lunes, 25 de marzo de 2013

Los 50 años de la Rayuela de Julio Cortázar

22/Marzo/2013
Marabillas
Karina Sainz Borgo

A punto estuvo Rayuela de desaparecer por culpa de Alejandra Pizarnik. Julio Cortázar, que en aquel entonces acababa de publicar Los Premios –su primera novela- llevaba más de una década viviendo en París, ciudad a la que la joven poeta recién había llegado desde Buenos Aires. Para hacerle un favor y asegurarle “unos pesos”, Cortázar le dio a Pizarnik el manuscrito para que ella lo pasara a máquina. Transcurrieron los días; Cortázar no tenía noticia de Pizarnik ni de sus originales. Comenzó a llamarla, insistentemente. “Decile que acabo de salir…que todavía … no los encontré”, se excusaba Pizarnik para ganar tiempo y recuperar el manuscrito extraviado. Cortázar finalmente encontró los originales, los recuperó en un viaje a Buenos Aires y en 1963 publicó –a pesar de Pizarnik- la novela que hoy cumple 50 años.
Rayuela fue al momento de su aparición un fenómeno literario que terminaría por convertirse en uno de los epicentros bibliográficos del boom. Su publicación junto al Premio Biblioteca Breve entregado a La ciudad y los perros supuso un hito en la historia del grupo literario, si es que puede llamársele de esa forma a la coincidencia entre 1962 y 1972 de una cierta narrativa latinoamericana representada en autores como Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, José Donoso, Juan Carlos Onetti, entre otros que integraron el llamado boom latinoamericano.
Su nombre, Rayuela, invitación al juego infantil dibujado en el asfalto -donde hay una tierra y también un cielo; un lado de acá y otro de allá-, encerraba una estructura de “infinitas compuertas”, a decir de José Lezama Lima. Por su París cortaziano, sus juegos de tiempo, saltos de estructura y su potente condición de caja de Pandora, Rayuela se convirtió en una lectura de iniciación. No es raro que quienes la hayan leído, lo hicieran entre el final de la adolescencia y la temprana juventud. Hoy, medio siglo después de su aparición y a unos años vista de las primeras lecturas que sobre ella se hicieron, cabe preguntarse si Rayuela ha envejecido o si, por el contrario, permanece intacta.
Para averiguarlo, hemos decidido consultar a un grupo de lectores-escritores qué fue en su momento Rayuela para ellos y qué es ahora. Antes sin embargo habría que tomar por obvias algunas observaciones que sobre la novela han surgido tras el paso de las décadas: su excesivo romanticismo; su explícita misoginia; el hermetismo de los discursos de Morelli y, en especial, la visión totalitaria que tuvo el argentino del lector con sus instrucciones. Existen, según Cortázar, tres formas distintas de leer Rayuela: de manera convencional, empezando por la primera página hasta llegar al capítulo 56; siguiendo el Tablero de dirección que propone leer sus 155 capítulos a saltos, de manera alternada, y la tercera opción, en “el orden que el lector desee”.
Siguiendo cualquiera de las tres alternativas, el lector puede recorrer El lado de allá, en el que Cortázar cuenta la historia de Horacio Oliveira, un argentino que emigra a París y conoce a La Maga, una joven uruguaya con la tiene una relación tan “romántica” como déspota y vertical. Valga la pena decir que frente a Horacio Oliveira y el grupo de amigos que conforman el Club de la Serpiente –que pasan el tiempo discutiendo sobre el arte y la vida-, La Maga aparece cual ignorante ninfa. A esa primera, se suman la segunda parte, Del lado de acá, que se supone es el regreso de Oliveira a Buenos Aires, y De otros lados, que agrupa textos muy distintos entre sí: recortes de periódico, citas de libros y textos atribuidos a Morelli, un viejo escritor, que hace las veces de álter ego de Cortázar.
Hay algo más que decir antes de pasar a las opiniones de sus lectores. En el año 2009, se publicaron Los papeles inesperados, un grupo de textos que habían permanecido ignorados en una cómoda hasta que Aurora Bernárdez, albacea y heredera universal de la obra de Cortázar, y el crítico Carles Álvarez Garriga decidieron sacarlos a la luz pública. En ese volumen, donde está contenido Un capítulo suprimido de Rayuela, un demasiado comprometido y militante Cortázar –entonces completamente volcado en el hombre nuevo de la Revolución Cubana- se refiere a la novela casi como una versión primigenia e imperfecta, una especie de cuasimodo de El Libro de Manuel, que es, según Cortázar, su verdadera gran novela. “Un libro –dice refiriéndose a Rayuela- que me contiene tal y como fui en ese tiempo de ruptura, de búsqueda, de pájaros”.
