sábado, 7 de septiembre de 2013

LA CRÓNICA, ¿MEJOR QUE FICCIÓN?

7/Septiembre/2013
Laberinto
Heriberto Yépez

Efecto dominó en la literatura hoy: se acusa a la ficción de flaca y se reporta buena química y click con la crónica por ser más veraz y “actual”. Discutamos este giro.

Uno de mis primeros libros (Tijuanologías) fue una crítica a la crónica de lo fronterizo. La crónica es hibridismo: combina los rasgos dominantes de varios mundos. Crea la ilusión de lo nuevo mediante remix–dominatrix. Por eso conquista.

Non fiction, la crónica se dice género sin cortapisas. Brava “transparencia”, es una escritura que dice abandonar sus artificios.

A favor del Principio de Realidad, para ser aceptada muda el placer del texto —golosina compleja— por el placer del lector (en tiempo real).

Tal escriba consigna la realidad para mostrarla (diga lo que diga) sometida. Como testimonio y cámara crea confianza periodística y autobiográfica. Pero se formó en la guerra y la policía.

La crónica, “historia verdadera” —antes de ser Tru(e)Man Capote— fue la forma en que la Conquista condena, censa, convierte, apodera, maravilla y compadece al indio que encadena.

Entre el anacronismo de la ficción y la apoteosis de la crónica, prefiero lo ana–crónico.

La TV educó a un mundo de lectores y autorías que la remediaron como género literario. La crónica contemporánea es camarografía y microfonía ya amadas. La nueva crónica es la voz y mirada de la vieja televisión.

La crisis de la novela, querer re–enganchar al lector y narrar esta época gestaron sus rasgos heroicos, hegemónicos: el boom de la crónica debe mucho a ser anglo–reality–form. La crónica es el cowboy de los géneros.

Por ser vaquera y mezclilla es popular en internet, donde la ficción, por varias razones, se malluga pronto y casi se antoja menos que la poesía, a menos que sea en un pdf para guardarla (por si algún día...)

La crónica o, al menos, su tono sensacional, es respiración boca a boca de varias literaturas, al volverlas familiares a otros tonos narrativos al que está acostumbrado y aplaude el lector hipermediatizado. Los cronistas lucen bien en los festivales.

La cima del tono crónico anuncia su picada. No en balde, la crónica es el plato fuerte de una generación de narrativa latinoamericana (más bien epigónica).

El giro de la crónica distanció al narrador y lector de la novela literaria. Será difícil que muchos de esos lectores y escritores, después de que se disipe el boom de la crónica, vuelvan a la ficción literaria, una de nuestras pocas aliadas contra la “verdad”.

La crónica es también un género rebound: nos enamoramos de ella para no enfrentar el dolor de la separación de la novela.

Quien narra o lee ficción sabe que miente, trueca, inventa. Quien hace o sigue crónica, en cambio, cree lo que dice. O peor aún: así lo parece.
Con la crónica pasamos del realismo mágico a la magia del realismo.

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