Jornada Semanal
Luis Chumacero
Huberto Batis pertenece a
ese grupo de lectores, escritores, bibliófilos, investigadores,
editores que además de la creación, también se han dedicado a la
enseñanza, a la formación de creadores, a la crítica y a la difusión de
la literatura y a buena parte de nuestra cultura.
Ha formado parte del Centro de Estudios Literarios de la UNAM y dirigió con Carlos Valdés, de quien afirma que falta el que le dé el lugar que merece en nuestra literatura, la revista Cuadernos del Viento, la Revista de Bellas Artes; fue coeditor de la colección SepSetentas,
que incluía en su catálogo de publicaciones obras de historia, de
antropología, de crítica cinematográfica, de mitología prehispánica, de
ensayos sobre historiadores, antes de haber dirigido Sábado, suplemento cultural del diario unomásuno,
que para muchos jóvenes escritores se convirtió en una escuela de
creación y de cómo hacer ediciones, porque la oficina-escritorio de
Batis siempre estaba abierta para escuchar, para sugerir lecturas,
resolver dudas y en ocasiones desechar artículos que no merecían
publicarse.
Quizá la obra más conocida de Huberto Batis sea su investigación sobre El Renacimiento, el periódico semanal que había fundado Ignacio Manuel Altamirano en 1869. El estudio preliminar de Índices de El Renacimiento
es más que eso, porque se lee como un libro que narra buena parte de
la historia de nuestra literatura; de política, de diferencias y pugnas
que posteriormente fortalecerán a los conservadores y simpatizantes de
Porfirio Díaz. Índices… es un recorrido por las causas de las crisis económicas en ese lapso del siglo XIX,
de la recesión. Nos acerca a la vida cultural de esa etapa, a quienes
participaban en los movimientos literarios cuenta las afinidades
ideológicas de la prensa, como la que defendían La Voz de México, La Sociedad Católica,
además de las labores, las presencias y las obras de, entre otros,
Ignacio Manuel Altamirano, Justo Sierra, José Díaz Covarrubias, José
Tomás de Cuéllar, Hilarión Frías y Soto, Guillermo Prieto.
La actividad y la disciplina de Huberto Batis como ensayista, crítico y editor se reflejan también en Estética de lo obsceno, Lo que Cuadernos del Viento nos dejó y Por sus comas los conoceréis.
El primer libro es una selección de reseñas sobre literatura erótica,
sus presentes obsesiones, y una indagación acerca de la importancia que
tiene la pornografía. En palabras de Herbert Read, la censura sólo
sirve para “agravar la dolencia de las fantasías sexuales viciosas de
una sociedad decadente”. No hay que olvidar la persecución de que fue
objeto D. H. Lawrence después de publicar The Rainbow.
Batis se vale del juicio y de las conclusiones de abogados, de
psicoanalistas, de escritores y de filósofos para determinar qué es la
pornografía, y a lo único que se puede llegar es a que resulta
contraproducente prohibirla y sólo puede definirse en términos legales.
Los autores que Batis ha elegido para referirse a
lo erótico son, entre otros, Pierre de Bourdeilles, Abad de Brantôme,
autor de Las damas elegantes, donde cuenta acerca de cómo las
mujeres en la corte en el palacio de Louvre escondían miembros
artificiales en los arcones de sus habitaciones. Oskar Panizza, con El concilio del amor,
nos presenta una Trinidad decrépita, exhausta, que convoca a un
Demonio fresco, inteligente, para que cree una mujer que sirva como
flagelo y venga al mundo en nombre del Señor a castigar al hombre,
porque la tarea del Cielo es detener la obscenidad humana y así el
Diablo debe contagiar con su semen luético a una mujer suficientemente
mala para esparcir el mal.
Tres capítulos están dedicados. El primero a Georges
Bataille; el segundo a Henry Miller, y el tercero a Anäis Nin, por
quienes Batis ha manifestado en muchas ocasiones su admiración. Madame Eduarda
es el relato acerca de la posesión de una puta, la huida del burdel
que termina con lo que podría ser un ataque epileptoide. Batis concluye
que es un relato poético y al mismo tiempo una discusión teológica
acerca de los principios del mal y de las tinieblas, o sea, la muerte.
