Laberinto
Braulio Peralta
El
periodismo es subjetivo. Lo aprende uno con los años. Las aristas de la
información son sinuosas. Bastaría con revisar la historia de diarios y
revistas para analizar los enfoques periodísticos de cada uno sobre
cualesquier acontecimiento. Lo peor, cuando hay uniformidad en la
noticia, entonces esa “objetividad” en realidad es orden gubernamental o
de la iniciativa privada. Los directores de medios de comunicación lo
saben mejor que nosotros. ¿Por eso se cuidan de escribir memorias sin
censura?
Desde
que empecé el oficio de editor me propuse publicar biografías de
periodistas. Edité libros de gente como Manuel Becerra Acosta (el
periodismo moderno con la creación del unomásuno), Miguel Ángel Granados Chapa (el columnista necesario y neural en la conformación de diarios como La Jornada), Carlos Marín (la otra historia a la versión oficial de la revista Proceso, y lo que siga de Milenio), y un libro que compendia a los periodistas fundamentales que crearon un estilo y forma de reportear: La vieja guardia. Protagonistas del periodismo mexicano, de José Luis Martínez S.
Una
historia del periodismo con sus protagonistas, es una deuda de quienes
se dedican a la comunicación. Líderes del periodismo, muy cerca del
poder. No libros al estilo de Vivir, de Julio Scherer; sí Los periodistas, de Vicente Leñero, sobre el golpe a Excélsior
—aunque ahora hay versiones contradictorias, según Raymundo Riva
Palacio. Libros con menos ego, mejor, detalles de la historia y el
periodismo del país y las formas de gobernar y corromper conciencias
(ojalá un gran periodista escriba esa historia que debe Julio Scherer
García.)
Otro
gran protagonista es Jacobo Zabludovsky, que esperemos cuente la verdad
interna de Televisa y los sucesos de México, en el movimiento
estudiantil del 68, entre muchos asuntos (al periodista no le gustó lo
redactado mediante entrevistas por Enrique Serna para Clío, y ahora,
esperemos, concluya sus memorias. ¿Será el valiente que diga su verdad?).
Los
periodistas son renuentes a ocuparse de su relación en torno al poder.
Las memorias de las que fui editor son una aproximación a lo más cercano
a la realidad de diarios y revistas de México sobre sus formas de
comunicar. No se atrevieron los periodistas a desentrañar, a poner en
apuros a sus biografiados. Como si no fueran de carne y hueso, como si
fueran de mármol. Conocemos sus iras en las salas de redacción, sus
censuras, sus pros y contras. Libros así, como el realizado por Gonzalo
N. Santos, Memorias, se los debe el periodismo mexicano.
No
conocemos, por ejemplo, cómo termina la vida periodística de Enrique
Ramírez y Ramírez —de rodillas al priismo con ayuda de Socorro Díaz—,
del diario El Día. O la transacción de El Financiero
—diario canónico sobre noticias del mundo de la economía—, antigua
propiedad de Rogelio Cárdenas, que vendió a otro (¿de quién es en
realidad?). Saber la verdad periodística es, también, periodismo.
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