domingo, 28 de abril de 2013

¿Por qué no leen los mexicanos?

27/Abril/2013
Laberinto
Heriberto Yépez

Las estadísticas muestran que los mexicanos leen mal y poco. Los estudiantes tienen serios problemas para comprender lecturas. ¿Qué gritan estas tragicómicas cifras?

El Iluminismo predica que el libro libera. Pero quizá los mexicanos se oponen al libro como una resistencia política.

El libro permanece atrapado en la red autoritaria.

La escuela mexicana no es emancipatoria sino represiva. El libro es asociado psicológicamente con las prácticas restrictivas empleadas desde el catecismo hasta las cátedras.

Quizá un estudio demostraría que el libro es sobre todo un instrumento para adoctrinar personas a obedecer autoridades.

El manejo de la Biblia en la Iglesia y familia, y el manejo del libro de texto por los maestros podría ser uno de los motivos por los que “La Bola” de “Jodidos” se niega consciente e inconscientemente a “leer” y “entender” libros: agacharse.

Esta rebelión paga un precio: la “ignorancia”, mezcla de desinformación, desventaja y desacato.

Desacato, sí. La no-lectura podría ser un sabotaje al libro como instrucción autoritaria.

El rechazo a la “lectura” no sólo es reflejo del fracaso del programa escolar sino señal del éxito de la resistencia de las mayorías contra el adoctrinamiento.

Me-Hago-el-Menso para NO seguir tus Órdenes.

El bajo índice de lectura podría ser una forma en que el mexicano está comunicando su rechazo a ser sometido por el Libro y sus mandamases.

Quizá el mexicano no puede “leer” debido a que la comunicación familiar, escolar, mediática y gubernamental no es clara sino incoherente.
Aun si el mexicano promedio quisiera aprender a leer, lo contradictorio y confuso de las autoridades no deja desarrollar capacidad de lectura de la realidad (de la cual la lectura de libros deriva).

El libro (y la palabra escrita y pública) se usa para ocultar que la comunicación es defectuosa y mal intencionada.

El mexicano ve a la palabra pública —del libro al noticiero, y de las promesas de campaña hasta el informe presidencial— como una mentira, una comunicación que no debe creer o atender seriamente porque es desconfiable.

El mexicano promedio no lee porque no adquirió en su infancia y juventud las capacidades básicas para confiar en las fuentes debido a la comunicación embustera y despótica de sus padres, profesores, sacerdotes, voceros y funcionarios.

Y no cree benéfico aprender a “leer” porque ese sistema engañoso monopoliza la Palabra para justificar sus trampas.

(Para colmo, el Libro casi nunca habla del mexicano promedio sino de las clases que lo dominan).

El mexicano se protege del poder del libro. Prefiere la “ignorancia” al sometimiento.

Se opone —casi silenciosamente— al libro por ser utilizado para humillarlo, castigarlo, engañarlo, manipularlo, controlarlo.

Los de Abajo se siguen sublevando. No necesariamente levantando.

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