Acerca de Henry Miller, Batis se pregunta si hay
que considerarlo sádico u obsceno. Un solitario que jamás se acercó en
París al grupo de quienes se reunían con Gertrude Stein, como William
Faulkner, Ernest Hemingway, Sherwood Anderson, etcétera. El demonio y
el salvaje que era Miller encontró en el dibujo o en la pintura parte
de la emoción que no acababa de manifestar o recrear en su literatura,
como también lo había hecho D. H. Lawrence.
De Anäis Nin nos recuerda cómo su amistad con Henry
Miller y su esposa le hizo comprender que era necesario “acabar con la
canonización de la mujer… sobre todo la de aquellas que gustan ser
tratadas como objetos sexuales”. La tarea, según Anäis Nin, es
encontrar una mujer nueva, que aquella que esté naciendo “sea liberada
completamente de la culpabilidad de crear y autodesarrollarse”. El
subcapítulo dedicado a su biografía y a Delta de Venus es un
relato en que Anäis Nin confiesa que escribía cuentos por encargo y se
obsesionaba por las narraciones en que no podía avanzar porque no
encontraba la manera antes de lograr una fusión entre sexualidad y
sentimiento, entre sensualidad y emoción.
La conclusión de Huberto Batis acerca del erotismo y la pornografía, después de dedicarle en el mismo Estética de lo obsceno un capítulo a un libro del historiador A. L. Rowse, traducido como Homosexuales en la historia. Estudio de la ambivalencia en la sociedad, la literatura y las artes,
en que se hace pública la vida de reyes, poetas, filósofos,
secretarios de Estado “diferentes”, y de erotismo para mujeres y para
hombres, deseos morbosos y códigos de decencia, es que “sólo cuando la
ley intervino para condenar la obscenidad aparecieron las perversiones
en los libros como elemento de rutina destinado a la excitación
erótica”.
Lo que Cuadernos del Viento nos dejó es el
relato de cómo se fundó esa revista, que se publicó de agosto de 1960 a
enero de 1967 , y es un testimonio, una narración de cómo Batis
descubre su vocación de lector, de hombre de letras y su relación con
cuentistas, novelistas, poetas, editores, actores. Cuenta con un tono
desenfadado, coloquial, cómo conoció el mundo literario de aquella
época, anécdotas acerca de otras revistas, sus primeros encuentros con
quienes dirigían centros culturales, con escritores mayores, burócratas
y políticos, además de la lucha por poner en circulación una revista.
También, cómo se armaron algunos números, cómo llegaban los textos, las
animadversiones hacia Batis por haber publicado un artículo en contra
de un poeta que, según Fernando Benítez, estaba más cerca de la
burocracia que de la poesía.
Las revistas literarias han tenido un proyecto, han
representado tendencias, intereses, y el relato puede sintetizarse en
que no es la autobiografía de Batis (el libro se anunció como la
primera entrega de sus memorias), sino una narración de los esfuerzos
de una generación de escritores que han dado obras de importancia, como
José Emilio Pacheco, Eduardo Lizalde, Salvador Elizondo, Gustavo
Sainz, José Agustín, Inés Arredondo, Beatriz Espejo.
Por sus comas los conoceréis reúne
conversaciones con Batis, textos suyos y de otros escritores acerca de
revistas literarias, entrevistas con Juan García Ponce e Inés Arredondo
sobre la Revista Mexicana de Literatura, sus acercamientos al
cine, su admiración compartida con Emmanuel Carballo, contada en una
conversación telefónica, por la poesía de Efraín Huerta, en ese momento
recientemente fallecido, y por Elena Garro durante una emisión del
programa de radio que Batis tenía con Carballo, Crítica de las Artes, Sección Literatura, y que desapareció de Radio Universidad porque, afirmaba Carballo, era un programa “atrevido y libérrimo”.
Huberto Batis es un promotor y un animador de
trascendencia en la vida intelectual y literaria de México. Su
generosidad ha sido proverbial y ha compartido sus conocimientos, su
biblioteca y hemeroteca no solamente en las aulas. También lo ha hecho
en las publicaciones culturales que ha dirigido. En sus conversaciones
enseña literatura, historia, recuerda pormenores del mundo literario,
con la sencillez de quien siente que compartir su conocimiento es una
parte de estar y sentirse vivo.
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