Laberinto
Heriberto Yépez
Después de Borges, pensar un laberinto es pensar la identidad. Pero el laberinto todavía tiene secretos.
El laberinto es búsqueda de centro y Ariadna, símbolo del alma. Borges y Jung fueron grandes psicólogos de esta estructura. En México, fue El laberinto de la soledad de Paz la obra que cercó su sentido.
Para entender el laberinto hay que entender a sus
artífices. Al hacerlo, aparece la siguiente ruta para alcanzar su centro.
Tanto a Borges como a Paz les obsesiona el tiempo
circular. Pero son hombres del tiempo lineal, moderno. A éste no pueden
refutarlo: es el tiempo oficial.
Para los antiguos, el tiempo circular era una
certeza; para los modernos, apenas una bella hipótesis. Lo mítico vuelto
literario.
El tiempo lineal es nuestra certeza. La figura del
laberinto atestigua esa transición. No es azar que nos venga, sobre todo, de la
mitología griega, ahí donde el drama de la transición entre el tiempo circular
(mágico) y el tiempo lineal (lógico) acendró su lucha.
El tiempo lineal está habitado por los residuos del
modelo anterior. Esto es lo que Minotauro representa: la bestia del tiempo
cíclico.
El laberinto es la estructura que nace del encuentro
de un modelo lineal y un modelo circular del tiempo. El tiempo racional (que lo
rectilíneo simboliza) y el tiempo natural (cuyo emblema es lo curvo). El
laberinto es la crisis de las formas del tiempo.
El laberinto es la lucha entre lo
lineal-civilizatorio-racional y lo circular-natural-inconsciente. Origina otra
conciencia y existencia.
Por eso el laberinto es fascinante. Su arquitectura
tomó la forma de un combate interno, una vacilación y ambigüedad. Ser mitad
racionales, mitad irracionales; mitad seres del tiempo lineal, mitad del tiempo
cíclico. Laberinto es indecisión y dilema.
Pero lo cíclico ya se va. Será la vícima de Teseo.
Es el reinado que cae, aunque aún acecha y da forma intestina al laberinto.
La Torre de Babel cayó para siempre. El laberinto,
en cambio, reaparece. Su sobrevivencia indica que todavía tiene cifras.
Sabíamos ya que simboliza el cambio de identidad, y
hoy que esta transformación se dio como resultado de la victoria del tiempo
lineal sobre el tiempo cíclico.
Pero esta estructura temporal todavía encierra un
secreto. Un saber pasajero acerca del tiempo circular que casi ha sido
derrotado, y con cuyo final el laberinto se destejerá.
Por ahora, el laberinto sigue aquí. Existe en la
mente. Esta existencia mental —tenue y persistente— prueba que el último
secreto del laberinto permanece escondido.
En ciertos insomnios, creo tener otra clave. Pero si
considero atrevido afirmar que esta forma surge del encuentro de tiempos, me
parecería grave querer terminar la solución.
Teseo quiere decirla, profanarla; Minotauro, en
cambio, huye, la resguarda.
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