sábado, 12 de julio de 2014

UN NUEVO PUNTO DE PARTIDA: DUSSEL

12/Julio/2014
Laberinto
Heriberto Yépez

Durante décadas, el lector ha sido engañado acerca de las obras (hechas en México) que debe conocer.

    El autor mexicano más importante de este momento es Enrique Dussel. Esto no es ningún secreto. En ciertas cátedras dentro y fuera de México, Dussel ya es canónico.

    Dussel es filósofo, marxista y descolonizador. Es argentino de nacimiento, mundial por proyección y mexicano por decisión propia. Llegó a México en 1975 y escribió Filosofía de la liberación, su breviario fundamental.

    Desde entonces, su obra se ha expandido hasta convertirse en una reinterpretación cada vez más sistemática de la historia entera de la filosofía.
    Hoy no se puede pensar desde el “Pienso, luego existo” de Descartes —mostrado como “Yo conquisto, por lo tanto, yo soy”— hasta la presencia de la teología en Marx, sin pensar en Dussel.

    A pesar de la extraordinaria relevancia de estas aportaciones, en la discusión intelectual mexicana hay un ocultamiento de Dussel. 

    En todo el continente, en realidad, no posee suficiente visibilidad, debido a derechismos, ignorancia, mala distribución o distracción. 

   Y en la oferta editorial su obra está dispersa y muchas de sus decenas de libros, agotadas. Dussel lo sabe y por eso digitalizó su bibliografía y la hizo accesible en www.enriquedussel.com

    Su obra debería estar al centro de la discusión. Pero si la intelectualidad mainstream mexicana reconociera el lugar de Dussel, ese circo se vendría abajo.

    Un defecto de la obra de Dussel es que puede ser desigual y repetitiva. Además, tiene algunas zonas de generalización y mitificación remanentes de cierto romanticismo latinoamericanista y hay un exceso de colonialismo religiosado (cristianismo) atando algunas de sus visiones. Esas son las condescendencias teológicas de Dussel. 

    Un desafío a su recepción es que para leerlo hay que entender filosofía, tener una perspectiva anti-eurocéntrica y ser sensible a los problemas sociales de la modernidad y la globalización. La influencia de Dussel, por ende, crece pacientemente. 

    Nuestro reto es ir más allá de Dussel con Dussel: estudiarlo a profundidad, radicalizarlo y superar esas zonas en que todavía se mantiene colonial, complaciente o esquemático. 

    Hay que ser críticos con Dussel pero sin olvidar que él es más pertinente que cualquier intelectual mexicano vivo y que su obra es, a final de cuentas, más importante que la de Alfonso Reyes u Octavio Paz, a quienes no debemos ignorar —todo lo contrario: debemos leerlos muy críticamente—, pero si alguien conoce a Reyes o Paz y no conoce a Dussel, comete un terrible descuido. 

    Dussel escribe buscando explicar la realidad, partiendo de la filosofía y teniendo como meta reescribir el pasado, presente y futuro de la civilización. Si el campo intelectual mexicano quiere retomar el camino, nuestro siglo debe comenzar siendo dusseliano.

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