mucho papel. La pantalla es un papel que siempre está limpio y tiene una ventaja enorme: si hay una idea, aunque no esté del todo elaborada, puede escribirse y después trabajar sobre ella. Comparo la pantalla del ordenador con el un campo de batalla, de donde se retiran los muertos y los heridos, [que son] las palabras que no interesan, las ideas imprecisas que han perdido sentido.
Público, Lisboa, 3 de junio de 1995

Antes del interés por la escritura hay otro: el interés por la lectura. Y mal van las cosas cuando sólo se piensa en el primero si antes no se ha consolidado el gusto por lo segundo. Nadie escribe sin leer.
Revista Diário, Madeira, 19 de junio de 1994

Fui un lector entusiasta. En mi casa no había libros, pero leía mucho en las bibliotecas públicas, sobre todo de noche. Leía de manera indiscriminada. Recuerdo haber leído El paraíso perdido de Milton, en traducción, hacia los dieciséis años. No tenía a nadie que me aconsejara sobre qué leer a continuación. De manera que mi educación literaria fue anárquica, llena de lagunas, pero con el tiempo logré organizar cierta visión coherente de la literatura, sobre todo de la francesa.
The Independent, Londres, 31 de julio de 1993

La palabra que más me gusta decir es no. Siempre llega un momento en la vida en la que hay que decir no. El no es la única cosa efectiva y transformadora que niega el statu quo. Lo que está ahí tiende a instalarse, a beneficiarse injustamente de un estatus de autoridad. Entonces llega el momento de decir no. La fatalidad del no —o nuestra propia fatalidad— está en que no hay ningún no que se convierta en sí. El no es absorbido y tenemos que vivir más tiempo con el sí.
Folha de S. Paulo, São Paulo, 31 de octubre de 1991

La literatura tiene influencia en las personas. Pero ¿el que dispongamos de Cien años de soledad desde hace una cantidad de años ha cambiado algo? No. La literatura es una aventura personal. Es como si nos dejaran en una isla desierta y tuviéramos que hacer nuestros propios descubrimientos, abrir senderos, buscar fuentes. Eso es la lectura. No tengo la esperanza de que mis libros cambien la humanidad. Ésa no es la función de la literatura.
El Tiempo, Bogotá, 9 de julio de 2007

No quiero ser apocalíptico, pero el espectáculo ha tomado el lugar de la cultura. El mundo se ha convertido en un escenario, en un enorme show. La mitad de la población mundial vive de dar un espectáculo a la otra mitad. Y probablemente llegará un día en que ya no habrá público y todos serán actores, y todos serán músicos.
Zero Hora, Porto Alegre, 12 de abril de 1997


Con edición, selección y prólogo de Fernando Gómez Aguilera, José Saramago en sus palabras muestra a un intelectual en la esfera pública, a un hombre comprometido con su tiempo, con una clara posición política, crítico del poder y contrario a todo tipo de fanatismos. Coherente, dice él.

En el prólogo, Gómez Aguilera señala: “Valoradas con el horizonte que ofrece el transcurso de los años, estas declaraciones fragmentarias constituyen hoy un valioso caudal de información y de presentación de ideas y valores éticos, así como una estimulante práctica de disidencia y de contestación pública. En ellas está Saramago, el testimonio de un librepensador en el que resuenan formidablemente las tensiones, anhelos y fracasos de nuestro tiempo”.