Laberinto
Marcos Daniel Aguilar
En este año de centenarios se ve a lo
lejos la obra y la vida de Adolfo Bioy Casares, quien nació el 15 de septiembre
de 1914. Contemporáneo de Julio Cortázar, fue el gran amigo de Jorge Luis
Borges, con quien estableció un diálogo literario. Se conocieron en casa de Victoria
y Silvina Ocampo en 1932 y desde entonces se volvieron inseparables: comían
juntos, compartían lecturas, intereses, aventuras intelectuales como aquella
que dio origen a los libros Seis
problemas para don Isidro Parodi (1943) y Un modelo para la muerte (1946), acreditados,
respectivamente, a dos autores inventados por ellos mismos: H. Bustos Domecq y
Benito Suárez Lynch.
La obra de Bioy Casares es un referente
ineludible de la literatura fantástica en lengua española, lo mismo en la
novela que en el cuento y el ensayo, como comentan cuatro escritores familiarizados
con ese mundo literario: los mexicanos Margo Glantz y Alberto Chimal, la
ensayista uruguaya Lisa Block de Behar, y el narrador peruano Fernando Iwasaki.
La
unidad multiplicada
En
la primera escena del relato “Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius”, de Jorge Luis
Borges, el narrador intuye un hecho trágico cuando se ve reflejado en un espejo
y menciona los efectos de la cópula: la multiplicación
del ser humano. Se lo dice a un Adolfo Bioy Casares que Borges introduce como
personaje. Con una idea proveniente de la filosofía de Arthur Schopenhauer, el
autor de Ficciones pensaba que
le satisfacía anularse como individuo.
De
la misma manera, quería anular su literatura, diciendo que no había creado
nada, solo repetido lo que otros ya habían hecho en el pasado. ¿Será que Borges
utilizó a Bioy para anularse y éste a Borges para multiplicarse?, ¿dar vida a
un individuo a partir de dos al crear a un único escritor irreal pero verosímil?
Alberto Chimal piensa que “ellos hacían juntos una especie de autor compuesto; Biorges le llamaban algunas
personas, ya que no se sabía dónde empezaba la literatura de uno y dónde la del
otro. Borges brindaba la erudición y el sentido acucioso en la invención de
referencias, mientras que Bioy le ponía el humor”.
Esta
unidad armoniosa resulta inquietante pues hablamos de dos de los mejores
escritores en español del siglo XX. “El famoso Biorges al que
Emir Rodríguez Monegal otorgara un estatuto civil, además de literario, resulta
de esas licencias telescópicas que habilita el léxico cuando autoriza la composición de una
palabra que se introduce en otra. Sin embargo, en este caso da vida a una
entidad humorística creada por ambos, combinando nombres que no son apócrifos,
ya que proceden de una genealogía que ambos reivindican para jugar a apropiarse
de nombres que les son propios desde el origen. Otra parodia que medra con las
parodias de Isidro Parodi o las Crónicas
de Bustos Domecq, diversiones literarias que consolidaron la amistad
entre Borges y Bioy”, dice Lisa Block de Behar sobre el trabajo en conjunto de
dos de los autores que analizó en su libro En
clave de be. Borges, Bioy, Blanqui y las leyendas del nombre (Siglo
XXI). Por su parte, Margo Glantz afirma que Borges y Bioy compartieron temas, digamos
la multiplicación de las realidades. Ellos mismos se multiplicaron en otra
realidad, en forma de un tercer autor.
El tema de la multiplicación, dice Margo Glantz, aparece
con claridad en la novela Plan de evasión
de Bioy Casares, cuyo protagonista crea un mundo paralelo mediante las
matemáticas. Sin embargo, aunque con dinámicas parecidas, Bioy y Borges se
diferenciaron también en la manera de concebir ideas y sentimientos. Pensemos,
por ejemplo, en el amor. “Borges vivió mal el amor, pero Bioy
Casares, sin meterme en su vida privada, fue famoso por sus aventuras amorosas.