¿Ha envejecido la Rayuela de Cortázar?
Rosa Montero. “Leí Rayuela creo que a los 20 años y me fascinó. A los 40 leí algunos fragmentos otra vez. La novela había envejecido bastante. La primera vez me emocionó aunque me irritaron algunas cosas, porque es que es tan machista, La Maga como estereotipo telúrico de lo femenino. De todas maneras, no se puede negar que Cortázar es un cuentista fantástico”.
Patricio Pron. “Leí Rayuela cuando tenía unos dieciséis o diecisiete años. Sin embargo, lo dejé a las cien o ciento veinte páginas, bastante irritado por la insoportable incapacidad de sus personajes (muy argentina, por cierto) para dejar de tomarse en serio a sí mismos por un instante. Años después, y en varias ocasiones, intenté volver a leer la novela sólo para descubrir que yo seguía siendo el joven lector irritado de entonces y que el libro de Cortázar era el mismo también. Así que ahora lo dejo a quienes aman tomarse en serio a sí mismos y sufren mucho, a los que viajan a París, a los adolescentes que aún no han leído lo suficiente, a los lectores de suplementos sabatinos que creen saber sobre literatura por ello, a los que no saben quién fue Raymond Queneau (que hizo bien lo que Cortázar llevó a cabo tan deficientemente), a los que disfrutan de los filmes de Eliseo Subiela, a los que han conseguido que su adolescencia se extienda hasta donde su inteligencia no ha podido llegar”.
Marta Sanz. “Cuando leí Rayuela tenía unos dieciocho años. Mi impresión fue la de estar entrando en un grupo de iniciados: el de los lectores de la literatura con mayúscula. Esa sensación es, por una parte, muy buena, y por otra, terrorífica. Muy buena porque yo creo que me hice consciente de todas las cosas que podían expresarse con el lenguaje y con sus juegos, me hice consciente del placer del texto y de su sensualidad; sin embargo, también, empecé a percibir que la literatura es una herramienta de desclasamiento y ese asunto ya es un poco más problemático. Confieso que no he vuelto a leer la novela completa, solo fragmentos para cerciorarme de si me seguían gustando tanto como me gustaron a los dieciocho años y, sí, "Toco tu boca..." "Y apenas él le amalaba el noema..." me siguen gustando muchísimo: ¿será porque soy una sentimental?”.
Iván Thays. “No recuerdo la edad exacta que tenía cuando la leí, pero sí que estaba en los primeros años de universidad, es decir 17 o 18 años. Me causó una fuerte impresión, me pareció un libro extrañísimo, difícil de leer en la forma propuesta (aún así, me esforcé por hacerlo) y con escenas extraordinarias, especialmente en la parte que sucede en París y la presencia maravillosa de la Maga. La he leído muchas veces, la última el año pasado, y aunque creo que es una novela poco pareja en calidad, con algunos capítulos bastante malos y otros maravillosos, en suma es una novela imprescindible. Creo que Cortázar tenía un enorme talento y, aunque sus cuentos son mejores que Rayuela, usó ese talento para escribir un libro memorable”.
Antonio Ungar. “Tenía 17 años cuando la leí. No la pude acabar ni en el orden convencional ni en el sugerido ni en el anárquico, pero entonces era políticamente muy incorrecto admitirlo, así es que me sumé al coro de alabanzas. La tuve que leer completa para participar de un foro reciente sobre Cortázar. Me gustó menos, me pareció pesada, estancada en el tiempo, inútil. Hay que agregar, eso sí, que Cortázar es un gran cuentista”.
Juan Carlos Méndez Guédez. “Tenía unos quince años cuando la leí. Me produjo una inmensa perplejidad; una cieta fascinación nacida del descubrimiento de una forma de narrar que desconocía. La releí varias veces. La última con 45 años. Y la impresión es la de una novela con grandes momentos; con capítulos fascinantes; pero a partir de ella comprendí que lo que más me sigue interesando ( y mucho) de Cortázar son sus cuentos; verdaderas joyas; verdaderos ensambajes del lenguaje y la mirada perturbadora sobre lo real”.
Juan Casamayor (Editor). "La leí con apenas 17 años. En una colección de kiosko, Literatura Contemporánea Seix Barral. Recuerdo que me costó. Curiosamente los cuentos completos de Cortázar no los leí hasta dos años después, en una convalecencia hospitalaria. Mi relectura, finalizando ya mis estudios universitarios, fue de un placer auténtico. Yo poseía otra mirada, otro bagaje de lecturas. Sabía quién era Julio Cortázar. Creo que Rayuela es un juego memorable de lector y lectura, como diría Fernando Iwasaki. En ese sentido no envejecerá, pues siempre habrá lectores dispuestos a jugar con su lectura".

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