Laberinto
Heriberto Yépez
Por ser carrera capitalista e
inercia de vanguardismo, la academia busca lo “nuevo”.
A diez años de su partida física y quince de su hit, Roberto Bolaño es un escritor latinoamericano para lectores con aspiraciones letradas.
La literatura fue partera y progenitora de Borges, Rulfo, los neobarrocos y el boom, de los que la academia solo logró ser embajadora y refrigerador. Pero Bolaño ya fue parido por los verdaderos detectives salvajes: los lectores capitalistas.
Bolaño soñaba teclear buena literatura en una caja registradora. Planeaba criogenia: literatura latinoamericana cool en tiempos de agonía. La novela como nostalgia de la novela.
Literatura comparada personal. Tener ese lenguaje es oro: la obra bolaña consiste en personajes o mundos que son episodios de literaturas nacionales y calvarios de escritores. Parece “reflejo” pero es retro.
La prosa de Bolaño no es de otro mundo. Tampoco sus estructuras o seres. Su éxito fue convertir los ensayos de Carlos Fuentes (el ensayista sexy del boom) en novelas y borradores publicables. Era un diseñador.
Al hablar Rayueñol (coloquialmente), Bolaño es una adaptación chileno-mexicano-española (vaya ménage atroz) de sobremesa intelectual, y pre-ponencia. Bolaño se pone chamarras rockeras pero es pop.
Bolaño nos gustó porque marcó el momento en que lectores, periodistas, críticos, estudiantes, escritores y académicos leyeron un mismo libro al mismo tiempo.
Literatura latinoamericana en real time y tiempos extras. Todos sus libros son memorias de otras modas y resistencias.
Lo suficientemente exiliado para ser café literario latino, Bolaño sabe a “salvaje”. Pero un salvaje con jeans, exótico con marca.
Es un escritor marginal de los 1970’s que supo convertirse en cámara Canon 1998.
Sabía que para “salvarse” bastaba un solo concurso novelesco, el posible mercado. Hizo una novela sobre un dandy hispano que finge ser un cabecilla de poetas, y que tampoco escribe una novela total (pero crea la ilusión de que podría).
Bolaño, como todo escritor “importante”, es un producto exportable.
Cuando otros predicaban que la novela latinoamericana había muerto, Bolaño izó la bandera de nuevo, y lo mejor es que no tenía nacionalidad clara. Casi bandera blanca, como pidiendo Paz al post-modernismo.
Las páginas de Bolaño apelan a la gama completa de los agentes culturales.
Y como en él, la figura del actor, el escritor, el cantante se han fundido, su literatura es leída como fotografía.
Bolaño no escribió ningún género con excelencia, pero los rememora todos y eso le gusta a esta época.
Nosotros, los detectives salvajes, es decir, coleccionistas desesperados y lectores románticos.
Bolaño consistió en ser ultraliterario en una época poco literaria, y
ser respiración artificial de varias literaturas —México, Chile, España,
Estados Unidos— de poca época.
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