Jornada Semanal
Juan Domingo Argüelles
1. Durante mucho tiempo fui feliz con mi “mención honorífica” concedida en el Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío en la Nicaragua sandinista. Yo era joven y aquello me dio mucho contento. Fui simplemente feliz, digo, hasta que un día, en Monterrey, el hoy inhallable poeta Samuel Noyola me dijo que Evgueni Evtushenko, que formó parte del jurado, había dado su voto, por escrito, por mi libro concursante De donde no seremos nunca. “Yo tuve en mis manos el voto por escrito de Evtushenko –me dijo Noyola que, en ese entonces, andaba en Managua–, y ahí establecía que tu libro era el mejor.” Sin embargo, el premio no fue para mí: lo obtuvo otro poeta y a mí me honraron con la mención. A partir de esta anécdota mi felicidad fue mayor. El voto de Evtushenko fue en realidad el mejor premio por un libro que, por cierto, jamás publiqué.
2. Lo dijo José Revueltas en la entrevista que
le hizo Vicente Francisco Torres en 1978: “En medio de la sociedad de
consumo el vivir es lo único no desechable, y si es desechable, pues te
vuelves ministro o jefe del PRI. Ellos viven para desechar la vida, ese es su sino.” Revueltas no está muerto y habla de una realidad que no se ha ido.
3. Me importa más la vida que la poesía. Ojalá
que la vida siempre tenga poesía, pero aun en el caso de no tenerla,
prefiero mil veces la vida sin poesía, por encima de la poesía como
fanatismo estético.
4. Las antologías de poesía y, en general, de
literatura, se publican como un servicio a los lectores, no para
consentir la vanidad de nadie. Pero, además, las antologías son eso, antologías:
propuestas fragmentarias o parciales de lectura, tan parciales y
fragmentarias que desde hace siglos se hacen antologías y no pasa un
año sin que se hagan otras. Y nadie se ha muerto producto de no estar
en una antología, así como tampoco nadie puede perdurar, si no tiene
cómo hacerlo, producto de haber sido incluido en una antología (o en
muchas).
I have a dream
(“Tengo un sueño”), de Martin Luther King Jr., nada tiene que ver con
la expresión coloquial mexicana “¡tengo un sueño!” El español escrito
tiene una virtud: permanece sobre la lengua hablada, pero a la vez
presenta una gran desventaja en relación con aquélla: no es capaz de
representar las inflexiones y matices. La lengua escrita está muerta,
mientras que la lengua hablada está viva. La escritura es la ceniza del
habla, como lo dijera, con tanto acierto, José Ortega y Gasset. La
eficacia poética de Luther King, en la frase I have a dream se
pierde por completo en español en la archiprosaica frase de quien
bosteza y, para explicar su bostezo exclama: “¡Tengo un sueño... que no
sabes!
6. Si, como dicen los clásicos, el mejor
gobierno es el que no se ve, el peor gobierno es el de México, que
siempre se hace notar. Gastar tanto dinero en publicidad oficial, que no
es otra cosa que autopromoción política descarada, es repulsivo e
inmoral. Si hay antipoesía, la más evidente es la de la burda
publicidad gubernamental que quiere hacerse pasar como “rendición de
cuentas” cuando en realidad es tramposa autopromoción de los políticos
(pagada, por supuesto, por todos los contribuyentes).
7. Lo dice Dostoievsky en su Diario de un escritor:
“Sería ridículo afirmar que quien no sea escritor es una mala persona.
Se puede ser una persona muy honesta y no comprender ni pizca de
literatura.” ¿Quién lo podría rebatir?
8. Un crítico es alguien que lee y comparte con
los demás lo que le gustó y lo que no le gustó de un libro. Pero hay
quienes se autonombran críticos nada más porque padecen el síndrome de
la intemperancia del niño mimado y malcriado. Son quienes al pasar
junto a un panal son incapaces de refrenar sus ganas de apalearlo,
aunque después tengan que huir despavoridos seguidos del avispero.
9. Todos en México tenemos vocación de antólogos
y de entrenadores de futbol. No hay lector que no esté seguro de que
él hubiese hecho una antología mejor que la que está leyendo, del
mismo modo que no hay espectador de futbol que no esté seguro que él
hubiese parado mejor al equipo nacional, con una más efectiva
estrategia que la que propuso y aplicó el entrenador en turno. Es
imposible convencerlos de lo contrario, porque en el fondo cada quien
cree que tiene la verdad en un puño.
10. ¿Cuántos libros habré dejado de leer por
estar jugando con mis hijos pequeños ya sea en el bosque o en un parque
o haciendo, en general, actividades para nada intelectuales? Y ello
tomando en cuenta que de todos modos he leído demasiados libros.
¿Fueron esas actividades, con mis hijos, pérdidas de tiempo? De ningún
modo. Fueron extraordinarias ganancias, incluso (o especialmente) para
el intelecto.
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