sábado, 5 de julio de 2014

Volver a la filosofía

5/Julio/2014
Laberinto
Heriberto Yépez

La filosofía debe volver a estar en el corazón de la vida artística. No me refiero a las premisas o postulados de la filosofía moderna, sino a la reflexión filosófica que parte de una crítica severa de la historia de la filosofía. 
    
En toda América las literaturas hoy están demasiado alejadas de la filosofía. 
    
Aunque algunos círculos argentinos o norteamericanos, digamos, se acercaron a la teoría de posguerra y las secuelas posmodernistas, ese acercamiento benéfico terminó por relajarse. 
   
Además, el posmodernismo ya casi no era filosofía sino filosofía herida por la ironía de la literatura moderna. 

Debemos volver a Heidegger. Quien crea que en tan pocas décadas se puede agotar la obra de un filósofo de la dimensión de Heidegger, no entiende filosofía. 

Tomó siglos entender a Platón y Aristóteles. Nos tomará varios siglos entender a Heidegger. Los norteamericanos —que dominan hoy la intelectualidad occidental— no entienden esto, y en Latinoamérica Heidegger casi no alimenta a la creación y el pensamiento. Gran error.

Impera una frivolización en las estéticas de todo el planeta, que se debe a que hay una mayor distancia del corpus y la actitud filosófica que en otras épocas. 

Volver a la filosofía significa quitar el énfasis en pretender lo agradable, que es donde la literatura y el arte contemporáneo se han estacionado (por temor a separarse del espectáculo).

Vivimos una época tan dañada que incluso vincular la escritura o las artes a la verdad o la justicia es considerado “pasado de moda”. En la estética hoy dominan criterios de pasarela. Ya casi nadie se atreve a deslindarse de las opiniones y gustos de los funcionarios, redes sociales, empresas o burocracias intelectualoides. Casi todos buscan ser populares. 

El derrocamiento de la filosofía es un triunfo del capitalismo encabezado por Estados Unidos. Al perderse ese vínculo con la filosofía —fractura que también se debió a la crisis de la filosofía europea— se le sustituyó con un vínculo con el mercado. 

La venta se hizo más importante que la verdad. La ley de la oferta–demanda se volvió el criterio esencial de la estética. Por eso vivimos este momento de decadencia general de los “productos” artísticos. 

Regresar a pensar y crear desde la reflexión filosófica debilitará el poder del mercado y pondrá en crisis a las literaturas y arte comerciales y pseudo comerciales. De esa crisis saldrá lo que sigue. 

El mercado ya produjo la literatura y el arte que podía producir. Y ya fabricó a las líneas de creadores en serie que difícilmente podrían renovarse: no son sujetos sino otra mercancía. 

Las siguientes generaciones deben volver a la filosofía: reinventarla. 

De no hacerlo, la literatura y el arte desaparecerán porque para el mercado mismo ya casi son inservibles.

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