domingo, 23 de junio de 2013

Persistencia y secreto del Laberinto

22/Junio/2013
Laberinto
Heriberto Yépez

Después de Borges, pensar un laberinto es pensar la identidad. Pero el laberinto todavía tiene secretos.

El laberinto es búsqueda de centro y Ariadna, símbolo del alma. Borges y Jung fueron grandes psicólogos de esta estructura. En México, fue El laberinto de la soledad de Paz la obra que cercó su sentido.
Para entender el laberinto hay que entender a sus artífices. Al hacerlo, aparece la siguiente ruta para alcanzar su centro.
Tanto a Borges como a Paz les obsesiona el tiempo circular. Pero son hombres del tiempo lineal, moderno. A éste no pueden refutarlo: es el tiempo oficial.
Para los antiguos, el tiempo circular era una certeza; para los modernos, apenas una bella hipótesis. Lo mítico vuelto literario.
El tiempo lineal es nuestra certeza. La figura del laberinto atestigua esa transición. No es azar que nos venga, sobre todo, de la mitología griega, ahí donde el drama de la transición entre el tiempo circular (mágico) y el tiempo lineal (lógico) acendró su lucha.
El tiempo lineal está habitado por los residuos del modelo anterior. Esto es lo que Minotauro representa: la bestia del tiempo cíclico.
El laberinto es la estructura que nace del encuentro de un modelo lineal y un modelo circular del tiempo. El tiempo racional (que lo rectilíneo simboliza) y el tiempo natural (cuyo emblema es lo curvo). El laberinto es la crisis de las formas del tiempo.
El laberinto es la lucha entre lo lineal-civilizatorio-racional y lo circular-natural-inconsciente. Origina otra conciencia y existencia.
Por eso el laberinto es fascinante. Su arquitectura tomó la forma de un combate interno, una vacilación y ambigüedad. Ser mitad racionales, mitad irracionales; mitad seres del tiempo lineal, mitad del tiempo cíclico. Laberinto es indecisión y dilema.
Pero lo cíclico ya se va. Será la vícima de Teseo. Es el reinado que cae, aunque aún acecha y da forma intestina al laberinto.
La Torre de Babel cayó para siempre. El laberinto, en cambio, reaparece. Su sobrevivencia indica que todavía tiene cifras.
Sabíamos ya que simboliza el cambio de identidad, y hoy que esta transformación se dio como resultado de la victoria del tiempo lineal sobre el tiempo cíclico.
Pero esta estructura temporal todavía encierra un secreto. Un saber pasajero acerca del tiempo circular que casi ha sido derrotado, y con cuyo final el laberinto se destejerá.
Por ahora, el laberinto sigue aquí. Existe en la mente. Esta existencia mental —tenue y persistente— prueba que el último secreto del laberinto permanece escondido.
En ciertos insomnios, creo tener otra clave. Pero si considero atrevido afirmar que esta forma surge del encuentro de tiempos, me parecería grave querer terminar la solución.
Teseo quiere decirla, profanarla; Minotauro, en cambio, huye, la resguarda.

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