sábado, 3 de septiembre de 2011

La dualidad de Fernando Vallejo

3/Septiembre/2011
Laberinto
Víctor Núñez Jaime

Cuando el próximo 26 de noviembre Fernando Vallejo (Medellín, 24 de octubre de 1942) reciba el Premio de Literatura en Lenguas Romances 2011 de la FIL de Guadalajara habrán pasado más de treinta años desde que llegó a vivir a México, diecisiete desde que publicó la novela que lo catapultó al éxito, La virgen de los sicarios, ocho desde que ganó el Premio Rómulo Gallegos por El desbarrancadero y cuatro desde que publicó su ensayo más polémico, La puta de Babilonia.


Adjetivos sobre el estilo literario de Fernando Vallejo: provocador, rabioso, feroz, corrosivo, mordaz, descarnado, iracundo, trágico, virulento, despiadado, insoportable, iconoclasta, sardónico, irredento, rebelde, deslenguado, explosivo, desvergonzado, escatológico, conflictivo, violento, arrollador, áspero, furioso, pasional, hiriente, soez, sarcástico, hostil, heterodoxo, brutal, desgraciado, loco, cabrón, hereje, desesperanzador, aberrante, cáustico, desmesurado.

Sólo se siente a gusto escribiendo en primera persona. Considera que es la única manera en que puede decir su verdad: “escribo como pienso que puedo tener un efecto más definitivo. Como vivo en un mundo hipócrita, utilizo las palabras más precisas para que no queden dudas sobre lo que sostengo”.

Su primer libro fue Logoi. Una gramática del lenguaje literario, una especie de manifiesto que ha marcado toda su obra. Es su amor por la lengua española: “siempre he buscado escribir en un español correcto, sin los descuidos de casi toda la gente que escribe en español. Yo voy a ser el último defensor de este idioma”.

Tiene 20 libros publicados a un ritmo discontinuo. La biografía del poeta colombiano Barba Jacob, El mensajero, le llevó diez años de investigación. Mi hermano el alcalde, en cambio, lo escribió en seis semanas. Pero de entre todos sus títulos hay algunos que destacan.

La virgen de los sicarios es una historia de amor y violencia. En ella, Fernando (“un personaje, no el autor”) regresa a Medellín después de 30 años de ausencia. En la casa de su amigo José Antonio le presentan a Alexis, un adolescente que vive en las laderas, que se convertirá en su amante y guía por la ciudad. Pero Alexis es un sicario cuya devoción por la Virgen María Auxiliadora no le impedirá toparse con la muerte. Un día le disparan desde una motocicleta. Desolado, Fernando conoce a Wilmar, otro muchacho que también pertenece a una banda criminal. Es muy parecido a Alexis y por eso le gusta. Cuando los dos están a punto de irse del país, asesinan a Wilmar. Es la espiral de violencia que envuelve a Medellín y a Colombia entera. Y al escribirla hizo de La virgen de los sicarios la transposición de Muerte en Venecia a Latinoamérica.

En El desbarrancadero cuenta la enfermedad y la muerte a causa del sida de su hermano Darío y reflexiona sobre la enfermedad, la familia, la violencia, la Iglesia, entendiendo todo esto como lo peor de la sociedad de su país de nacimiento: “Colombia asesina, malapatria, ¡país hijo de puta engendro de España! ¿A quién estás matando ahora, loca?”

Porque considera que la Iglesia es “una empresa criminal” y porque quería echarle en cara la culpa que la religión le hacía sentir cuando se masturbaba pensando en sus compañeros de colegio, escribió La puta de Babilonia (título tomado del Apocalipsis): “La puta, la gran puta, la grandísima puta, la santurrona, la inquisidora, la torturadora, la falsificadora…”

En El don de la vida repasa su “libreta de los muertos” ante su compadre y emite juicios acerca de sus obsesiones. “No hay civilización, sino barbarie. Ensalcemos a la naturaleza y no a la humanidad”, concluye.


Adjetivos sobre el estilo personal de Fernando Vallejo: noble, amable, tranquilo, tierno, amoroso, dulce, tímido, huidizo, introvertido, melancólico, indignado, sincero, lúcido, duro, claro, preciso, discreto, modesto, cordial, sencillo, atento, ocurrente, risueño, afectuoso, benévolo, espontáneo, tremendo, conmovedor.

“¿Por qué será que hay gente que no distingue entre el autor y sus personajes? Hay muchos rasgos autobiográficos en mis libros, sí, pero los cuenta un loco. Un personaje. Yo soy yo. Otro”. Uno conversa con él y lo primero que llama la atención es el contraste entre su personalidad y sus historias. Con su acento paisa que no ha abandonado, sus suaves ademanes, su piel tersa, sus ojos oscuros, sus manos de pianista, comunica paz y amistad.

Es colombiano naturalizado mexicano. Es escritor, biólogo, músico, cineasta y defensor de los animales. “A los animales los considero mis prójimos. Me repugna que los tengan pudriéndose en los mataderos y que las religiones no los respeten”. Vive en el silencioso séptimo piso de un edificio de la colonia Condesa. Pasa los días tocando el piano, navegando en internet, oyendo los discos de José Alfredo Jiménez, Leo Marini, Daniel Santos y los principales exponentes de la música clásica. Comparte todo esto con su compañero David Antón, dramaturgo y escenógrafo, y con Kim, una perra de ojos azules a la que le lava los dientes todos los días.

Es hijo de un abogado que fue ministro y senador de Colombia. Mandó al carajo la relación con su madre. Su hermano Silvio se suicidó con un tiro en la cabeza. Pero lo que más le dolió fue la muerte de su hermano Darío a causa del sida: “Uno se va muriendo de a poquito. Uno no se muere de golpe. Se va muriendo con la muerte de sus familiares más queridos, de sus amigos”.

El año pasado en la FIL, cuando lo invitaron a hablar sobre “la función social del editor” aceptó ir. Pero ante el público dijo que eso no le interesaba y prefirió hablar sobre el futuro del libro: “los libros electrónicos se pueden manipular: cambiarles el tipo de letra, la interlínea, la caja, la sangría; y al poderles cambiar uno la tipografía también les puede cambiar el texto, y eso es gravísimo. Por ahí va a empezar el acabose. ¿Se imaginan cuando a la canalla de internet le dé por poner en un libro ajeno y firmado por otro las calumnias y miserias propias y lo eche a andar por el mundo? ¿Qué va a ser del autor?... Por mí, que se roben todos los libros míos. Me hacen un honor. Total, no me gustan. Ah, pero eso sí, que no me los toquen. Ni una tilde. Ni una coma. Eso para mí es sagrado. Yo un trueno lo oigo, no lo escucho”.

Es vegetariano. Le gusta “molestar a los hipócritas”. No lee novelas. Está a favor de la libertad sexual “siempre y cuando no esté ligada a la reproducción porque este planeta ya está superpoblado”.

Detesta las entrevistas: “Los periodistas aniquilan al escritor. Todo lo tergiversan, todo lo banalizan, todo lo estupidizan. ¿Dice uno algo bien? Lo repiten mal. ¿Se equivoca uno? Dejan la equivocación. ¿Dice uno una frase genial? La borran”.


Fernando Vallejo, quien abraza y quema, ataca de frente a la hipocresía y a la simulación. Construye diatribas contra el país que lo vio nacer, contra sus pesadillas, contra la capacidad del ser humano para agredir y horrorizar a sus semejantes.

Por eso lo leen.

Por eso no lo leen.


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