domingo, 1 de mayo de 2011

Los poetas mexicanos de los años cincuenta

1/Abril/2011
Jornada Semanal
RicardoVenegas

Desde los años ochenta se han editado diversas antologías con el propósito de acercarnos a los poetas nacidos en la generación de los cincuenta: Poetas de una generación 1950-1959 (1988) de Evodio Escalante, La sirena en el espejo (1990) de José María Espinasa, Víctor Manuel Mendiola y Manuel Ulacia. La propia Colección de los cincuenta, que apareció en los noventa, subraya el lugar que estos creadores –casi todos hijos de la Asamblea de poetas jóvenes de México (1980) de Gabriel Zaid– ocupan en el mapa de la poesía mexicana.

La nómina de estos poetas es amplia. Muchos comenzaron a publicar después de los treinta o cuarenta años de edad, algunas de estas voces sólo aparecieron con su debut y despedida implícita en un solo libro.

Ethel Krauze, José Luis Rivas, Coral Bracho, Mario Calderón, Verónica Volkow, Víctor Toledo, José Javier Villarreal, Carlos Oliva, Víctor Hugo Piña Williams, Luis Miguel Aguilar, Héctor Carreto, José Angel Leyva, Myriam Moscona, Adolfo Castañón, Sandro Cohen, Maricruz Patiño, Jorge Esquinca, Silvia Tomasa Rivera, Efraín Bartolomé, Javier Sicilia, Francisco Torres Córdova, Juan Domingo Argüelles, Eduardo Casar, Ricardo Castillo, Alberto Blanco, Franciso Segovia, Margarito Cuéllar, Fabio Morábito, Luis Cortés Bargalló, Josu Landa, entre muchos otros (imposible mencionar a todos en tan poco espacio), son parte de una larga nómina que dibuja una parte importante –más bien enorme– del mapa poético actual de México.

El nombre de “Generación de los 50” se le ha atribuido al poeta y crítico Arturo Trejo, que en su artículo “Nombrar la luz”, publicado en la revista Memoria de papel en 1991, habló de los creadores de esta generación, a la cual se identifica también por comprender, entre quienes la integran, a varios ganadores del Premio Aguascalientes de Poesía, si no el más prestigiado –y cuestionado–, sí el más generoso reconocimiento económico a un poeta en México.

El año de 1968 es ineludible para esta generación que lleva tan presente en su formación (no generalizo) la caída de los regímenes autoritarios. A este grupo lo caracteriza también, afirma Vicente Quirarte (también miembro de esta generación), el haber estudiado “carreras humanistas cuando la cultura no está de moda” y el hecho de no contar con manifiesto alguno ni declaraciones de principios, por lo que “el credo estético debe ser buscado en los poemas mismos”.

La dispersión es otra característica de este grupo, su diversidad de lecturas –Baudelaire, Rimbaud, los Contemporáneos, los clásicos de la poesía española, Rubén Bonifaz, Jaime Sabines, Pablo Neruda, T.S. Eliot, Roberto Juarroz, Octavio Paz, Cesare Pavese, René Char, los poetas beat– y temas como la desilusión amorosa, la infancia, el humor, la naturaleza, el erotismo… En el ahora esta generación lleva consigo las riendas de gran parte de lo que germina en la poesía mexicana y asume los riesgos de toda generación: su propia heredad.

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