domingo, 14 de julio de 2013

Elsa Cross: el mapa del amor y sus senderos

14/Julio/2013
Jornada Semanal
Antonio Valle

Sólo escuchar el nombre de Elsa Cross me despertaba sensaciones extraordinarias. La poesía de la legendaria poeta zen –como algún crítico deslumbrado la describió en la década de los setentas–, me conducía por territorios ilimitados donde podía ver algunos de sus sueños más terribles y hermosos. Con sus libros fui ensamblando un mapa que crecía año tras año. Era una cartografía secreta que visitaba con la felicidad de quien explora un libro de viajes. Desde entonces he leído con fervor su poesía oscura con resonancias románticas y medievales; he visto las misteriosas estampas que traía de sus viajes por Mesoamérica y he escuchado sus cantos poderosos para invocar al Ser. Cuando a fines del siglo pasado apareció su breve antología: De lejos viene, de lejos va llegando, me pregunté quién sería el misterioso personaje que se insinuaba en esa colección. En El arco y la lira Octavio Paz asegura que la poesía es un diálogo con la ausencia. Seguramente la invención de la que hablaba Paz venía cabalgando por el mismo sendero que anunciaba la poeta.

Poesía: arqueología de la vida
Recientemente, el Fondo de Cultura Económica publicó el volumen de su Poesía completa. La edición consta de veintinueve libros escritos entre 1964 y 2012. Es importante mencionar que la doctora Cross es una autoridad en estudios de religiones comparadas, su obra como traductora es substancial y sus ensayos y poemas son considerados clásicos. No obstante su erudición, en realidad no es difícil acercarse a sus intuiciones, sensaciones y pensamientos más profundos. La manera más sencilla es hacer contacto visual y auditivo, y sin más, fluir con el ritmo de sus versos. Si bien algunos de sus poemas aluden a hechos de carácter histórico –naufragios, revueltas y combates– también suelen aparecer santuarios y territorios fabulosos. Destiempo es un libro de estampas preciosas en el que Elsa incluyó el poema “Bajo un sauce”: “y el sauce te canta y te enamora”; composición que ilumina un epígrafe de Matsuo Basho, legendario maestro de haikú. Es curioso observar las siguientes coincidencias: como el gran poeta japonés, Elsa Cross se gana la vida dando clases. Como Elsa; Basho solía olvidarse de la academia y los intelectuales para ir al encuentro de la naturaleza; además, ambos poetas solían, y suelen todavía, solfear apoyados en “oleadas de silencio”. De aquel lado, en Japón se hacen recorridos por los senderos que hizo Basho en el siglo XVII; de este lado, en 2012 conocimos los relieves geográficos y espirituales que Elsa recorrió en su libro Escalas, donde se soltaron las amarras para: “Zarpar// en el sonido de la palabra Taormina”. (“Taormina”). Las edades perdidas es otra pieza que mezcla la historia del arte con el oficio de juglar. El poema llega a donde las edades perdidas “dejaron testimonio// entre el polvo que borró los caminos.” Junto a otros libros de Elsa Cross, esta obra confirma uno de los hallazgos más felices de Odysseas Elytis: “La poesía es la verdadera arqueología de la vida.” Poesía completa, de Elsa Cross, es un libro tan vasto y con destinos tan diversos, que es imposible recorrerlo todo en el mismo viaje; por su complejidad será objeto de innumerables estudios. Aquí menciono sólo algunas de sus obras con los que reflexiono en torno a tres temas precisos.
La acústica: Dionisos-Orfeo
En el ensayo “Nietzsche y la academia” que Elsa escribió para el coloquio Cien años sin Nietzsche, al analizar El origen de la tragedia –libro provocador del filósofo alemán– la poeta explicaba cómo el éxtasis dionisíaco produce un corte con el sentido de la realidad y con la percepción lineal del tiempo. Esa incisión provocaría una “experiencia extática” que explicaría algunas situaciones extraordinarias, por ejemplo, la aparición de la música en la tragedia dionisíaca, o el estado de gracia desde el que parecen crear algunos poetas iluminados y también oscuros. Octavio Paz pensaba que, en efecto, “magos y poetas, a diferencia de filósofos, técnicos y sabios, extraen sus poderes de sí mismos”. El poeta y el místico dionisíaco, una vez que alcanzan estar afuera de sí, buscan un tiempo y un espacio intensamente personal que propicie un nuevo comienzo –un trance– de música –poesía. Elsa Cross lo define de esta manera: “La experiencia del éxtasis dionisíaco […] abre la percepción hacia lo discontinuo, lo simultáneo, lo recurrente, y también hacia ese absoluto, sea totalidad o sea vacío, que lo fusiona todo en ese retorno a lo Uno primordial.”
