Laberinto
Andrea Abarca Orozco
En
la etapa de la madurez lírica, Efraín Huerta sintetiza sus voces
poéticas a condición de moléculas conviviendo en el escenario de la
brevedad, la convulsión, el gancho, la vuelta de tuerca y el golpe. La
maestría del laconismo en sus versos enclaustra la epifanía de un
discurso sarcástico con trasfondo histórico, político y social, sin caer
en el coloquialismo del pensamiento, a pesar de la aparente simpleza
constructiva del texto. La ilación que hay en cada uno de sus poemínimos
conecta la expresión estética con un trago de ácido muriático, idóneo
para corroer cualquier estado anímico.
Efraín
Huerta va de un hemisferio a otro, como quien dice: del poemáximo al
poemínimo, del verso de largo aliento al instante de la metáfora
escueta. Dice Huerta: “el poemínimo está a la vuelta de la esquina, o en
la siguiente parada del metro. Un poemínimo es una mariposa loca,
capturada a tiempo y a tiempo sometida al rigor de la camisa de fuerza”.
El poemínimo parece un producto fácil, pero su terminación
arquitectónica es compleja de abordar. El poema no solo contiene niveles
de abstracción sino también abraza la magnitud del cosmos, lo
sustituye, lo asedia, lo prostituye y lo santifica. La reflexión del
poeta guanajuatense acerca de su vanguardia es la concepción de un
poemínimo que requiere de una espontaneidad diferente a la de un
epigrama —que fundara Guillaume Apollinaire— y de una perversa fricción
poética que dista del haikú —que tiene como máximo exponente a Matsuo
Basho—, pues tampoco es un aforismo, un apotegma o un dogma, por lo que
el mismo Huerta inventa un término, apodogma, que nadie reconoció. El libro que contuvo el primer balazo de poemínimo fue Los eróticos en 1947. Pero un año antes, en Poemas prohibidos y de amor, se presentó un manojo de éstos, siendo la pauta para el libro que le siguió. Luego, como tornado de arena, surgieron Circuito interior y 50 poemínimos.
Cuenta
Efraín Huerta, a modo de anécdota y aclaración, que Octavio Paz y su
hija Raquel coincidieron en la misma opinión: “Durante mucho tiempo,
supuse con ingenuidad que estos breves poemas podían ser algo así como
epigramas frustrados. Error. Mi hija Raquel (de 8 años), al leer algunos
declaró lo siguiente: ‘Son cosas para reír’. Poco después, en la casa
de un famoso pintor, Octavio Paz los definió de esta manera: ‘Son
chistes’. Me alegro en extremo que, separados por medio siglo de
experiencias y cultura, Raquelita y Octavio hubieran coincidido”.
El
desorden que provocan los poemínimos de Huerta progresa en la
destrucción suntuosa del pensamiento y la estructura de los versos. Esta
expresión lírica corta de tajo la monotonía de la tradición y busca el
lado innovador de la poesía. Con ello se da por cumplida la entropía,
inherente al universo que se recrea constantemente a partir del caos
consecuente con el orden.
La
termodinámica es una especialidad de la física que utiliza la entropía
para determinar la energía que no puede emplearse en la fuerza de
trabajo, y que crece en un sistema aislado con base a un proceso de
carácter natural. La palabra entropía significa en griego “evolución”,
“transformación”. Umberto Eco la emplea en la teoría de la información
para explicar el modelo de comunicación. En este caso, la entropía en
los poemínimos funciona como la cantidad de información promedio que
contienen los símbolos usados, y los que aportan con menor probabilidad
son los que mayormente ofrecen información. Es decir, las ideas
concretas son dirigidas al lector sin necesidad de figuras retóricas
complicadas. La intención del texto es directa, con máximos niveles de
entropía, fáciles de digerir, como lo explica “La ley”: “Todo/ Cabe/ En
un/ Poemínimo/ Sabiéndolo/ Acomodar”.
Considerando al poemínimo como energía indispuesta para
colocarlo en la tradición poética de su momento histórico, Efraín
Huerta logra situarlo por sí solo en una clasificación en la que nadie
habita más que él. Su jocosa perspicacia hace posible que los poemínimos
sigan creciendo en una atmósfera inseparable de la realidad, a tal
grado que jóvenes poetas intentaron imitarlo: “Primero/ Que nada:/ Me
complace/ Enormísimamente/ Ser/ Un buen/ Poeta/ De segunda/ Del/ Tercer/
Mundo”.
Sean
pues estos poemínimos espasmódicos un ejemplo claro para alcanzar el
equilibrio y la entropía absoluta, que significativamente conducen hacia
la nada o la transformación del establishment, en un afán lúdico de contener toda la materia en la menor cantidad de versos posibles.
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