La Faustine
de La invención de Morel es
una imagen, no una mujer, es un fantasma, y Morel está enamorado de esa otra
realidad que no puede poseer. Borges se refirió al amor, pero esquivándolo”.
A
pesar de diferencias y semejanzas, Fernando Iwasaki cree que “Borges y Bioy fueron
como Lennon y McCartney: dos creadores maravillosos tanto juntos como en
solitario”.
Teórico
de lo fantástico
Adolfo Bioy Casares
fue un lector voraz, y no solo en el ámbito de la creación: conoció filosofías
y tratados estéticos que proyectó en sus ensayos. Como dice Iwasaki, Bioy fue
un autor culto y lector exquisito que dialogó a través de sus libros con H. G. Wells,
Chesterton, Kafka, Poe, Cervantes, Henry James. “Colocó a la literatura
argentina en el torrente de la literatura universal”. Esto se hace evidente en
sus textos sobre los ensayistas ingleses, los poetas del Siglo de Oro español o
la idiosincrasia argentina vista a través del mundo gauchesco.
Su erudición trasminó hacia sus ficciones y, como dice Block de Behar: “los personajes de Bioy discuten sobre tópicos
filosóficos; por ejemplo, sobre la ‘verdad’, si es absoluta o relativa, sobre
las contradictorias incertidumbres de la ciencia o las certezas de la ficción,
sobre la irradiación sensorial de las imágenes o la eficacia lógica de
comparaciones de las que la invención literaria se vale (‘Recuerdo de las
sierras’)”.
Lo fantasmal en lo cotidiano
Guirnaldas con amores, publicado en 1959, es una serie de relatos en los cuales los celos, el deseo sexual y el capricho amoroso no dejan de perturbar al escritor argentino. No halla una explicación a estos sentimientos. Bioy intenta comprenderlos mediante personajes muertos que quieren vivir en los sueños de otros, o enfermedades mentales que crean imágenes que un individuo puede ver.
El narrador introduce la fantasía para
explicar o corromper la cotidianidad. Al respecto, Chimal cree que Bioy Casares
instaló sus ficciones en la vida social de Buenos Aires, ya que sus personajes
hablan con términos provenientes de la idiosincrasia porteña. “Hay una especie
de descolocamiento, de extrañeza ante las cosas. Los personajes están siempre desconcertados
y superados por sus circunstancias y esa es la mejor lección que tiene la
imaginación de Bioy. Puede así describir los momentos de certidumbre, pero
también aquellos en los que no entiende lo que está pasando”.
Sobre lo cotidiano explicado por medio
del pensamiento fantástico, Block de Behar asegura que, con ironía, Bioy
Casares fracturó la lógica discursiva filtrando susurros fantasmales que
alteran la normalidad: los personajes se fugan a un espacio impreciso con
aventuras de vida y muerte. Para Margo Glantz, el escritor argentino creaba
ficciones tomando en cuenta sus lecturas sobre metafísica y filosofía,
disciplinas que consideraba parte de la literatura fantástica. Glantz reconoce
que Bioy se divertía creando artificios literarios, construyendo una realidad
aparente que se alejaba de la que experimentaban el autor y su tiempo. Fernando
Iwasaki sostiene que Bioy Casares se formó en una tradición de literatura fantástica:
lo que sería extraño es
que en su vida cotidiana “no existieran lo fantástico y lo sobrenatural”.
El más allá sospechoso
“La
invención de Morel es una de las grandes novelas del siglo XX, así de
simple y así de contundente. Es una novela en donde se juntan todas las
preocupaciones de Bioy. Ahí está la imaginación de lo fantástico, que es lo más
visible, pero también el amor, el deseo, la política, las divisiones entre
clases sociales, la mirada del exiliado”, afirma Alberto Chimal.
