Jornada Semanal
Juan Domingo Argüelles
El siglo xxi es tan joven, tan incipiente, que a veces no nos permite darnos cuenta que el siglo XX ya pasó. Pasó es un decir, porque en realidad mucha de nuestra cultura sigue estando marcada por el siglo anterior. Para decirlo en términos de cultura poética, Octavio Paz, nacido en 1914 y muerto en 1998, y Jaime Sabines, nacido en 1925 y fallecido en 1999, son los dos últimos grandes poetas mexicanos del siglo XX, por cuanto que ninguno de sus libros corresponde (en sus ediciones originales) al siglo XXI.
Eduardo Lizalde (1929) escribió y publicó sus mejores libros (El tigre en la casa, La zorra enferma, Caza mayor) en la década del setenta del siglo XX, y ha publicado también en el siglo XXI, pero sin duda lo mejor de su obra pertenece al siglo anterior.
En cierta medida es el mismo caso de José Emilio Pacheco (1939-2014): sus mejores libros de poesía (Los elementos de la noche, No me preguntes cómo pasa el tiempo, Irás y no volverás, Desde entonces, Los trabajos del mar, El silencio de la luna, etcétera) se publicaron entre 1963 y 2000. Como la lluvia y La edad de las tinieblas, que aparecieron, ambos, en 2009, contienen poemas espléndidos, pero estrictamente, José Emilio es un poeta del siglo XX.
Todos los libros de poesía de Hugo Gutiérrez Vega (1934) pertenecen al siglo xx: Buscado amor, Resistencia de particulares, Cantos de Plasencia, Cuando el placer termine, Cantos de Tomelloso, Georgetown blues, Una estación en Amorgós, Los soles griegos, etcétera; aunque ya haya prometido un nuevo libro de poemas para el siglo XXI.
Homero Aridjis (1940) fue el poeta más joven de Poesía en movimiento
(1966): justamente con quien se abre esa antología que sus antólogos
se niegan a llamar antología. Aridjis publicó varios de sus mejores
libros en el siglo XX (Antes del reino, Mirándola dormir, Perséfone, Construir la muerte, etcétera), pero en los últimos años (que son los de la primera y la segunda décadas del siglo XXI), entre 2001 y 2013 ha publicado libros que revelan la madurez de su creación verbal: Los poemas solares, Diario de sueños y Del cielo y sus maravillas, de la tierra y sus miserias.
Luego de él es imposible no mencionar a poetas
como Francisco Hernández, Antonio Deltoro, Marco Antonio Campos, David
Huerta, Efraín Bartolomé y Coral Bracho, entre otros que han venido
produciendo su obra a caballo entre los siglos XX y XXI.
Francisco Hernández (1946) publicó espléndidos libros en el siglo XX, pero no menos espléndidos son los del siglo XXI: desde Soledad al cubo (2001) hasta La isla de las breves ausencias (2009), pasando por Mi vida con la perra
(2006) y otros títulos más que ha venido abonando a su obsesionada
vocación lírica que de pronto desemboca en el ancho río de la narrativa
como en su Diario sin fechas de Charles B. White (2005).
Antonio Deltoro (1947) publica poco pero concentrado. Sus mejores libros (Algarabía inorgánica, Los días descalzos y Balanza de sombras) pertenecen al siglo XX, pero en 2012 publicó un poemario excelente: Los árboles que poblarán el Ártico.
Marco Antonio Campos (1949) publicó en el siglo XXI dos libros notables: Viernes en Jerusalén (2005) y Dime dónde, en qué país (2010). Son libros que están entre lo mejor de su producción poética y entre lo mejor de la poesía del siglo XXI.
David Huerta (1949), que entregó al siglo XX libros notables como Cuaderno de noviembre, Versión, Incurable, Historia y La música de lo que pasa, también ha entregado al siglo XXI libros estupendos como El azul en la flama (2002) y La calle blanca (2006).
Lo mejor de la poesía de Efraín Bartolomé (1950) corresponde al siglo XX (Ojo de jaguar, Música solar, Cuadernos contra el ángel, Música lunar, Corazón del monte, Partes un verso a la mitad y sangra, Oro de siglos), pero en el siglo XXI ha continuado esa obra con libros excelentes, entre ellos El son y el viento y Cantando el triunfo de las cosas terrestres, ambos de 2011.
Coral Bracho (1951) dio al siglo XX libros espléndidos, entre ellos El ser que va a morir, Bajo el destello líquido y La voluntad del ámbar, pero en el siglo XXI ha venido realizando una poesía esencial (esto es, de esencias poéticas) con libros como Ese espacio, ese jardín (2003), Cuarto de hotel (2007) y Si ríe el emperador (2010), que están entre lo mejor de la poesía mexicana contemporánea.
Y un poeta especialmente notable es Jorge Fernández Granados, cuyo Principio de incertidumbre (2007) es un alto libro. Sus otros títulos no menos espléndidos pertenecen al siglo XX: La música de las esferas, El arcángel ebrio, Resurrección, El cristal y Los hábitos de la ceniza.
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