Jornada Semanal
Marco Antonio Campos
No sé cuántos años colaboré regularmente en el Sábado de unomásuno; de seguro fueron más de diez. Había dejado de colaborar semanalmente en la revista Proceso
a principios de 1985 y no encontraba una publicación periódica donde
me sintiera a gusto. En una, era adscribirse a un grupo, en otra, me
alejaban motivos ideológicos, en otra, era ser desleal, o en otras
porque yo no era bien visto. Mi anhelo era publicar en Sábado,
que me parecía lo mejor, y que luego de la salida de Fernando Benítez,
Huberto Batis dirigía. Empecé a mandarle colaboraciones, pero no las
publicaba; supuse que la causa provenía de que no le simpatizaba y que
nuestra relación era ríspida, lejanamente cordial. No: averigüé pronto
que la causa era otra: suponía que yo seguía colaborando en Proceso.
Fui a verlo y en dos minutos se arregló todo. Empezó a publicarme y no
dejaría de hacerlo, salvo un intervalo, hasta que dejó la dirección.
Fue lo mejor que pudo haberme ocurrido.
Poco después salí del país. De fines de 1987 hasta
1993 di clases en el extranjero. Todo lo que le enviaba a Huberto me lo
publicaba. No sólo eso: me daba a menudo un sitio privilegiado, que
quizá no merecía, pero que aún le agradezco mucho. Una medalla de oro a
Huberto: jamás me dijo ni insinuó de qué tenía que escribir, ni dejó
de publicar una sola colaboración, ni le quitó jamás una coma a mis
textos.
Unos predican y aseguran en sus publicaciones
periódicas que son demócratas; Batis lo fue, incluso hasta el exceso.
Si llegaba a darse el caso, publicaba aun a sus maldicientes y
detractores más acérrimos, o en dado caso no los censuraba, por
ejemplo, si un colaborador les entregaba una nota o un ensayo sobre
ellos. Jamás, o yo nunca lo vi ni lo oí, fue de aquellos que por
permitir a los jóvenes aparecer en su suplemento les dijera sobre el
libro de un autor a reseñarse: “A éste lo elogias”, “a éste lo elogias
pero no mucho”, “a éste le das con todo”, “a éste le pegas pero sólo un
poquito”, ”a éste sólo reséñalo sin dar ningún juicio de valor”… Una de
las cosas más degradantes es envilecer a un joven para que haga
carrera.
El Sábado, a grandes rasgos, estaba dividido en tres partes: la de aquellas colaboraciones que podríamos llamar serias,
la amplísima sección dedicada a la reseña de los libros (en las que se
incluía su columna “Laberinto”), y una sección de los pleitos de
callejón, donde destacaban los llamados “Desolladeros”, que ignoro por
qué deleitaban tanto a Huberto. Las dos primeras secciones me parecían
excepcionales, pero en la tercera me parecía estar saltando entre
vísceras de toda índole de escritores, cuya mayoría, fuera de Sábado,
no existían y dejaron de existir una vez que se terminó la aventura
del suplemento. “¿Por qué no, en vez de “Desolladero”, lo llamas
“Polémica?”, le pregunté alguna vez ante un grupo de colaboradores, en
su caótico cuarto de redacción donde parecían sobrepasarlo pilas y
pilas de libros y periódicos. “¡Estás jodido, cabrón!, a ver ustedes,
¿qué opinan de los desolladeros?” Todos –cada quien tendría sus
motivos– dijeron que estaban bien.
Pero con todo y contra todo para mí lo altamente meritorio de Huberto en Sábado,
entre muchos méritos que tuvo, es sin duda su cerrada defensa de la
literatura mexicana, haber abierto la puerta y dado una mano amiga a
multitud de jóvenes escritores y crear un espacioso mapa de la crítica
literaria. Por lo demás, quien lo haya tratado, no podrá olvidar al
gran fabulador que no dejaba de contar historias llenas de imaginación y
humor. Era también un milagro ver su intuición periodística a la hora
de escoger el material apropiado o exacto para cada número.
Huberto no sabe ni imagina cuánta importancia tuvo para mí haber colaborado tantos años en esa zona neutra que fue Sábado.
No sabe ni imagina cuánta gratitud le guardo. No sabe ni imagina,
ahora que cumple ochenta años, cómo falta un Batis en el medio
cultural, atrabiliario, rabioso, generoso, imaginativo. No sólo hizo el
mejor suplemento de parte de los ochenta y noventa, sino logró que el
suplemento se integrara con él. Para la historia literaria Sábado es Huberto Batis y Huberto Batis es Sábado. En verdad, de pleno corazón, muchas gracias, Huberto.
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