Margo Glantz, por su parte, dice que
esta novela es una de las obras más interesantes del siglo XX. Escrita como
novela policiaca, contiene más de un misterio. No se sabe por qué Morel es
perseguido, y por qué tiene que refugiarse en una isla “poblada en apariencia. Ahí
solo hay edificios vacíos y Morel debe proyectar imágenes sobre esos edificios”—como
si fuera una proyección cinematográfica—. “Morel crea una ficción que mantiene
vivos a los personajes. Ya que es perseguido, busca caminos de salvación y lo
que encuentra es una pérdida total en la esclavitud del amor porque se enamora
de Faustine. A partir de ello se establece un tipo de relación con la
literatura pastoril, con la literatura fantástica. La Arcadia es la literatura
fantástica porque ella misma es la invención. Bioy crea una isla de amor, que
es una evasión, un mundo paralelo”.
Para Lisa Block, La invención de Morel “plantea una situación que podría
remitir a las variaciones estéticas de la ancestral alegoría de las cavernas platónicas
y que prolonga a las más recientes invenciones con que el cine las actualiza en
el milagro mecánico de imágenes en movimiento. El nombre del protagonista, como
en otros casos, cifra la saga de una épica que incluye al doctor Moreau en su
isla, a la Morella
de quien Edgar Allan Poe celebra una erudición notable o, pasados los años, a
ese ‘moralista Morelli’, a un proustiano Morel o, no descarto, aunque las
fechas denuncien un anacronismo, a Hitler, también Morel, también doctor”.
La
condición faústica
Una de las constantes en la literatura
de Bioy es la figura del Fausto. Le atraía imaginar científicos siniestros que
provocan dolor o prometen la inmortalidad. En libros como Plan de evasión, Dormir al sol o La trama celeste, Bioy da vida a científicos capaces de
controlar y modificar un orden natural, un orden genético: pueden traspasar
almas de un objeto a otro, crear robots o mujeres que no existen. En Faustine,
la condición femenina de su naturaleza fáustica no disminuye la falsedad a la
que alude su propio nombre. En ‘Las vísperas de Fausto’ o en ‘Moscas y arañas’,
hay personajes que se introducen en la mente del otro para chuparles la vida,
evitando así el final de ésta... O eternos seductores buscando el deseo y
reflexionando sobre el amor propio.
¿Un
legado en el olvido?
A 100 años de su nacimiento, parece que
no habrá muchos homenajes al autor de El
sueño de los héroes, como tampoco fue recordado cuando se cumplieron diez
años de su muerte en 2009. ¿Cuál es el legado de este porteño fantástico; por
qué se le tiene en el olvido, como si viviera bajo la sombra de Borges? Alberto
Chimal piensa que “no es considerado tan bien como se debería. Aún falta por
analizar lo que tiene de diferente en relación con Borges. Es inevitable que se
mencione a uno al hablar del otro, porque de cierto modo Bioy fue discípulo de
Borges, pero no su clon”.
Margo Glantz cree que no se le ha hecho
justicia porque estaba muy relacionado con el autor de Historia de la eternidad, “Bioy era un gran escritor, pero
Borges era la gran figura de la literatura latinoamericana que cambió la forma
de escribir en español. No podemos decir que Bioy revolucionara el idioma. Hizo
cuentos y novelas notables, al igual que Cortázar, pero Borges lo sobrepasa”.
Fernando Iwasaki tiene la impresión de que su obra es importante porque nunca
estuvo sometida a las modas o ismos vigentes. “Todo lo contrario, disfrutó de
una enorme libertad por el hecho de que nadie esperaba políticamente nada de
él. Hoy podemos releer a
Bioy Casares y comprobar que aquella libertad mantiene la frescura y la osadía”.
Lisa Block, quien conoció a Bioy, observa que hacía gala de un registro humorístico que relativizaba la importancia
de sus dichos, de una conversación que convertía a quien lo escuchaba en un
cómplice espontáneo de su generosa referencia. “Sabía vivir y contar su
sabiduría”.
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