Laberinto
Heriberto Yépez
A lo largo de este año he seguido con atención una serie
interminable de homenajes que instituciones de gobierno han rendido a
figuras culturales mexicanas. ¿Para qué tanta homenajitis nacional?
La homenajitis obedece a varias razones. Enumeraré algunas.
No
se puede comprender la homenajitis sin recordar que, en general,
gobierno, empresas y sociedad conservadora dependen de aseverar que no
debemos abandonar La Tradición.
Un motivo poderoso
para que Bellas Artes, Conaculta y decenas de institutos culturales
mantengan un calendario permanente, obsesivo, de homenajes, es que
homenajear a un escritor o artista lo estatiza. Un homenaje es un acto
de oficialización.
El homenaje equipara poeta y diputado.
El
gobierno encarceló a José Revueltas por izquierdista, pero una vez
difunto, un gobierno de derecha puede homenajearlo, intentar así —quizá
exitosamente— desdibujar o anular la índole crítica de su obra.
Y
en un caso como Octavio Paz, escritor literariamente notable e
intelectual que terminó alineado con el PRI —lo cual muchos desean no
saber— la homenajitis que le espera en el 2014 —centenario de su
natalicio— dañará su futuro.
En esos homenajes toda
clase de oportunistas, funcionarios, superestrellas y epígonos serán
pagados, utilizados y beneficiados por la fiesta oficial.
Gracias
a la homenajitis muchos miembros del gobierno y agentes culturales
mejoran su imagen asociándose a figuras prominentes del pasado. Los
homenajes se realizan gracias a redes de oportunismo.
Lo
que el sistema escolar, los medios y las instituciones informan a la
población no es suficiente para que muchos se percaten que la
homenajitis abusa de la figura viva o muerta y, a largo plazo, la
perjudica, asociándola con un sistema corrupto.
Otro factor: muchas personas reciben dinero en los homenajes.
La
homenajitis cultural mexicana es una forma de integrar a los disidentes
y destruir su oposición y, en el caso de quienes en vida fueron
oficialistas o semi–oficialistas es una forma de cobrarles, y premiar la
sumisión de sus herederos.
En el contexto cultural más
amplio, la homenajitis sirve para mantener un clima de conservadurismo
—Oh, La Tradición; Oh, El Pasado Grandioso— y quitar atención a la
oposición (mayoritaria o excepcional) y, por ende, desdeñar el
descontento social actual.
En el contexto mexicano, un
homenaje tiene dos efectos inmediatos: 1) invitar a la población a
idealizar una figura cultural y 2) asimilar gubernamentalmente un tótem,
comprar a sus seguidores, apropiarse del mito.
La
homenajitis es una de las tendencias más nocivas para la transformación
que México necesita. Intelectuales y funcionarios no dirán que la
homenajitis los mantiene en el poder.
La homenajitis
es la firma —invisible e indeleble— que avala sus cheques, sus
posiciones de lujo hoy y su destino de piedra, mañana.
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