Naxos
Diez años antes de que en 1964 apareciera Naxos, el primer libro de poemas de Elsa Cross, Octavio Paz precisaba que el poema “no es sino ritmo, marea que va y viene.” En este sentido Naxos forma parte de un sistema de mareas con los que Elsa ha producido miríadas de cantos profanos y sagrados. En Naxos Elsa sella, como si dibujara un mudra, la alianza espiritual que la llevará a cumplir con una vida ofrecida a la poesía. Es interesante recordar que Teseo, rey mítico de Atenas, una vez que acaba con el Minotauro, abandona Naxos para consumar una tarea de carácter civil; a diferencia de Ariadna, quien luego de allanar el paso del héroe por el laberinto, cumple con su destino sagrado. Naxos es una balada analógica a la elaboración del duelo de Ariadna y su consiguiente comunión con Dionisos. Veinte años más tarde Elsa escribe Bacantes, poema cuyo tema es el carnaval donde algunos personajes experimentan fenómenos paranormales en busca de éxtasis y trascendencia. Sensual y divertido, Bacantes nos ofrece algunas claves que nos permiten descubrir su génesis mexicano.
Poemas y cantos de raíz órfica
Mediante un acto de confesión abismal, en “La dama de la torre”, la protagonista hace un ajuste de cuentas radical con el pasado para allanar su porvenir. “Nigredo”, por ejemplo, es un poema escrito en un tono casi fantástico donde la poeta recibirá algunos símbolos que le permitirán emplear su gracia como visionaria: “Hoy se me dan los aros del saltimbanqui// la daga del asesino y los libros sagrados del profeta.” “Amor el más oscuro”, es un poema transgresor y romántico de largo aliento. Poesía que se abre paso entre anatemas e imágenes insólitas: “Maldigo desde ahora// tu cuerpo cerrándome el abismo.” La poeta busca que el verso sacie su sed de infinito y la religue nuevamente con la vida. “La dama de la torre” y “Amor el más oscuro”, son dos poemas letales, cuyos versos se deslizan entre ruinas afectivas y existenciales. Ambos poemas ahondan en el tema de la elaboración del duelo en Naxos. Estos cantos forman parte de los más altos registros del dolor femenino en la poesía mexicana.
El ser y el corazón de India
Pasaje de fuego es un libro de transición y encuentro con la divinidad en una de sus vertientes abismales. Proceso místico de purificación donde se perciben y aceptan las decisiones irracionales de los dioses. Poema que esta vez religa a la poeta con el absoluto: “Oh vórtice ciego de la noche// perpetuando el lentísimo asombro del ser// ante su nacimiento…” El siguiente verso expresa el poder ígneo que ha alcanzado la poeta: “…sílaba ardiente// semilla // diamante // grieta de luz // Corona tocada por el rayo.” Pasaje de fuego es un libro de culto a la poesía misma que hará posible la creación de otros libros donde Elsa Cross se instalará amorosamente en el corazón de India: Baniano, libro escrito bajo el influjo de maestros espirituales del linaje Siddha Yoga; Canto malabar, colección de asombros que parecen cantados por una médium: “Y en lo oculto de lo oculto// en el fondo más secreto// veo sin parpadear la cifra que se aclara.// Mi ser se pierde en ti// y en la raíz de tu nombre se libera.” Visiones del niño Ram, pequeño libro elaborado con estampas imaginarias y milagrosas que el santo Bhagaván Nityananda vivió en su infancia: “Duermes// y en tus labios cerrados// se juntan los dos mundos”; Singladuras (Poemas desde la India), libro que, entre la intuición y los sentidos, desdobla la idea misma de la existencia: “adivinamos otras vidas latiendo en las de ahora”.
El ser y el canto
