Laberinto
Heriberto Yépez
Rayuela de Julio Cortázar cumple medio siglo como clásico.
¿Por cuánto tiempo?
Rayuela reunió cualidades anheladas en una novela
latinoamericana. Mitad nacional–periférica, mitad europea–canónica —libro de
identidad—, dio al lector pertenencia a la cultura alta: gran literatura,
música y ciudad.
Rayuela sofisticó el placer estético que lectores ya habían
conocido por Darío, Neruda, Lorca, Vallejo, Lezama y, claro, Borges.
Muchos se identifican con Oliveira, Traveler o con los tics
de Morelli —alter ego hiperintelectual— o con la mujer mágica, boba,
surrealizada, La Maga.
Es un libro que conversa y teoriza con el lector. Despliega
historias, mundos y es una estructura novedosa, un libro–objeto.
Rayuela está escrita en prosa poética y flujo conceptual que
invita que el lector rehaga el sentido. “La técnica consistía en citarse
vagamente en un barrio a cierta hora”. Es una novela de texto abierto, desde el
orden de sus capítulos hasta su significado frase por frase.
Envejeció, no obstante, su idea de lo femenino. Hoy Rayuela
parece la más misógina del boom. Pero su prestigio es tanto que Los detectives
salvajes repitió la fórmula.
Y la mujer fantasmal, sacrificial o metafísica da forma
incluso a la narrativa femenina posmoderna hoy.
Cortázar no inventó esta figura femenina; la llevó a un alto
nivel estilístico. Pero ya identificamos esa misoginia y la retórica romántica
como problemas ¿aislados? de Rayuela.
Pero nos sigue agradando su tejido y esa prosa cortazariana,
que cuenta y filosofa qué es lo Real.
Los narradores no atreven ya esta clase de novela total del
boom; novela de gran arte, reflexión y política revolucionaria.
Hoy muchas novelas latinoamericanas y españolas que aspiran
a ser innovadoras se parecen a los llamados “capítulos prescindibles” de
Rayuela. Fragmentos de inteligencia satelital a la trama novelesca principal.
Y casi toda la escritura experimental asemeja las
instrucciones de Rayuela, el llamado “Tablero de dirección”.
Todavía somos variantes de esta novela–cruz cristiana,
reconfigurable. Rayuela es el vía crucis hecho travieso juego culto.
Rayuela será un clásico por mucho tiempo, ya que es reinventable,
iniciática y de un autor genial que convirtió a Poe, Quiroga y Macedonio en una
obra más compleja que Nadja de Breton y más elegante que On the Road de
Kerouac.
De tanta complejidad, ni siquiera Cortázar intentó
superarla.
Los gremios especialistas en hacer literatura compartimos
sus ideales —buscar lo sublime literario— pero hemos renunciado a hacerla.
Rayuela es una ideología que adoramos. Pero no es una
práctica escritural viva.
Las ideologías sobreviven a las prácticas que las
encarnaron. Rayuela es una estrella candente que, lentamente, se convierte en
ruinas.
Para unos, ruinas sagradas; para otros, imperiales.
Para unos, ruinas sagradas; para otros, imperiales.
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