Recientemente, Elsa comentó que su poesía, “más que un decir, con frecuencia ha sido un escuchar”. Ante tan extraña declaración, sobre todo viniendo de una poeta, es importante hacer las siguientes reflexiones. Todos sabemos que no puede cantar quien no tiene un buen oído. Para oír se precisa guardar silencio. La sordera produce ruido, es reflejo de la farfulla interior; a diferencia del silencio, que es consustancial al canto y a la música, fuentes prístinas donde la voz se funde en el poema. Elsa Cross también ha dicho: “Mi poesía se inscribe en una larga tradición de poetas ligados al ser y al canto.” En efecto, algunos poemas de Elsa parecen recuperar ecos y resonancias muy antiguas. Tal vez algo parecido experimentaron los antiguos fervorosos del dios trémulo en el Eleusis. En el extremo opuesto, digamos de retorno hacia el este del paraíso, la poeta fluye en la misma sustancia donde alguna vez cantaron Krishna y Arjuna, Buda y los monjes del Tíbet, Rilke y Novalis, Heidegger, Basho y Nietzsche, por supuesto. Según se vea, o se escuche, las múltiples interpretaciones que propicia el ser y el canto, el vacío y el silencio, no pueden ser propiedad de nadie, son, eso sí, de quien sabe escuchar para afinarse.
Jaguar: la matrika shakti, cantos y flores
Mesoamérica es otra de las grandes pasiones de Elsa Cross. Tanto su geografía como diversos aspectos mitológicos y estéticos han inspirado ese gran libro, work in progress, llamado Jaguar (1985-1994-¿?), que como un animal vivo sigue creciendo sensual y poderoso: “Eres sol en lo oscuro.// Eres guerrero.” La matrika shakti es un término sánscrito que designa al proceso de la génesis y evolución del lenguaje. Gracias a su poder musical, las palabras fluyen entre diques que contienen y regulan el paso de la energía que se transformará en fonema, ideograma, lenguaje pensado o escrito y en verso cantado. Este proceso recuerda al concepto náhuatl, in cuícatl in xóchitl –cantos y flores–, binomio inseparable que designa a la poesía, donde la belleza de las flores, seres de diversidad y gracia infinita, representan el aspecto visual de la poesía. Gracias al poder de la matrika shakti –de los cantos y flores– se establece el diálogo con la ausencia que mencionaba Octavio Paz. “Soy la oscuridad donde apareces.” dice Elsa en Jaguar, metáfora donde la poeta es la sustancia misma para la revelación de algo tan íntimo y sensual como el ritmo del animal sagrado. El verso: “De lejos viene,// de lejos va llegando”, en realidad es otra metáfora de algo tan portentoso y cercano como nuestro propio aliento.
Crisis de lo espiritual en el mundo y poesía
No se requiere una formación extraordinaria para reconocer los ardides de la mercadotecnia política, cultural y religiosa. Durante los últimos cien años presenciamos el ocaso de valores humanos entra­ñables. Mientras se extinguían diversas culturas y especies con las que compartíamos el planeta, el resto permaneció inconsciente disipando. Al mismo tiempo que arrasaban bosques enteros para imprimir toneladas de prosa innecesaria, un hedonismo nihilista y decadente se introducía en regiones que no habían sido tan infelices. Ya desde el siglo XIX Rimbaud nos había alertado: “Esclavos, no maldigáis la vida, la verdadera vida está en otra parte.” La poesía de Elsa Cross, “savia azulada”; puede ser uno de los hilos que iluminen nuestro paso por el dédalo en llamas. Si acaso alguien llegara a la arena central del laberinto y fuera capaz de ver de frente a su propio Minotauro, quizás tendría la verdadera vida que Ariadna –y el médium de Ardennes– soñaron para nosotros, ¿los cautivos?
Sol nocturno de la poesía
Como en el arte de contemplar que se practicaba en Mesoamérica, una madrugada me encontraba cerca y junto a una de sus visiones: “Desaparece el pozo,// desapareces tú, desaparezco yo. Sólo queda la noche// en pleno día.” (Visiones del niño Ram) Cuando el sol nocturno iluminó la encrucijada, abrí de nuevo el libro de libros al azar (Poesía completa). Entonces escuché los mantras de mi maestra más querida: “... silenciosos como crecidas súbitas.// Niño jaguar, // en tus ojos se entrecierra la noche” (Jaguar.)

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